El cine ofrece, como ninguna otra rama del arte, la posibilidad de contar una historia y que llegue a la mayor cantidad de personas en el mismo momento. Es una herramienta poderosa para visibilizar la lucha por los derechos humanos y denunciar la falta de libertades aunque considero que el tiempo es un factor que la limita ante la urgencia que tienen temas sensibles que necesitan atención inmediata como son los temas que tocan las películas En San Isidro, de Katherine Bisquet y Mujeres que sueñan un país, de Fernando Fraguela, las cuales se presentaron el 10 de diciembre, día de los Derechos Humanos, dentro del nuevo espacio Foro Intemperie de Árbol Invertido y Alas Tensas en Madrid, España.
El cine que trata temas de derechos humanos tiene como característica fundamental que debe ser inmediato, periodístico por concepto. Es un cine para tomar y demandar acción. Es un cine de denuncia, para no olvidar. Es un arte que le da la oportunidad y la responsabilidad al realizador de contar la historia, de tomar el control de la narración y no permitir que los hechos se queden sólo en la leyenda, en los mitos. Recordando siempre que los estados totalitarios insisten en desaparecer la historias que ellos no han contado.
Los más de 30 festivales de cine de derechos humanos que existen en estos momentos, contribuyen a acortar ese tiempo y a apoyar el trabajo de realizadores que escogen hacer un cine que disiente de las políticas establecidas por unos pocos y que quizás en otras plataformas cinematográficas no tienen espacio para mostrarse y para expandir su voz.
En la misma medida que han crecido los festivales de cine de Derechos Humanos en cantidad y calidad, más organizaciones de Derechos Humanos, fundaciones y entidades no gubernamentales apoyan tanto a los festivales como a los cineastas. Es importante el trabajo de certamenes como One World, organizado por People in Need en Praga, El Festival Internacional de Cine y Foro de Derechos Humanos (FIFDH) en Ginebra, y Festival Internacional de Cine Invisible "Film Sozialak" en Bilbao, entre otros.
Las líneas que distinguen el tipo de curaduría que exploro se centran en la conducta social ante procesos socioculturales específicos. Desde hace algunos años, me he enfocado en observar el transitar de artistas en y con su entorno, en su contexto y su evolución como resultado de ese crecimiento sociológico y creativo. Este tipo de curaduría me ha acercado a la obra como documentación, como testigo y narrador de historias. La cinematografía la he instrumentado para enfatizar una pulsión y dejar entrar luz desde dónde hacer, harta de intentar tumbar muros y de sus líneas borrosas. Es el caso de la obra Método Moderno, (video-1999) del artista cubano Juan Carlos Alom, que formó parte de la exposición “Bonus Level” en Avecez art Space en 2015, donde invito a desaprender y comento: “Las formas de educación y aprendizaje no son completamente transparentes ni unidireccionales. Quien enseña establece las maneras en que esto se hace. A la vez, quien aprende tiene la posibilidad de disentir y pervertir a partir de lo aprendido”. O con la obra Todas las intrusas (video-2018), de la artista Celia González, para la exposición “A quien pueda interesar” en el Espacio Aglutinador. En este video la artista va mostrando a la cámara tarjetas que tienen impresas las conversaciones que ella sostiene con un muchacho desde la plataforma de messenger. Las conversaciones contienen un lenguaje sexual explícito, grosero y no acorde a la moral socialista de Cuba, en franca y directa crítica al Decreto 349 que condena y censura este tipo de obra y de comportamiento. Nos encontrábamos en plena campaña contra el Decreto.
La artista visual Celia González en diciembre de 2020, a unos días después de las manifestaciones del 27 de noviembre y en medio de una regia campaña de difamación, represión y violencia contra los que participamos el 27N, propuso realizar en Avecez Art Space una exposición colectiva de 11 artistas de Nicaragua con obras producidas después de las manifestaciones de abril de 2018. Estas protestas comenzaron cuando el Gobierno de Daniel Ortega anunció oficialmente la aprobación de una reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) que provocó una ola de protestas de la sociedad civil nicaragüense, protagonizada principalmente por estudiantes universitarios. Estas manifestaciones continuaron durante los siguientes meses pese a la represión, amenazas, violencia y desaparición de más de 300 personas según entidades internacionales y ONGs.
