Hasta el 12 de septiembre de 2021 en Cuba habían fallecido 11 menores de edad por COVD-19, mientras que el total de fallecidos para todas las edades era de 6299. Para esa misma fecha en los Estados Unidos se acumulaban 523 y 660 000 fallecimientos, respectivamente.
En consecuencia, los menores de edad constituyen el 0,17% del total de los fallecimientos en Cuba por COVD-19; mientras en los Estados Unidos el 0,08%. O sea, en Cuba el porcentaje que representan los menores de edad dentro del total de todos los decesos por COVD-19 es 2,125 veces mayor que en los Estados Unidos.
Ha muerto en Cuba una proporción del doble de menores de edad, con respecto a la totalidad de los fallecimientos, que en los Estados Unidos.
¿Por qué ocurre esto, si de hecho en Cuba hay una proporción inferior de menores de edad dentro de la población total que en los Estados Unidos?1
Entre ambos países tampoco existe un abismo en cuanto a sus sistemas de salud pública. Incluso en no pocos parámetros de salud, sobre todo relacionados con la niñez, Cuba supera a su vecino del norte.
¿Cómo, en el enfrentamiento al COVD-19, el sistema de salud cubano puede tener peores resultados en población menor de edad que el americano, cuando por el contrario ha conseguido una mortalidad infantil más baja?2
Caben dos explicaciones para esta diferencia: en Cuba la atención a los menores de edad enfermos de COVD-19 ha sido de menor calidad a la que se les ha prestado en los Estados Unidos; o en Cuba ha habido un subregistro de personas mayores de edad muertas a consecuencia del COVD-19, lo cual ha distorsionado la relación, al hacer crecer artificialmente la participación de los menores de edad.
No creemos que la primera explicación merezca siquiera ser considerada. Puede usted pensar lo que desee del régimen cubano, pero andaría muy lejos de la verdad si no reconociera su dedicación a la salud de la infancia. En un final el máximo sueño del régimen cubano sería que todos fuéramos menores de edad. Ese periodo de la vida humana en que en cualquier parte los individuos requieren de tutela, y consecuentemente carecen de derechos civiles y políticos.
Sólo podemos explicar esta diferencia en razón del mencionado subregistro de los mayores de edad.
Sólo podemos explicar esta diferencia en razón del mencionado subregistro de los mayores de edad. Algo que no ha sucedido en la misma magnitud con los menores de edad, a quienes se les ha priorizado el acceso a las pruebas diagnósticas, en medio de una situación en que la demanda ha superado con claridad a la capacidad del sistema de salud cubano para hacerlas. “Las pruebas que hay son solo para niños y embarazadas”, ha sido una respuesta muy frecuente del personal de salud en estos meses, en más de una provincia del país, ante los reclamos de pacientes adultos con síntomas.
La comparación de los porcentajes que los menores de edad representan dentro del total de fallecidos de COVID-19, entre ambos países, no solo nos permite demostrar la existencia de un sub registro en el número de fallecidos en la población adulta. También debería permitirnos tener una idea del verdadero número de fallecidos, o al menos del número de fallecidos reportados si en Cuba se hubiesen seguido los mismos rigurosos estándares que en los Estados Unidos, en cuanto a la identificación de las muertes por COVD-19.
Para ello solo tenemos que suponer, para Cuba, la misma proporción de menores de edad fallecidos, dentro del total de fallecimientos para todas las edades, que en los Estados Unidos. Plantear matemáticamente esa igualdad, despejar, y calcular:
(Fallecidos en población menor de edad, EE.UU.) / (Fallecidos totales en EE.UU.) = (fallecidos en población menor de edad en Cuba)/(Fallecidos totales en Cuba)
Fallecidos totales Cuba = (Fallecidos Totales EE.UU.) × (fallecidos en población menor de edad Cuba) / (fallecidos población menor de edad EE.UU.)
Fallecidos totales Cuba= 660 000 × 11/523 = 13 881
Según nuestro sencillo ejercicio de matemáticas, en Cuba deberían haberse registrado 13 881 muertes a consecuencia del COVD-19 hasta el 12 de septiembre, y no las 6 299 reportadas. Dos veces más (2,2). Ese número, sin embargo, pasaría de 14 000 si hubiésemos considerado el mayor porcentaje dentro de la población total que representan los menores de edad en los Estados Unidos con respecto a Cuba: de casi un 3% más.
Por cierto, el valor que hemos obtenido de 13 881 muertes hasta el 12 de septiembre, no está muy lejos del que hubiéramos obtenido de considerar que la mortalidad entre los contagiados en Cuba es la misma que en los Estados Unidos, de 1,6%. De ser esa también la mortalidad en Cuba, como cabría pensarse en sistemas de salud con resultados muy semejantes, de entre los 742 202 cubanos contagiados con el Covid-19 reportados hasta entonces 11 875 habrían muerto.
Conclusión: No es creíble que un sistema de salud como el cubano, que ha conseguido históricamente resultados mejores que los del sistema de salud americano en cuanto a mortalidad infantil, y equiparables en cuanto a esperanza de vida (79 años en ambos países), los tenga frente al COVD-19 2,125 veces peores. Esto solo puede explicarse por un masivo subregistro de los fallecimientos en adultos.
1. La población entre 0 y 14 años representa en Cuba el 16,04% del total; en los Estados Unidos de 18,55%.
2. En 2019 la mortalidad infantil en Cuba era de 5 por mil, ese mismo año en los Estados unidos era de 5,33.