La escritora, periodista independiente y documentalista cubana María Matienzo, tras más de una década reportando sobre la actualidad de la Isla para medios como Diario de Cuba, Cubanet, Havana Times,Hypermedia y el periódico colombiano El Tiempo, entre otros, se vio presionada a salir al exilio el pasado 2022 debido al recrudecimiento de las amenazas y la represión en su contra.
Mientras la crisis económica y política se arreciaba en Cuba, un grupo de activistas, artistas y periodistas puso en jaque a la dictadura a través de acciones cívicas que fueron calando cada vez más en la sociedad. Matienzo fue parte de ese movimiento, y el precio a pagar fue el incremento de las amenazas en su contra y permanecer por más de un año sitiada en su vivienda de La Habana.
La reportera cubana, también experta en temas de género y feminismo, partió al exilio con una carpeta llena de proyectos periodísticos y cinematográficos, como fue el libro de entrevistas a Luis Manuel Otero Alcántara publicado por CADAL en 2023, o el documental Thais, donde cuenta la historia de una prisionera política cubana, que presentará este 9 de julio en la tercera edición del Foro Intemperie, organizado por las revistas Alas Tensas y Árbol Invertido en el cine "Artistic Metropol", en Calle de las Cigarreras, No. 6, Madrid, en el horario entre 17:00 h - 21:00 h.
¿Por qué decidiste hacer un documental sobre las prisioneras políticas cubanas, y en este caso con Thais Franco como protagonista?
No es precisamente un documental sobre las presas políticas ni sobre Thais Franco, sino un tríptico que me he propuesto hacer y que empezó con un proyecto de documental que aún no termina, pero con estos casos pasa lo mismo que con los libros, que uno comienza varios y luego uno le toma la delantera al otro.
Yo decidí hacer documentales sobre tres momentos o tres tipos de violencia que creo son importantes en la sociedad cubana y afectan principalmente a las mujeres cubanas. Una es la violencia política, que es el documental Thais.
Otra es la violencia que viven las mujeres alrededor de la decisión de consumir drogas, entiéndase marihuana, el autoconsumo, que por lo general en otros lugares no se criminaliza ni se sigue, no tiene que ver con el tráfico, pero en Cuba siempre es tratado como tráfico.
La tercera historia está relacionada con las violencias sexuales a partir del trabajo sexual, o sea, cómo se criminaliza en Cuba el trabajo sexual. Son tres historias contadas de una manera sui generis, aunque siempre hay una voz que lleva el hilo conductor, que es la persona que está dando testimonio de su vida, pero su vida es reflejo de muchas otras cosas que se van sucediendo con las imágenes.
¿Crees que las mujeres víctimas de violencia política en Cuba tienen la visibilidad que merecen?
Las mujeres en Cuba no tenemos la visibilidad que merecemos desde ningún punto de vista. Que haya sucedido esta especie de MeToo alrededor de Fernando Bécquer, yo no lo llamaría MeToo específicamente, porque creo que implicaría revolucionar desde el punto de vista legal y legislativo a la Isla, y eso no lo hemos logrado.
Lo único que hizo ese caso fue destapar las otras violencias o hacer que nos diéramos cuenta de las otras violencias de las que también éramos víctimas las mujeres en Cuba a partir de un hecho en específico.
¿Quiénes llegaron a poner la denuncia física? ¿A quiénes les permitieron llegar? ¿Quiénes después terminaron siendo voceras oficiales o no de una situación que nos implicaba a todas de alguna manera?
Cuando empezó el caso Bécquer todas nos dimos cuenta de que una buena parte de nuestra generación, o la que viene detrás, o dos más, fuimos de alguna manera víctimas de la impunidad de Fernando Bécquerdurante 20 o 30 años.
Entonces te das cuenta de que las mujeres que sufren violencia política no son las únicas que tienen poca visibilidad. Con la grisura que hay en el parlamento y en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), creo que ni siquiera ellas mismas están visibilizadas.
Eso es lo que creo, que hablar de visibilidad en temas de violencia y de mujeres víctimas de violencia en Cuba es una competencia que no la gana nadie. Todas estamos atrás. En esa miseria estandarizada que nos han impuesto durante 64 años.
¿Cuál ha sido la reacción del público en el extranjero al ver este documental?
