Una plaga de chinches en La Habana avanza con rapidez, sin que las autoridades ofrezcan soluciones a los riesgos sanitarios y psicológicos que provoca este insecto nocturno.
Municipios densamente poblados como Centro Habana, Diez de Octubre y Habana Vieja enfrentan infestaciones masivas. Se han vuelto comunes las escenas de colchones tirados en las aceras, señal de la desesperación de vecinos que intentan deshacerse de estos parásitos. Las familias carecen de recursos para costear fumigaciones privadas —que no siempre resultan efectivas— y tampoco reciben apoyo estatal para prevenir o controlar la plaga.
"Las fumigaciones son demasiado caras, y los remedios caseros no funcionan. Hemos probado de todo: agua caliente, exponer los colchones al sol en la azotea, incluso tuvimos que botar uno que estaba infestado", relata Mercedes Benítez, residente en Centro Habana, quien lleva meses lidiando sin éxito contra los insectos.
El testimonio de Mercedes coincide con el de Evelio Domínguez, vecino del mismo municipio, que asegura haber gastado más de 20 mil pesos en fumigaciones e insecticidas. "Si los vecinos no fumigan también, en cuestión de días vuelves a tener la casa llena", explica.
El avance de la plaga encuentra terreno fértil en las condiciones estructurales de Centro Habana, epicentro de la infestación. El hacinamiento, la falta de higiene, las viviendas deterioradas y con poca ventilación favorecen la expansión de los parásitos, mientras la humedad y el calor tropical aceleran su reproducción.
Control ineficaz y efectos en la salud
En medio de la crisis que atraviesa el país, marcada por la escasez de agua, los frecuentes apagones y el limitado acceso a insecticidas, controlar la plaga se convierte en un desafío casi imposible para muchas familias. La falta de recursos básicos no solo dificulta mantener la higiene, sino que también impide sostener tratamientos continuos, condición indispensable para erradicar los insectos.
Rolando Prats, especialista en control de plagas, explica que "las fumigaciones deben realizarse cada siete días durante un mes para romper el ciclo reproductivo de los insectos". Sin embargo, reconoce que los altos costos de los productos importados hacen que el servicio sea inaccesible para la mayoría. "Cada vez recibimos más solicitudes por chinches, pero muchas personas no pueden pagarlo", afirma.
Aunque la Organización Mundial de la Salud no considera a las chinches un vector de enfermedades graves, la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos advierte sobre los riesgos asociados a sus picaduras: reacciones alérgicas, infecciones cutáneas por rascado excesivo y problemas psicológicos como ansiedad, estrés crónico e insomnio. "No poder dormir tranquilo por las noches, sabiendo que te van a picar, es desesperante", lamenta Evelio Domínguez.
Antecedentes en otras provincias
Casos similares se reportaron en varias provincias antes del brote en la capital. El Hospital Psiquiátrico Gustavo Machín, en Santiago de Cuba, fue señalado públicamente en julio de 2025, cuando un paciente anciano fue grabado cubierto de insectos. Las denuncias recordaban un episodio anterior en el mismo centro, donde los internos habían sufrido durante meses sin que se tomaran medidas efectivas.
En Camagüey, el histórico Hotel Puerto Príncipe cerró a mediados de agosto de 2025 debido a una infestación tan grave que obligó a clausurar sus instalaciones y alarmó a los vecinos de la zona.
En Holguín, la ausencia de insecticidas como la permetrina en farmacias y mercados informales agrava la desesperación de los residentes, que deben recurrir a soluciones improvisadas mientras destruyen colchones y muebles infestados.
La provincia de Artemisa también se enfrenta a brotes en casas, escuelas y hospitales, donde las fumigaciones no consiguen resultados duraderos.
La plaga de chinches en La Habana no es solo una molestia doméstica, es un síntoma del colapso estructural, económico y sanitario del país. Para miles de familias, este enemigo invisible representa noches sin descanso, gastos imposibles y un desgaste emocional profundo.
La combinación de viviendas en mal estado, escasez de insecticidas y negligencia oficial ha permitido que el problema se extienda a hospitales, escuelas y hoteles. Sin un enfoque integral que reconozca la magnitud de esta crisis y ofrezca soluciones reales, las chinches seguirán ganando terreno en una sociedad que ya enfrenta demasiados frentes de precariedad.
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