El 15 de enero de 2021 se inauguró la muestra “No somos memoria”, curada por Celia González con la participación de los artistas Moisés Mora, Milena García, Darling López, Dariana Valenzuela, Alejandro de la Guerra, Norlan Gutiérrez, Patricia Belli, María Félix Morales, Elyla, Federico Alvarado y Xmácula, y dirigida a los manifestantes del 27N, que además fueron su público.
Lo conformaban 11 videos, dibujos, una obra auditiva vía online y un fanzine que debían intervenir los que la visitaran. En su texto Celia comentó sobre las intenciones de la exposición: “No somos memoria fue una exposición de imágenes ofensivas, el ofendido era el Estado y su poder era total, el más poderoso e iracundo ofensor en Cuba y Nicaragua (…) funciona para pensar en los efectos de saberse ofensor y en la reacción del ofendido, sabiendo que esta sería cuanto menos violenta no solo contra la imagen sino contra el productor de la misma”. Las obras no solo describen un contexto político y afectivo específico sino que habilitaron estrategias para propiciar un diálogo en dos niveles: entre los propios artistas cubanos tomando la oportunidad de compresión de sí mismos al compararse -verse reflejados en- con un contexto cercano en la región –y al mismo tiempo, radicalmente distinto - y entre artistas de ambos países al conocer de la existencia los unos de los otros, tener la oportunidad de dialogar a través de la exposición y de la intervención conjunta del fanzine Pánico, una edición especial para Cuba.
Justo después de esta exposición nace en mi cabeza la exposición “Entre Xanadú y Sospechosos habituales”. Imaginé una exposición de video que hablara sobre mi proceso de violencia, tristeza, desesperación, ira, fantasía, amor, espera y obsesión en que me encontraba. Cada uno de los videos eran de artistas diferentes, como Lester Álvarez y José Yaque, Adrian Curbelo, Jenny Brito, Italo Expósito, Kiko Faxas, Benjamín del Castillo, Julio Llópiz-Casal y Camila R. Lobón. La película dura 69 minutos y describe, a partir del orden que les doy a los videos, mis sensaciones, emociones y lo abrumador que eran esos momentos, días y años.
Esta exposición fue publicada como exposición online por la plataforma de video Ortvi en enero de 2021 y la integré a Obsesión, que realicé el 27 de noviembre de 2021 en Viena, Austria. Una exposición dentro de otra exposición.
He sido afortunada, lo he repetido algunas veces, a pesar del exilio forzoso. Durante este año he sido espectadora entusiasta del curso que han tomado los procesos creativos de muchos artistas. Han sido tres años de cambio y evolución marcado por el pensamiento nuevo: Tú somos todos; por el trabajo en colaboración desde el respeto mutuo, por la solidaridad y el compromiso.
Al documental Mujeres que sueñan un país de Fernando Fraguela y la película En San Isidro de Katherine Bisquet se unen producciones como la película Vulgarmente Clásica X, primer largometraje del artista no binario Nonardo Perea, el documental en postproducción Familia en movimiento, de Aminta de Cárdenas y la película Cuba y la noche, que está en proceso de montaje, de Sergio Fernández Borrás, así como otras realizaciones que afortunadamente continúan apareciendo.
El Foro Intemperie nos dio la oportunidad de ver finalizadas dos películas que le conceden al tiempo el beneficio de la duda, que le agradecen poder ser soñadas, pensadas, creadas y concebidas. Este espacio nos da la oportunidad de ver un resultado, algo tangible y que la lucha y el sacrificio se queda aquí en estas historias, en estas imágenes, en esta música, en estas vidas.