Durante casi seis años, el ciudadano italiano Filippo Bernardini, antiguo empleado de la editorial británica Simon & Schuster, llevó a cabo uno de los "crímenes" literario-editoriales más singulares de los que se tiene noticia: al menos desde 2016, Bernardini se las arregló para obtener más de mil manuscritos de obras inéditas, mucho antes de que salieran de la imprenta.
Bernardini utilizó más de 160 direcciones de correo electrónico fraudulentas de editores, agentes y profesionales del mundo de la edición con el fin de engañar a los autores y que estos terminasen enviándole sus manuscritos.
El ladrón utilizó estas cuentas para hacerse pasar por personas cercanas a los autores, utilizando términos y métodos que demostraban su amplio dominio del ámbito editorial. En todo ese tiempo, Bernardini robó y leyó antes que nadie, más de mil manuscritos de Margaret Atwood, Sally Rooney o Ian McEwan, entre muchos otros.
Según ha declarado el poseedor de este apetito criminal por la lectura de inéditos, y ha podido comprobar la policía, su objetivo consistía solamente en el “placer de la lectura”, puesto que no vendió los manuscritos, no los imprimió por su cuenta y tampoco chantajeó a sus autores o a las editoriales.
Finalmente, Filippo Bernardini fue detenido a principios de 2022 por el FBI después de aterrizar en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York.
"Hubo momentos en que leí los manuscritos y sentí una conexión especial y única con el autor, casi como si fuera el editor de ese libro", añadió el ladrón de libros durante sus declaraciones a las autoridades que se encargaron de su caso.
Bernardini enfrentaba hasta 21 meses de prisión. Aun así, después de declararse culpable ante el tribunal, este ordenó que fuera deportado a cualquiera de sus antiguas residencias (Reino Unido o Italia) y que pagara 88.000 dólares en restitución a Penguin Random House, en lugar de ir a prisión.
Su abogada, Jennifer Brown, escribió en su defensa en una presentación de sentencia que Bernardini creció como un niño gay solitario, acosado en una región muy conservadora de Italia y que solo encontraba consuelo con los libros.
Aunque la estafa de Bernardini no resultó en la filtración o venta ilegal de ningún manuscrito, la acusación considera que cientos de autores se vieron afectados por su elaborada artimaña para obtener trabajos inéditos.
"Te sientes violado", dijo una de las víctimas de Bernardini, James Hannaham, al New York Times en 2020 antes de que capturaran al ladrón: "No quiero que nadie sepa lo malos que son los primeros borradores".
Hoy, para pesadilla de muchos escritores de renombre, Filippo Bernardini es ese extraño lector que atesora un secreto: ser probablemente el único conocedor de muchos borrones, defectos, erratas o versiones imperfectas de textos originales antes de que las editoriales los corrigieran o los rehicieran para llevarlos al mercado.