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Opinión | Javier Alejandro Bobadilla: “No se puede confundir soberanía con soberbia”

Javier Bobadilla habla de los futuros posibles de la isla, el papel de Internet en la transición a la democracia y la personalidad del cubano.

Javier Bobadilla (autoretrato).
Javier Bobadilla (autorretrato).

Aunque se trata de un razonamiento que nació con la civilización, muchos pensadores y filósofos contemporáneos —por hablar de los que aún viven y pueden replicar en las redes sociales— opinan que el punto básico de la “libertad de expresión” no estriba en la posibilidad o imposibilidad de poderla ejercer, sino en “qué” se va a expresar. Ello nos remite automáticamente al acto de pensar. ¿Pensamos lo que pensamos o lo que quieren que pensemos? La incipiente conectividad de la Aldea Global ha dado “voz y voto” a todo aquel que quiera compartir su desahogo, convirtiendo el espectro de la “democracia” en un gallinero infernal a punto de ser desplumado para su consumo.

En medio de semejante barahúnda, discernir códigos coherentemente direccionados constituye una tarea sumamente difícil. Me recuerda a la labor de un radioastrónomo buscando señales de “vida inteligente”. Para aquellos que no tengamos un adecuado adiestramiento (la mayoría) resulta muy frecuente interpretar ruidos como mensajes explícitos. Las redes están plagadas de opinadores, pero muy pocos son convincentes, carismáticos y portadores de sentido común, como para que le vayan detrás igual que al flautista de Hamelín. 

Javier Alejandro Bobadilla es alguien a quien conozco “analógicamente” hace bastante tiempo. En esa versión era un camarada de juergas y farras culturales. Cuando logré sintonizarlo en la versión “digital”, me costó trabajo identificarlo con aquel otro. Este se expresa como un politólogo o un economista; aquel era fotógrafo e informático. Tenía dudas si se trataba de la misma persona, y no es porque desconfíe de sus atinados análisis en las redes, todo lo contrario, solo que antes no había suficiente leña como para abordar temas tan candentes como los actuales. 

El periodista cubano Javier Bobadilla.
Javier Bobadilla (autorretrato).

¿Recuerdas la escena de Alien, el octavo pasajero cuando al personaje de Gilbert Kane le intentan extirpar el bicho de la cara? Cada vez que había alguna maniobra para separarlo, la criatura se aferraba más, estrangulando al oficial en coma. Bueno, finalmente parece que el bicho deja en paz a su hospedero, lo meten bajo el microscopio y todo eso. Para rematar, en la secuencia del refrigerio compartido por la tripulación, el aliencito prorrumpe en escena, como consecuencia de lo que parecía una indigestión fenomenal. ¿Crees que los cubanos llevamos un “revolucionario” dentro que nos impide desparasitarnos con objetividad ante lo evidente, o es 100% de temor al tratamiento el que nos lleva a la parálisis?

Algunos —ya la mayoría—, nacimos con el alien pegado. Delegamos muchas funciones biológicas en él. Ahora es simbiosis. Quitárnoslo de sopetón equivale a una muerte segura, o a una temporada de respirador artificial, diálisis, transfusiones, bolsita de colostomía, y después marcapasos de por vida. Y lo más importante, alguien que quiera encargarse del paciente.

La mayoría sabe de las complicaciones típicas de esa operación, sabe que los cirujanos que están atendiendo el caso están locos por dar cuchilla, y sabe que se ha hablado mucho, pero en el fondo teme que los dispuestos a cuidar al paciente, o no puedan con la carga, o están para quedarse con la casa. Así que la mayoría sigue con su bicho pegado. Es feo, tiene muchos tentáculos, da mal aliento, acidez y reflujo, no deja ver nada y constantemente quiere controlarte la mente, pero la alternativa de mearse y cagarse solo en una cama de hospital es peor.

Dicen que en Estados Unidos y en Europa eso se opera con anestesia local, te lo quitan, y te vas el mismo día para tu casa, pero para eso hay que llegar allá.

Tomando en consideración que nuestro país se ha autodiscapacitado en su gestión económica —como resultado de un dilatado amamantamiento soviético, que disparó otras muchas aberraciones estructurales, también heredadas de Europa del Este— ¿qué alternativas económicas efectivas consideras que podrían implementarse, aun suponiendo que siguiéramos bajo la égida “socialista” (aunque, desde luego, no con el mismo modelo)?

Un plan realista —creo yo— empieza donde estamos, sin contar con la ayuda que pueda llegar. La suerte no se planea, se aprovecha. Lo más importante es eliminar los monopolios. Un monopolio es fatal para la economía, imagínate cuatro: agricultura, turismo, telecomunicaciones e importaciones. “Eliminar el monopolio” no quiere decir sacar al Estado completamente del juego.

En el caso de la agricultura, el Estado seguiría siendo el dueño de la tierra, pero eliminaríamos Acopio y toda la planificación estatal. Se les permitiría a los agricultores gestionar sus propios recursos e importar lo necesario para funcionar, además de que al principio tendrían los impuestos más bajos. Tarde o temprano, la agricultura creará una demanda para que las industrias produzcan en Cuba lo que antes se importaba.

