Cuando asumí la censura en la literatura cubana como tema para un posible reportaje, apenas sospechaba que me había colocado frente a un monstruo de siete cabezas. Había que probar algo de lo que todo el mundo habla y conoce, pero que nadie ha logrado demostrar, sencillamente porque no existe más que en las cabezas de la gente. En Cuba, los mecanismos de censura no están escritos. No existen leyes que la regulen, reconociéndola, y jamás ha existido un juicio en que acusado o acusador implemente la censura, ya sea para defenderse o atacar. Luego, ¿cómo demostrar lo obvio indemostrable?
Todo lo que existe, todo con lo que contaba era un montón testimonios publicados en diferentes medios, cuya única efectividad, cuya única posibilidad de victoria la brindaban su tamaño y coherencia. Sin embargo, ese tamaño y esa coherencia ya estaban disponibles para el público; los casos Padilla, Lezama, Arenas, Cabrera Infante y compañía, no solo eran conocidos, sino que forman parte de una especie de imaginario insular: el imaginario de la censura de los escritores cubanos.
¿Dónde buscar? Un área que permanecía virgen a la investigación, es la etapa comprendida entre los años noventa y la actualidad (1990-2016), donde desde un principio, más que demostrar que el monstruo de siete cabezas existe, me propuse conocerlo un poco más desde su naturaleza dudosa; vivir, como dijera Martí, en ese monstruo. Saber cómo se mueve, cuáles son sus estrategias y cuáles sus rostros.
TIPOS DE CENSURA EN LA LITERATURA CUBANA CONTEMPORÁNEA:
Los brazos de la censura se comportan de muchas maneras diferentes. Siempre garantizando no dejar huellas, evidencias de su accionar. Una de las más usuales es el llamado Perfil bajo. Al respecto, el escritor y periodista Ernesto Pérez Chang apuntó: “Es un tratamiento que se les da a determinados autores, a los cuales no se les puede prohibir las publicaciones, pero sus obras no pueden ser presentadas públicamente (por la institución)”.
Este tipo de estrategia se utiliza con autores generalmente que han cometido una “falta grave”, como revelar detalles escabrosos sobre la realidad cubana o de algún jefe importante, o atacar de alguna manera, ya sea desde el insulto o desde la sátira, a los líderes de la Revolución. La coyuntura indica que no conviene tomar represalia pública y evidente contra ellos, así que quedan censurados, pero a discreción.
En otros casos, esa misma censura no recae directamente sobre el autor, sino sobre su obra o parte de la misma. Es entonces que se utiliza la Persuasión, tal y como relató el poeta, narrador y ensayista Daniel Díaz Mantilla:
“No hace tanto, un miembro de un jurado me citó para conversar y, con el manuscrito de mi libro abierto sobre la mesa, elogiándolo, fue marcando las cosas que según él eran impublicables. Fue sincero aquel hombre y creo que lo hizo con deseos de ayudar, pero no seguí su consejo. Esa también es una forma de censura, una forma amistosa, casi tierna”.
Algunos no son tan tiernos ni tan frontales y llegan incluso a la Mutilación de fragmentos sin previa autorización del autor, como expresara el propio Mantilla:
“En ocasiones me han rechazado textos en una u otra revista, o me han pedido que cambie o corte alguna frase, y cierta vez me mutilaron un texto sin siquiera pedir autorización”.
En consulta con el escritor avileño Francis Sánchez, obtuvimos un gran número de ejemplos de cómo la censura es ejercida en la actualidad:
“Hay muchos tipos de censura. Rafael Vilches y Ángel Santiesteban, por ejemplo, no se aceptan en ninguna editorial. Sé que libros de Ernesto Pérez Chang han sido mandados a retirar de las librerías en una Feria del Libro en Ciego de Ávila. Ileana Álvarez descubrió que de su libro Escribir la noche (Ed. Letras Cubanas, 2013) se habían impreso sólo unos pocos ejemplares, y no los cientos que decía en el colofón”.
