Y me hago azul profundo ante el horizonte,
allí donde vuela mi vista libre en abiertas pupilas.
Me acerco a tu orilla paso a paso.
Me diluyo entre arenas y espumas.
Me adentro al infinito para perderme en tu profundo
inframundo.
Y me hago aún más azul y más lejana,
tras brumas de amaneceres tardíos,
empapo esta piel de caracola y mi crin de algas.
Me alejo, tierra, de tu estancia, muy despacio.
Me evaporo sobre olas de mares y vientos.
Me elevo sin peso corpóreo, quebrada en minúsculas
partículas.
Y me olvido de los olvidos de las gentes.
Y perdono este adiós sin despedida.
Y me entrego a la línea que divide ese ayer que fue
de ese mañana que no será.
Me quedo en el alma de esos seres,
quienes miraron de frente, palpando soledades tristes
vestidas de inconformidad,
de incomprensión.
Sumergida en ahogos desde el desdén y el ninguneo,
valor de luchas a ciegas contra todos los poderes.
Y me voy sin regreso a la vida.
Y dejo vida en cada rincón de esta casa y su memoria,
y quizás permaneceré en trazos, versos y palabras.
Me llorarán algunos pocos, otros llorarán el no haber
escuchado esa voz poeta,
y lentamente,
en el horizonte azul y profundo,
se irá escribiendo mi nombre y quizás mi historia.
Soy,
Luz del Iris Paniagua.
Publicado originalmente en la antología Más allá del miedo es mi casa “Mujeres poetas contra la violencia” (Ediciones Deslinde, Madrid, 2021), con selección de Ivonne Sánchez-Barea e Ileana Álvarez, y prólogo de Milena Rodríguez Gutiérrez.