Fragmento del Contrato privado entre Angelika Aurora Rümelin (que se hace llamar Wanda) y Leopold von Sacher-Masoch:
Esclavo mío: Las condiciones bajo las cuales os acepto como esclavo y os soporto a mi lado son las siguientes:
Renuncia absoluta a vuestro yo. Fuera de la mía, no tenéis voluntad.
Usted es en mis manos un instrumento ciego que ejecuta todas mis órdenes sin discutirlas. En el caso de que olvidarais ser mi esclavo y que no me obedezcáis en todo absolutamente, tengo el derecho de castigaros y corregiros a mi gusto, sin que podáis osar quejaros.
Todo aquello que yo os ofrezca de agradable y feliz será una gracia de mi parte, y usted no deberá acogerlo sino agradeciéndolo. A vuestros ojos, actuaré siempre sin error y yo no tengo ninguna obligación.
Usted no será ni un hijo ni un hermano ni un amigo; usted no será más que mi esclavo que yace en el polvo.
Del mismo modo que vuestro cuerpo, vuestra alma me pertenece también, y asimismo, aunque sufráis mucho, deberéis someter a mi autoridad vuestras sensaciones y vuestros sentimientos.
La más grande crueldad me estará permitida, y si os mutilo habréis de soportarlo sin queja. Deberéis trabajar para mí como un esclavo y si me entrego a lo superfluo dejándoos en privaciones, pisoteándoos, habréis de besar, sin murmurar, el pie que os pisotee.
Yo podré despediros a cualquier hora, pero no tendréis derecho a abandonarme contra mi voluntad, y si llegáis a huir habréis de reconocerme el poder y el derecho de torturaros hasta la muerte, bajo todos los tormentos imaginables.
Fuera de mí no tenéis nada; para usted soy todo, vuestra vida, vuestro futuro, vuestra felicidad, vuestra desgracia, vuestro tormento y vuestra alegría.
Usted deberá ejecutar cuanto yo exija, sea bueno o malo, y si exijo un crimen de usted habréis de convertiros en criminal para obedecer a mi voluntad.
Vuestro honor me pertenece, vuestra sangre, vuestro espíritu y vuestra capacidad de trabajo.
Si llegarais a no poder soportar mi dominación y vuestras cadenas llegasen a ser demasiado pesadas, será preciso que os matéis: nunca os devolveré la libertad.
Y luego, la respuesta del esposo:
Yo me obligo, bajo mi palabra de honor, a ser el esclavo de madame Wanda, tal y como ella lo exige, y a someterme sin resistencia a cuanto ella me imponga.
Firmado: Dr. Leopold von Sacher-Masoch
Desde que el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing utilizase su nombre en su tratado Psychopathia Sexualis para clasificar una de las perversiones sexuales básicas, la figura de Leopold von Sacher-Masoch sufrió una de las más grandes injusticias literarias de la historia. Hasta ese momento, Sacher-Masoch había gozado de una merecida fama como profesor, periodista, novelista y folclorista. Su suerte, doblemente injusta, hizo que su obra cayese en el olvido y que su nombre se diese a conocer no por su calidad literaria sino porque denominaba una “temible parafilia” practicada en la intimidad por legiones de humanos: el masoquismo.
Masoquismo: conducta sexual en la que se obtiene la excitación y la satisfacción sexual a través del dolor físico o psíquico, la humillación, la dominación y el sometimiento.
Leopold von Sacher-Masoch, al igual que el Marqués De Sade, pertenecía a la nobleza. Hijo de Leopold Johann Nepomuk Ritter von Sacher y de Charlotte von Masoch, nació en el Reino de Galitzia y Lodomeria, actual Ucrania, el 27 de enero de 1836. Al ser Charlotte la última descendiente de su familia, e inconforme con que su apellido se extinguiera con ella, la pareja de recién casados acordó ponerle un guion al apellido de él, von Sacher, añadiendo luego el Masoch de Charlotte.
Bebé de salud frágil, en los mentideros literarios se dice que el pequeño Leopold fue confiado a una robusta campesina que le sirvió de ama de leche y que más tarde el niño desarrolló su peculiar tendencia erótica a consecuencia del castigo recibido por espiar a su tía Zenobia cuando esta fornicaba con su amante. Según algunos, este suceso, y su posterior condena, supeditaron en su personalidad el placer al dolor.
Desde muy niño, yo tenía una preferencia marcada por el género cruel, acompañada de estremecimientos misteriosos y de voluptuosidad; y sin embargo, poseía un alma llena de piedad y no habría hecho mal a una mosca. Sentado en un rincón oscuro, retirado, de la casa de mi tía abuela, devoraba las leyendas de los santos. La lectura de los tormentos sufridos por los mártires me sumergía en un estado febril. (Leopold von Sacher-Masoch).