Las armas de la censura parecen infinitas, podrían citarse también los Listados, donde incluyen a aquellas personas que no deben ser llamadas para ninguna presentación, o a las que ni siquiera deberán ser citadas en epígrafes, e incluso a las que pueden ser incluidas en antologías, pero no publicarse íntegramente sus libros. Asimismo, también están las Comisiones, que se reúnen y toman decisiones y trazan estrategias como las que hemos mencionado. Sobre una de sus experiencias con estas, Sánchez señaló:
“El original de mi libro de cuentos Reserva federal, entregado a Ediciones Ávila, fue puesto secretamente en manos de un grupo de personas para que dieran veredictos por escrito sobre la cuestión política. El problema era el relato que daba título al libro, que hablaba del fin de las causas y los rebeldes en el mundo y cómo los últimos que quedaban fueron aislados en un lugar montañoso, inaccesible, con el objetivo de que se conservaran en condiciones aparentemente normales, luchando entre sí, en escaramuzas sin sentido, y el principal guerrillero y más peligroso era un tal “Barbas”. Me enteré casualmente del destino dado al original de mi libro, visité a algunos miembros del grupo censor, demandé respuestas. Fue una historia confusa y muy lamentable: el director de la editorial, viejo oficial de la Seguridad, para bloquearme, “quemó” a otro agente, acusándolo de haber sido el primero en detectar el problema de mi libro, y esta persona era nada menos que mi mejor amigo, otro escritor, entonces diseñador de Ediciones Ávila. Como consecuencia de este hecho, mi amigo, que era asmático, falleció de un paro respiratorio exactamente una semana después. Recibí en los siguientes días varias llamadas de un agente demandándome una reunión, me negué, también me negué a entregar el original de mi libro que había rescatado, y aún conservo además uno de los dictámenes del grupo censor que encontré en una gaveta de mi amigo. Cambié el llamativo detalle facial del personaje por un Bigote, como pasé a nombrarlo, y así el libro se publicó ese año 2002 por Ediciones Ávila”.
La Evasión también figura en el arsenal de los censores: “Solo cuando ya has entregado un texto, o una entrevista, es que te dicen en algunos casos que debes suavizarlo porque los demás pueden pensar lo que no es, o simplemente no lo llegan a publicar y a veces se esconden para no darle la cara al autor por pena con él, por temor a que el autor los critique luego. Es absurdo, pues quien pide los textos para publicar casi nunca es el dueño de la revista, aunque pueda opinar, no decide por todos. Ni tampoco el que dirige la revista es dueño de nada. Aquí no hay dueños de revistas”, expresó la escritora y periodista Zurelys López Amaya.
Otros muchos recursos, como los Contratiempos y la Burocracia, dejan a las víctimas de la censura sin herramientas para reclamar, prácticamente sin poder procesar lo ocurrido:
“Yo no diría de un modo tan categórico que mi obra ha sido censurada. He tenido contratiempos, sí, me han puesto piedras en el camino y me han hecho perder tiempo, como a muchos otros, aunque siempre supe que esas cosas iban a suceder y, después de todo, he tenido suerte. Mi segundo libro, en-trance (1998), que obtuvo el Premio Abril en 1997, inquietó a algunos funcionarios que intentaron persuadir al jurado para que cambiara su veredicto, pero no lo lograron y el libro se publicó en forma”, confesó Daniel Díaz Mantilla.
Ser un autor censurado en Cuba tiene determinadas consecuencias, sociales, literarias, incluso emocionales, y no siempre los autores corren con la misma suerte.
CONSECUENCIAS DE SER UN AUTOR CENSURADO EN CUBA:
Este testimonio de Francis Sánchez es un buen ejemplo de cómo la censura puede afectar la vida de un autor:
“El 10 de octubre de 2010 abrí un blog: Hombre en las nubes. Publicaba artículos de opinión sobre todo lo que me interesaba, literatura, temas cotidianos, y también política. Lo actualizaba desde las casas de personas que tenían Internet autorizado, que me cobraban a 4 dólares la hora. Cuando publiqué artículos sobre el suicidio de Orlando Zapata, y sobre un preso político que había en mi ciudad, Pedro Argüelles, uno de los 75 de la Primavera Negra, me llegaron los ecos de la ira de muchos dirigentes. Un día, viendo una serie televisiva llamada Razones de Cuba, anunciada a bombo y platillo, descubrí en unión de mi familia, con horror, mi blog y mi rostro allí entre los que se ponían en la picota pública acusados de “cibermercenarios”. Se desató el pánico entre todas las personas que me rodeaban, un hermano dejó de visitarme, todo el mundo dejó de contactarnos, quienes me brindaban el servicio de Internet no volvieron a abrirme sus puertas. Publiqué un último post denunciando todo y hasta ahí llegó mi blog, lo dejé así online, como un testimonio amputado pero vivo de la censura”.
