La dificultad para conseguir comida alcanza también a los gatos callejeros en La Habana. En ese contexto sobresale la figura entrañable de Ángela, a quien en su barrio llaman “la madrina de los gatos”. Cada día dedica parte de su tiempo a alimentar a más de cincuenta felinos que deambulan sin dueño por las calles de la ciudad.
Con lo poco que consigue casa por casa, organiza raciones que reparte entre los animales que la esperan con puntualidad. La rutina se repite desde hace años y ha convertido a esta mujer en un símbolo de solidaridad silenciosa en medio de la precariedad.
A pesar de las carencias materiales, Ángela sostiene con pequeños gestos una red de cuidado que las instituciones estatales no ofrecen.