Leopold finalizó sus estudios de derecho en la Universidad austriaca de Grazt. Una vez graduado, se convirtió en profesor, trabajando como escritor y activista social. Como autor, escribió novelas que gozaban de una controversial aceptación pues trascendían las convenciones de la época dada la singularidad de algunos de sus personajes femeninos —La estética de la fealdad, Las mesalinas vienesas, La divorciada—; también se afanó en el rescate de las leyendas locales, traducidas más tarde en una serie de cuentos cortos inspirados en los diferentes grupos étnicos de la región, fundamentalmente en los de la colectividad judía, víctima frecuente de críticas a partir de infundados estereotipos que Sacher-Masoch intentó borrar con sus escritos.
Fue respetado incluso más allá de las fronteras del imperio austrohúngaro por cíclopes literarios como Henrik Ibsen, Emile Zola y Víctor Hugo.
En Paris, la prestigiosa revista Revue de Deux Mondes publicó varios artículos ensalzándole.
Todo auguraba un futuro plácido… pero el destino le tendería una trampa utilizando contra él su propia obra.
La Venus de las pieles: éxito y catástrofe. Fanny Pistor y Angelika Aurora Rümelin: el poder
Casi podemos afirmar que Leopold von Sacher-Masoch escribió su obra en un sentido único: el de exponer la convivencia de lo que Baudelaire llamó las “dos postulaciones simultáneas” del hombre: la voluntad de elevación o el perfeccionamiento espiritual (el ideal) y el impulso humano hacia la degeneración y el fango, la “alegría de descender”.
Publicada en 1870, La Venus de las pieles era la quinta de una serie de obras que formaban la saga El legado de Caín. Cada una con un gran tema: el amor, la propiedad, el estado, la guerra, el trabajo y la muerte, La Venus de las pieles era la dedicada al amor y se convirtió en un éxito en Francia por las descripciones de las apetencias y deseos de su protagonista: hacerse atar, azotar y humillar por una mujer corpulenta vestida con pieles…
La Venus de las pieles cuenta la pasión de Severin von Kusiemski por una mujer de nombre Wanda a la que convierte en su diosa, su ama, su propietaria y su fetiche. En la novela, Wanda, enfundada en un hermoso vestido y luciendo un enorme abrigo de piel, utiliza un látigo sin compasión. Es tan profunda la intensidad de su deseo que Severin se ofrece a Wanda como su esclavo reclamando a cambio grandes dosis de escarnio. Para Severin todo en Wanda es un talismán, desde las imprescindibles pieles de animales que ella usa como atributos de fuerza, poder y belleza, hasta sus pies y sus zapatillas, que alcanzan una dimensión quasi sublime cuando dan patadas o pisotean. A pesar de esto, la novela de Sacher-Masoch no es, en sentido riguroso, una novela erótica. La parca concupiscencia de sus páginas, sin asomo de relación sexual entre los personajes, es una exploración brutal de las relaciones de sumisión y dominio físico y emocional entre los amantes que podríamos conceptuar como "psicológica". En esta pareja de siervo-ama solo encontramos retruécanos cerebrales, ejercicios de poder y subyugación, maltrato, humillación, despotismo, golpes y devoción ante una mujer vista como un objeto de culto.
La historia de La Venus… no surgió de la nada
Sacher-Masoch tenía 33 años cuando una joven extravagante llamada Fanny Pistor, también conocida como Baronesa de Bogdanoff, le confesó que estaba locamente enamorada de él.
Fanny Pistor es la inspiración directa de Wanda, el personaje femenino de la novela, pues a menudo llevaba un atuendo de pieles y un látigo en las salidas públicas con su amante. De manera discreta, pero sin ocultarse, ambos interpretaban públicamente sus roles de ama/esclavo salpimentando las escenas con el runrún de los chismosos y la envidia de los burgueses.
Fragmento del contrato entre Madame Fanny Pistor y Leopold von Sacher-Masoch:
Bajo palabra de honor, Leopold von Sacher-Masoch se compromete a ser esclavo de Madame Pistor y a ejecutar absolutamente todos sus deseos y órdenes, y esto durante seis meses. Por el contrario, Madame Fanny Pistor no le exigirá nada deshonroso que pueda hacerle perder su honor de hombre y ciudadano. Además, deberá dejarle seis horas al día para sus trabajos y nunca mirará sus cartas y escritos. A cada infracción o negligencia, o a cada crimen de lesa majestad, la dueña (Fanny Pistor) podrá castigar según sus deseos a su esclavo (Leopold von Sacher-Masoch). En resumen, el sujeto obedecerá a su soberana con sumisión servil, acogerá sus gestos de favor como un don maravilloso y no intentará hacer valer pretensión alguna a su amor ni derecho alguno a ser su amante. Por su parte, Fanny Pistor se compromete a usar pieles lo más frecuentemente posible y, sobre todo, mientras ella sea cruel.