¿Cuáles hubieran sido las herramientas legales con que contaba el autor avileño para defenderse de la censura? Al respecto, el abogado Leonel Rodríguez Lima, nos brindó información:
“La censura como regulación que avale o legisle su ejercicio, no existe, como no existe un reglamento que la controle o delimite. Esto no quiere decir que la censura sea ilegal. De hecho constituye un baluarte defensivo para el Sistema dentro del campo de la cultura. Hay que tomar en cuenta que la censura no está reconocida oficialmente como parte de la política cultural dentro de nuestro país. No obstante, la Constitución cubana vigente tiene en su articulado enunciados que cuando se analizan, dan una imagen de cómo, solapadamente, se presenta la censura en nuestra Carta Magna. Hay que mencionar primero el artículo No. 3 de la misma, en el cual se establece la irrevocabilidad del socialismo pero, esencialmente, del actual sistema político y social instaurado en Cuba. En el artículo 9, se establece que el Estado afianza la ideología y las normas de convivencia y de conducta propias de la sociedad libre de la explotación del hombre por el hombre, y asegura el avance educacional, científico técnico y cultural del país. Asimismo, expone como el poder del pueblo garantiza que no haya persona que no tenga acceso al estudio, la cultura y el deporte. El artículo 15, en su inciso b), incluye en su redacción que los centros culturales fomentados o adquiridos por el Estado, y los que en el futuro se construyan, fomenten o adquieran, son de propiedad estatal socialista de todo el pueblo, mientras que el 21 garantiza la propiedad personal sobre los bienes y objetos que sirven para la satisfacción de las necesidades materiales y culturales de la persona, pero que también pueden ser embargados e incluso expropiados mediando un interés social. Sin embargo, de todos ellos el más importante es sin dudas el artículo 39 inciso ch), el cual enuncia que la creación artística es libre siempre que su contenido no sea contrario a la Revolución. Afortunadamente, un autor censurado tiene asimismo su primera línea de defensa en lo que regula el artículo 26 de la propia Constitución de la República de Cuba. El mismo establece que toda persona que sufriere daño o perjuicio causado indebidamente por funcionarios o agentes del Estado con motivo del ejercicio de las funciones propias de sus cargos, tiene derecho a reclamar y obtener la correspondiente reparación o indemnización en la forma que establece la Ley. Lo anterior conduce a la vía del derecho civil en el caso de la censura. La censura constituye un daño, y causa un perjuicio que puede ser tanto moral como material al autor de una o varias obras censuradas. Pero no debemos confiar en que cualquier obra o autor censurado tiene suficiente argumento para ser indemnizado. De hecho, la censura para el oficialismo no constituye un acto antijurídico, debido a lo que ya hemos visto regulado en la propia Prima Ley. Por otra parte, la salida por la vía judicial del derecho civil es larga, tediosa y muy escasa de argumentos legales que amparen la pretensión de la persona censurada. El Código Civil vigente es sumamente omiso en cuanto a indemnizaciones, y mucho más si se trata de un caso que en mi opinión está ubicado en los linderos del Derecho de Autor. En realidad, resulta casi imposible llevar a feliz término un caso de daño moral en Derecho de Autor, causado por uno o varios actos de Censura. Los Tribunales cubanos no están preparados para ello. Como abogado puedo intentar defender a una persona censurada pero siempre advirtiéndole que su situación es bien difícil y que el pronóstico del caso es incierto”.
Autores como Mantilla, Sánchez o Pérez Chang, Vilches y Santiesteban, han mostrado libremente su rostro al mundo como víctimas de la censura en Cuba, pero, cuales son los rostros responsables de esa censura. ¿Existen?