En el turismo, se debería fomentar la iniciativa individual. Quizá el particular no tiene dinero para construir un hotel; el Estado sí. Pero el particular puede llevarte a pasear por La Habana en una Ural con sidecar, o a una fiesta de santo, o a los bares que más “pegaos” están. El Estado ha demostrado una monumental falta de creatividad en estos temas. Que conste, había mucha gente haciendo esos trabajos, pero no legalmente, y sin apoyo ni garantías más allá de las de Airbnb.

Telecomunicaciones, bueno... ETECSA va a estar ahí por mucho tiempo, pero la competencia se vale.

De las importaciones, las empresas importadoras estatales también pueden seguir ahí. Pero tiene que haber competencia, y está suficientemente demostrado que los particulares pueden hacer ese trabajo ilegalmente, perseguidos y multados a la perfección. ¿Cómo lo harán cuando no tengan la presión del gobierno? Ponle a eso un sistema de impuestos funcional, y déjalo reposar cinco años. 

Habida cuenta que nuestra tradición feudo-colonial, tercermundista y latinoamericana, con un patrón occidental mestizado en apenas medio milenio, dista exageradamente de la china y la vietnamita, ¿crees que algunas de sus laboriosas metodologías, todavía signadas por el Modo de Descomposición Asiático, sean aplicables al contexto cubano?

Somos diferentes. Conste que se intentó. Ya nos sacrificamos por la Patria, por el Comunismo, por los Diez Millones, por las Conquistas del Socialismo, por el Partido, y ahora por la Continuidad. Cada vez se pide por algo más abstracto y menos interesante, y cada vez funciona menos. La gente prefiere que se la trague un tiburón en el mar.

En Asia hay miles de años de experiencia de imperios masivos, y de sacrificio de la individualidad en supuesto beneficio de la masa. Lo llevan en el ADN. Esa arrancada de todo el pueblo trabajando fervientemente por el futuro, ganando un dólar al día durante diez años, no va a ocurrir aquí.

La espada de Damocles de la vecindad norteamericana ha gravitado sobre nuestros soberanos designios, incluso mucho antes de que alcanzáramos la performática independencia. De hecho, una de las primeras corrientes políticas para ahuyentar el dominio español fue el anexionismo. De modo que siempre hubo fuertes intereses a ambos lados del Estrecho de la Florida para propiciar un amancebamiento: estadounidenses dispuestos al chuleo, y cubanos que quieren que le hagan upa, upa hacia el final de la espalda. Pura geopolítica. ¿Qué chance hay de ser política y económicamente soberanos con semejante encuadre, pensando que a la tectónica continental le tomará millones de años alejarnos del actual escenario?

Un socio me dijo un día: “¡Si yo pudiera remolcar a Cuba y ponerla al lado de Australia...!”, y yo le dije que también tenía que remolcar a Miami. No sé en el siglo XIX, pero en lo que resta del XXI, Estados Unidos va a seguir siendo una variable con mucho peso en el futuro de Cuba. Ahora bien, desde el principio de la historia han existido las potencias, y los pequeños países alrededor, y aquí estamos. No nos extinguimos por eso.

El problema viene al confundir soberanía con soberbia. Ahí tenemos a Finlandia, que siempre ha tenido frontera directa con Rusia —o con la URSS—; Suiza, que tiene frontera con Alemania; Mónaco con Francia; Irlanda, con Inglaterra. Deberíamos ver un patrón en esto. No les ha sido fácil, pero han logrado ganar respeto. No quiere decir que el más fuerte haya dejado de ser el más fuerte, pero el respeto es un asunto diferente de la fuerza. Claro, el respeto tiene que empezar por la casa, para que te crean en el barrio.

Volviendo a Alien…, aquí. Hay preguntas que te perecerán ingenuas, pero detrás de lo evidente se esconden muchas cosas todavía. ¿Cómo nadie previó la manera alarmante en que nos alejábamos del respeto a la pluralidad ideológica y política, que prefigura cualquier sociedad humana, después de 1959? Bueno, no es que alguien no lo haya previsto, sino que no pudo impedirlo. ¿Cómo sucedió ese empoderamiento para enseñarnos, de una vez y por todas, que el ajiaco de Don Fernando debía cristalizar a la cañona, incluso con la nueva división clasista que se nos ha develado, pretendiéndose humanista y transformadora en algún momento?

De la misma forma en que fuimos casi el último país en independizarse de España, de la misma forma en que aceptamos la dictadura de Machado, y la de Batista dos veces. Como mismo nos íbamos a suicidar en la Crisis de Octubre, como fuimos a la guerra de Angola; y como fuimos a recibir a Nyerere: “sin saber quién eres”. Firmando sin leer, votando sin pensar, hablando por detrás y callando por delante, y aceptando sin cuestionamientos la figura del macho dominante y salvador, que nos excita y nos domina sexualmente. En Cuba, Trump hubiera hecho no dos, sino diez mandatos. Se hubiera podrido en la silla del Salón Oval. En resumen, no teniendo conciencia política. 