Tenía sus propias ideas sobre el valor de la vida, y valoraba una hora de intoxicación voluptuosa, por encima de un siglo de existencia vacía. (Angelika Aurora Rümelin, Las confesiones de Wanda von Sacher-Masoch).
Concluida su relación con Fanny Pistor, el escritor se casó con una mujer pobre aspirante a escritora llamada Angelika Aurora Rümelin. El psiquiatra Krafft-Ebing opina en sus apuntes que al pertenecer Angelika Aurora Rümelin a una clase social más baja, era guantera de profesión, a Leopold le motivó el sentirse dominado por ella y gracias a esto accedió al romance y luego al matrimonio. El primer regalo de casados que recibió la Rümelin fue una hermosa piel de zorro plateado. Ya desde la primera noche se establecieron las jerarquías domésticas. En la fiesta de bodas, Masoch pidió a Adele, una muchacha que servía la mesa, que se pusiese la piel y le diera órdenes como si él fuera su esclavo. Angelika Aurora Rümelin asistió a la escena sin protestar.
Esa misma noche, Masoch colocó en su escritorio las fotografías de todas las mujeres con las que había tenido relaciones. Al frente de estas se encontraban la irreverente Fanny Pistor y una imagen del actor italiano Salvini dedicada por él mismo. Este Salvini había sido el hombre por el cual Fanny abandonó a Leopold poniendo fin a la relación de ambos.
La mujer tal y como la ha creado la naturaleza y como se relaciona en el presente con el hombre, es su enemigo, y solo puede ser su esclava o su déspota, pero nunca su compañera. Solo podrá ser esto último, cuando gocen de los mismos derechos, cuando haya igualdad en la formación y en el trabajo. (La Venus de las Pieles).
El matrimonio duró 10 años. Las confesiones de Angelika Aurora Rümelin, o Wanda von Sacher-Masoch, escritas en 1906, constituyen un valioso testimonio de la relación de la pareja y una descripción detallada del carácter manipulador del masoquista, que no solo disfruta cuando es víctima de la agresión mental o física, sino que lo hace ya desde que prepara el terreno para ser agredido, urdiendo para esto un sinfín de argucias con la finalidad de provocar a su pareja y transformarla en su némesis.
A diferencia del marqués de Sade, de quien se dice que su obra literaria estaba regida por la disciplina de su pensamiento, pero que sus fantasías no regían su vida, Leopold von Sacher-Masoch sí trasladaba sus fantasías literarias a su propia vida, provocando que Angelika, en la intimidad "Wanda", diera cabida en su matrimonio a un tipo de goce similar al que la Wanda literaria mantenía con Severin von Kusiemski en la novela.
Podemos imaginarnos aquella relación salpicada de ordenanzas y disciplinas; aquellas noches regadas con ajenjo y opio, confesiones culpables y terceros incluidos, hombres y mujeres, que elevaban aún más la afrenta al marido disfrutando carnalmente de la esposa ante sus ojos.
La apropiación del nombre de Wanda marcó un cambio en la vida de Angelika Aurora Rümelin permitiéndole salir de la miseria en la que vivía e ingresar al estatus social que creía merecer. Nunca renunció al nombre de Wanda, firmando también sus memorias bajo ese nombre. Las confesiones de Wanda von Sacher-Masoch, escritas en "un estilo pionero exuberante sado-masoquista que sigue inspirando numerosos artículos y varios libros" (3), arrojan un interesante análisis del carácter masoquista y sus dos categorías:
En la primera, de orientación sexual, el masoquista solo puede sentir placer en un estado de inferioridad, degradación y sufrimiento, reconociéndose como prisionero y servidor del ser idolatrado. En la segunda, integrada por los sufridores morales, el masoquista experimenta una imperiosa necesidad de penitencia y expiación, victimizándose y sufriendo sin que asome en él ni una mínima intención de felicidad.
Según Wanda von Sacher-Masoch su marido era “un ser de exquisita nobleza y amabilidad (…) Tan "casto y puro como una niñita... “ (1).
En el amor, solo uno debe tener el poder. Uno debe ser el martillo; el otro, el yunque. Yo acepto encantado ser el yunque.(La Venus de las pieles).
La “invención” del masoquismo
Antes de Freud, hubo científicos que se ocuparon de estudiar la sexualidad humana y la influencia de esta en la vida. Uno de ellos fue el psiquiatra austro-alemán Richard von Krafft-Ebing, mencionado al inicio de este comentario y famoso por su libro Psychopathia Sexualis: Un estudio clínico-forense.