El documental ha tenido muy poco publico todavía. Un grupo de amigos, y luego otro grupo pequeño que lo vio en una sala en Argentina. Los amigos que conocen la historia de Cuba han llorado. Las personas que lo vieron en Argentina y que no sabían de la historia de Cuba, o al menos no sabían de la gravedad y las violencias que somos capaces de vivir en Cuba, reaccionaron con silencios, preguntas e incógnitas. Esa no es la Cuba que les han vendido.
A través del relato de Thais yo intento mostrar una Cuba que no cabe en una postal, que la gente no se atrevería a poner en una postal. Hay mucha violencia, y, de hecho, hago una advertencia inicial de que van a ver imágenes sensibles.
Esa ha sido la reacción, la gente ha quedado impactada por esa realidad que estoy mostrando, que no es para nada linda y que no trato de romantizar. Está ahí cruda.
Una de las características del documental es que no tiene banda sonora. Quiero contar la Cuba así, con el sonido que lleva Cuba, que es el sonido o el silencio que queda siempre alrededor de un hecho violento o alrededor de una tragedia.
¿Cuáles son los principales aprendizajes que te llevaste al hacer el documental e intercambiar con una mujer víctima del presidio político en Cuba, y cuáles crees que se podrían llevar quienes vean la obra?
Más que aprendizajes, Thais ha sido la manera que he tenido yo de sanar en el proceso creativo, además de que no fue nada fácil.
Es mi primer trabajo audiovisual sola, me llevé el material de Cuba, lo filmé con amigos, terminé editándolo con otro amigo en Argentina. Fue un aprendizaje desde el punto de vista creativo y espiritual.
Cuando yo llegué a Argentina, en algún punto me había drenado tanto la situación de Cuba que pensé que no podría ser capaz de hacer algo creativo. En algún punto parte del equipo me dijo que tenía que salir del formato reportaje y pegarme más a la creatividad. Lo intenté. Las personas que lo han visto me dicen que sí. Espero que los que vayan a verlo al Foro Intemperie también les parezca.
Lo que pasa es que lo llevé a mi poética caótica. A cómo yo veo a veces las cosas, de manera caótica. De alguna forma logré reconectarme con esa otra María que, en algún punto, no sé cuándo, quisieron anular.
Más que aprendizaje fue sanación. No me es ajena esa situación, no me son ajenas las mujeres que pasan por presidios políticos. Llevo más de diez años trabajando como periodista independiente, trabajando esos temas, con mujeres violentadas, haciéndoles seguimiento.
De alguna manera perdí los límites entre hacer periodismo y hacer activismo. Entonces terminaba siguiendo una historia dos y tres años, y eso implicaba también un acompañamiento psicológico a las sobrevivientes de violencia.
Con este documental fue pura sanación. Terminé teniendo una buena relación de amistad con Thais, como con las otras dos protagonistas de los documentales que están por salir. No sé qué enseñanza se podrán llevar los demás, más allá de mostrar esa Cuba. Eso se lo dejo a los espectadores.
El artista Julio Llópiz Casal, autor del cartel del documental y uno de los pocos amigos que lo ha visto, me dijo que también se puede mostrar como un videoarte. A él también le impactó mucho.
Sabemos que en Cuba es imposible proyectar esta película en un cine, pero ¿tienes planeada alguna proyección “clandestina”?
No tengo intenciones de proyectarla de una manera clandestina en Cuba. Creo que esa etapa ya pasó. La idea es llevarla a un público un poco más amplio. Ahora quiero que otros públicos la vean y quiero llevarla a festivales de derechos humanos, a espacios donde todavía la gente tiene una visión romántica de la Revolución Cubana y no han terminado de desenmascararla y definirla como una dictadura.
Si la proyecto clandestinamente en Cuba corro el riesgo de que se filtre y entonces cerrarme las puertas a estos otros espacios. Por el momento no habrá proyección clandestina, sin contar que a mí nunca me ha gustado la clandestinidad de ningún tipo, aunque no siempre cuente todos mis proyectos o los publique en Facebook.
Pasar el resultado subrepticiamente me cuesta mucho trabajo, entonces no creo que este documental vaya a sufrir una suerte diferente a lo que ha pasado con mis libros o con lo demás. Nada clandestino, todo abierto, me gusta la transparencia.
También desde hace mucho tiempo dejé de creer en los cines. Creo que hay otras maneras de distribuir y ver cine que no sea solamente en una gran pantalla. No es contradictorio a que no me guste la idea de ser una proyección clandestina. Thais ya veremos qué camino coge. Yo pienso llevarla por circuitos de festivales de derechos humanos. Ojalá tenga otros caminos más amplios, pero no me interesa el cine en Cuba, así de sencillo.