“Fernando León Jacomino fue mi perseguidor durante muchos años, no sé si lo seguiría siendo después de perder su cargo en el Instituto Cubano del Libro. Pero me consta que se tomaba muy a pecho cortarme los pasos y se destacaba por su entusiasmo”, expresó Francis Sánchez, quien asimismo agregó: “En mi libro Epitafios de nadie (2008), publicado por Editorial Oriente, debían incluirse originalmente dos poemas, como especie de epitafios, con notas o paratextos que aludían claramente al Maleconazo de 1994 y el hundimiento del remolcador 13 de Marzo ese mismo año. Me llamó la directora de la editorial, A. B., amiga de la familia, para decirme que esos temas “aún no habían sido reconocidos oficialmente, de eso no se hablaba” y mis poemas no podían publicarse. Y no se publicaron. Permití que se amputaran mis dos poemas pensando que ya se sumarían más tarde o más temprano a una edición definitiva”.
¿Constituyen estos nombres, y muchos otros, los verdaderos rostros de la censura, o son solo brazos?
“La política cultural del país no se dirige desde las instituciones culturales, es el Ministerio del Interior el que aprueba o no”, expresó Pérez Chang, quien también aludió a la autocensura: “Uno mismo es la principal fuente de censura, pocas personas se atreven a tratar un tema de manera frontal, todos los personajes son mascaras de algo, representación de algo, le tienen mucho miedo a lo real, a lo histórico”.
En épocas anteriores, la censura se vestía de verde y penetraba hasta centro mismo de los espacios culturales, pero en los últimos 25 años hemos sido testigos de cierta evolución estratégica, con cambios en la política cultural que apuntan a una aparente apertura.
“En los setenta, por ejemplo, a mi hermano escritor, Félix Sánchez, el compañero representante de la Seguridad le preguntó por qué en un cuento suyo un personaje se había ido del país, por qué el CDR no había frustrado su salida ilegal, y mi hermano tuvo que responder por la eficiencia del Comité en el barrio de su cuento, ¿kafkiano, verdad? Pues en los ochenta seguía siendo más o menos así, pero ese papel lo cumplían ciertos falsos escritores que, de manera camuflada, torcida, podían incluso provocar el debate y hacerse pasar por irreverentes. Conocí casos de escritores apresados en esa madeja, que me contaron que, al terminar un Encuentro Debate de un taller, debían dirigirse hacia una casa de la Seguridad, donde rendir cuentas a un Agente”, expresó Francis Sánchez.
Por su parte, Zurelys López Amaya conversó sobre una experiencia de este tipo que la marcó desde bien joven: “Tuve una infancia viendo cómo quemaban en forma de muñeco en el Área de Formación de mi escuela Secundaria Básica a mi mejor profesor de Inglés. Escuela que precisamente apadrinaba el comandante Fidel, donde estaban los hijos de casi todos los ministros del Comité Central en aquel entonces. Allí, una mañana nos obligaron a mirar cómo quemaban a un hombre en forma de muñeco con sus propias ropas, con la mochila con la que siempre iba a clases, que había decidido irse a otro país para reunirse con su familia”.
Pero la visión que más se acerca a la esencia actual de la censura en Cuba, fue la brindada por Francis Sánchez: “Hoy los censores tienen un sentido muy práctico, carecen de ideología, hoy la censura no es —como quizás sí lo era más en los años sesenta— resultado de un debate ideológico, simplemente se censura como parte de la manipulación de las vidas de aquellas personas y actitudes que se pretende contener, reducir, invisibilizar. En muchos casos se censura más a las personas que a los textos o signos específicos. Hay un poco más de tolerancia, pero está controlada, forma parte de estrategias”.
Mientras el monstruo de siete cabezas, la censura, se agazapa, pretendiendo prolongar así su existencia, algunos autores cubanos han decidido exponerlo un tanto, confesando sus experiencias en tal sentido, en una época donde la simulación y la discreción, hacen de esta censura un ente casi tan ficcional como las obras que amputa. Mayor atención requiere este asunto por parte de los estudiosos, ensayistas e investigadores, para que en un futuro, de las siete cabezas del monstruo, por qué no, quede como máximo una, que podamos vigilar.