Desafortunadamente para Sacher-Masoch, el doctor Krat-Ebing había leído La Venus de las pieles con tanto interés que dio un nombre a esta inusual preferencia latinizando uno de los componentes del apellido de su autor, Masoch, como Masoquismo. A la pasión contraria, y también utilizando el apellido de otro ilustre pervertido, De Sade; Krat-Ebing la denominó Sadismo.
De ahí que a partir del enunciado del psiquiatra se acuñara el término Sadomasoquismo.
Leopold Sacher-Masoch reaccionó horrorizado. ¿Quién entendería el motivo por el que su nombre era citado en un libro llamado Psicopatía Sexual? ¡Nadie! ¡Nadie sería lo suficientemente comprensivo como para asimilar esto! Nadie que no compartiese sus gustos, apetencias, agonías y ensoñaciones lúbricas restaría importancia al hecho, o alzaría su voz para solidarizarse con él, y apoyarlo, y gritar: “¡Yo te comprendo porque también soy como tú!”. ¡Qué espanto! ¡Cuánta erosión a su prestigio! Él conocía su mundo y sus prejuicios y era consciente de que nunca, nunca, volvería a ser aceptado en él. ¡Ahora todos sus personajes femeninos, capitaneados por Wanda, esa Wanda enfundada en deliciosas pieles, marchaban contra él como una legión de fantasmas furiosos! ¡Qué agobio, cuánta desesperación! Sus fantasías sexuales serían observadas bajo un prisma muy negativo y bajo la creencia de que el masoquismo era psicológicamente insalubre. ¿Y lo era realmente? ¿Era él, Leopold von Sacher-Masoch, un vicioso irredento? ¡De semejante trance no se recuperaba nadie!
Y así sucedió.
La sociedad, esa que antes ensalzaba su talento y encomiaba sus virtudes, lo convirtió en un monstruo triste ávido de torturas del que era mejor alejarse so pena de contagio.
De la noche a la mañana se cerraron las puertas de los salones y las editoriales.
Víctima de una hipocresía salvaje, Leopold sucumbió socialmente.
Somos fieles en tanto que amamos; pero vosotros exigís que la mujer sea fiel sin amor, que se entregue sin goce. ¿Dónde está ahora la crueldad, en el hombre o en la mujer? (La Venus de las Pieles).
El final
Genios como Dalí ilustraron escenas de La Venus de las pieles. Shuster, uno de los creadores de Superman, puso en práctica su talento artístico dibujando unos cómics muy obscenos en los que tanto hombres como mujeres eran encadenados y azotados. Günter Buss, el artista performático austriaco, también se regodeó en el tema. En el cine, Roman Polanski hizo una aclamada versión cinematográfica a partir de una pieza teatral del italiano Guido Crepax que bebe directamente en la obra de Massoch. Otros directores como Luis Buñuel, Stanley Kubrick, Peter Greenaway o Pedro Almodóvar han dejado espacio en sus películas al sufrimiento placentero y autodestructivo del cuerpo y del alma. Escritores como Jean Genet, Elfriede Jelinek, Michel Houellebecq o Virgilio Piñera también dedicaron sendas páginas al masoquismo y sus reverberaciones privadas y sociales.
A pesar de los prejuicios no se puede ir contra la naturaleza, y la razón por la que esta forma de disfrute sexual violento es tan frecuente quizás tenga que ver con el órgano sexual por antonomasia: el cerebro.
Según los neurocientíficos, la dopamina, también conocida como la sustancia química del placer, se activa normalmente cuando una persona está feliz o experimenta algo placentero, pero también se acciona para disminuir o eliminar el dolor, razón por la cual se piensa que el dolor y el placer se encuentran intrínsecamente vinculados.
Sacher-Masoch tuvo un profundo impacto científico con las ideas de su novela, pero no pudo afrontar el malestar general que producían este tipo de relaciones contra su persona.
Al igual que el marqués de Sade, Leopold von Sacher- Massoch murió en un asilo el 9 de marzo de 1895, solo, empobrecido y denostado.
Sus últimas palabras fueron “aimez moi” (Ámame).
Notas:
(1) https://www.hiru.eus/es/historia/las-revoluciones-de-1848
(2) Guerra de Italia de 1859. Se enfrentaron Francia y el Piamonte contra Austria. Constituyó la segunda guerra de la independencia italiana. Las tropas aliadas de Francia y del reino de Piamonte-Cerdeña, a las órdenes del emperador francés Napoleón III, y el ejército austriaco a las órdenes del emperador Francisco José I, se enfrentaron en la localidad de Solferino, en la región de Lombardía, situada al norte de Italia. Los franco-piamonteses ganaron la batalla, aunque no de manera decisiva. Tras el tratado de paz, Austria cede a Cerdeña la región de Lombardía.
(3) Wanda, von Sacher- Masoch. The confessions of Wanda von Sacher-Masoch,Translated by Marian Phillips, Caroline Hébert, and V. Vale, San Francisco, CA.1990.
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