¿Qué piensas del letargo del que se está desperezando la sociedad civil cubana? ¿Cuánto tiempo le tomará perfilarse, entre las restricciones internas y el mucho ruido de afuera, considerando que cayó en coma hace más de medio siglo y viene a despertar en un futuro donde ya hay carros que vuelan?

Si bien no aspiro a que florezca súbitamente una conciencia política y de masas, veo que en los puntos de “hablar por detrás y callar por delante” y “aceptar la figura del macho dominante y salvador” estamos mejorando muchísimo. La clave de todo es la Internet. La única salvación de la Continuidad es volver a quitar la Internet. Eso Fidel siempre lo tuvo extremadamente claro.

¿Cuánto tiempo?, no sería capaz de decirlo. Se habla mucho de unidad, pero sólo porque es una palabra con la que nos criaron. No se han dado cuenta de que lo que necesitamos es todo lo contrario. Necesitamos diversidad de intereses, gente que llegue desde A hasta C, pasando por B, pero también gente que lo haga pasando por T, y que no quiera dar explicaciones de porqué siguió ese camino. El ruido se combate aumentando la relación señal/ruido. Mientras hablemos bajito y sin convicción, esperando a ver qué dice “etequetacatrá”, o tratando de estar de acuerdo con el compañero que habló anteriormente, el ruido —sobre todo de afuera— nos va a ahogar.

Primero despertarse y empezar a funcionar independientemente. Algunas de las cosas más uniformes del universo están compuestas de infinidad de cosas menores, que ni siquiera saben que son parte de una cosa mayor.

¿Para qué te citó la Seguridad del Estado hace unos días?

Supuestamente era para hablar de Archipiélago. Pero eso duró muy poco, y entonces empezamos a hablar de mí. Posiblemente "estaban pa’ cosa" desde hace unos meses, pero yo no era de interés táctico. No pasaba de ser una curiosidad en el ecosistema. Era como la tortuga, que es un animal muy aerodinámico, pero como no tiene nada que ver con esta película, lo dejamos fuera. Firmé la convocatoria a la marcha y, súbitamente, era aerodinámico y tenía mucho que ver con la película.

Contrario a lo que yo pensaba, me conocen y me leen. Incluso lo disfrutan, según ellos mismos. Sus principales preocupaciones son las posturas violentas y/o radicales, los grupos de Miami, los académicos que estudian la caída del bloque socialista europeo, y ese tipo de cosas. Y no les gusta la juntamenta con ese tipo de cosas. Me lo han dejado claro.

Cuando era niño, mi abuela Margot solía decirme que la juntamenta era mala, así que ya estoy acostumbrado. Tampoco es que yo sea muy dado a la juntamenta. Mi abuela también decía que “el buey solo, bien se lame”.  

¿Cuánto le debes a tus estudios académicos y a tu autodidactismo para enfocar la realidad cubana de la manera que lo haces? ¿Sigues haciendo fotografía?

Estudiar Ciencias de la Computación provee de una forma de pensar. Enseña a tener una explicación lógica, hasta el menor detalle, para todas las acciones. Se van añadiendo partes, hasta que se llega a un todo.

En algún momento practiqué esgrima japonesa, que tenía un enfoque muy diferente. No estaba centrada en la lógica, sino en la intuición. Se partía de una acción completa, predeterminada y generalmente sin explicación, y se repetía hasta que empezara a tomar sentido.

En el arte, me enseñaron una cosa, y es que no hay un lugar al cual llegar. Producir arte es tener una necesidad estética, y satisfacerla. No tiene sentido, de antemano, proponerse hacer un -ismo determinado, o usar una técnica determinada, si no va a satisfacer la necesidad, o va a terminar siendo una experiencia opresiva, y no liberadora. Creo que todo esto es aplicable.

Fotografía, hace tiempo no hago. He apretado el obturador, pero no con “ese” sentido. Posiblemente vuelva, cuando termine de escribir. Ahora mismo, esta es mi experiencia estética liberadora.

Amilkar Feria Flores

Amílkar Flores

La Habana (1967). Escritor y artista visual. Licenciado en Pedagogía en Artes; Diplomado en Antropología Cultural y en Producción Simbólica. Ha ejercido como ilustrador gráfico, analista de prensa, periodista y profesor universitario. Ha publicado, entre otros, los títulos: Las dulces horas (Premio Pinos Nuevos 2007 (Poesía, Unión, 2008)); Algunas animalezas y otras bestialidades (Narrativa, Ediciones Extramuros, 2010 y Crónicas diluvianas (Narrativa, 2010). Cuenta con numerosas exposiciones personales y colectivas en Cuba y el extranjero. Actualmente desarrolla el proyecto de experimentación artística Observatorio Entrópico de Palatino.

Comentarios:


Marlis Serrano (no verificado) | Lun, 20/12/2021 - 18:43

Este muchacho tiene una inteligencia a tener en cuenta , a no ser pasada por alto , es agudo y preciso sin perder la esencia de su entorno , nos retrata claro y diáfano , es un placer leerlo sentirte reflejado , y no puedes menos que admirarlo y seguirlo .
Sin dudas un tanque pensante .

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