Insertar agujas o alfileres en un muñeco, y de color rojo, es una acción que puede evocar cierto "oscurantismo" o primitivismo religioso, práctica del vudú.
Pero, cuando la figura convertida en alfiletero es la Hoz y el Martillo, símbolo de la ideología totalitaria que ha poseído, dominado y saqueado el cuerpo de Cuba durante varias generaciones, entonces la evocación apunta a la desesperación de un país y de un pueblo por encontrar una salida al sufrimiento, a la esclavitud.
¿Quién sufre o debiera sufrir esos pinchazos? ¿Quién clavó esas agujas? ¿Quién pudiera quitarse el dolor y transferirlo al instrumento de tortura? ¿Habrá nervios o emociones en la carne del comunismo? ¿Quién pudiera expulsar, del cuerpo de Cuba, esa maldición?