Una imagen se ha convertido en pocas horas en el símbolo de las protestas en Cuba.
Pocos elementos componen esta foto, y ninguno nuevo.
Hay unos cubanos, que parecen jóvenes negros, un carro policial y una bandera. Detrás, está La Habana. La misma.
¿La misma?
Curioso, en esta foto se ha invertido el orden en que normalmente vemos estos mismos elementos en las calles de Cuba y en los reportes de los noticieros.
Normalmente es el policía o su carro (da lo mismo) el que aparece "encima" de los jóvenes, o porque le resultan "sospechosos" o porque han hecho algo "malo".
Nada hay tan "malo" en Cuba como manifestarse en contra del gobierno. Conocimiento que se aprende y se transmite en la isla con la leche materna.
Los policías en Cuba actúan sin ninguna limitación aparte de la que ellos mismos decidan. O sea, apenas pudieran "autolimitarse" por pura táctica, pero no es lo que suele ocurrir. Por supuesto, jamás tienen que identificarse ni presentar ninguna orden judicial para llevarse a alguien preso o propinarle una paliza.
Por eso, normalmente, cuando unos jóvenes negros cubanos (como los del Movimiento San Isidro) hacen algo tan "malo" como protestar en contra del gobierno, los uniformados se suelen lucir.
Pero, más si su presidente, que ni ellos mismos ni nadie ha elegido, sale en la televisión nacional ordenando ir "al combate" del pueblo.
Entonces es la hora de los perros de pelea. Sonó el disparo para la carrera de represión en que los p... se sienten convocados a romper sus propios récords.
Por eso, normalmente la bandera que saca un opositor termina estrujada, rota y ensangrentada, en algún escondrijo dentro del carro policial que se lo lleva a ninguna parte.
Luego, si surge otra bandera en ese lugar, es la que saca otro policía (casi siempre sin uniforme) haciéndose pasar por alguien "del pueblo" que caminaba por allí, para barrer la imagen sucia. Segundas banderas usadas a modo de máscara.
En fin, que siempre estos elementos de la foto han estado ahí: La Habana, una patrulla o el policía (da lo mismo), los jóvenes "malos" y la bandera.
Pero, ahora el orden está invertido. Al fin.
Hay una nueva generación necesitada de gritar quiénes son de verdad, cómo piensan los que nunca han conocido otra cosa que un país donde la intolerancia es ley y (a diferencia del pedazo del pan) nunca ha faltado la represión. Se subieron sobre el policía o su máquina (da lo mismo) virada al revés, inutilizada en medio de la calle.
Cuánta impotencia acumulada delante, dentro y debajo de ese aparato represivo que hemos visto moverse sin freno por la vía pública.
Aquí desaparecieron los dueños del aparato de los castigos. Esta vez ellos, perros o policías (da lo mismo), tuvieron que escapar de esta imagen llevándose su identidad cobarde.
Y La Habana respira.
Aunque sea por un momento, antes de que otra vez intenten hundirla en el miedo, Cuba está llenándose los pulmones de libertad.