Compilado por Andrés Isaac Santana, el libro Lenguaje sucio produce en estos momentos un nuevo challenge en las redes sociales. Luego del anuncio de su venta en amazon, varias personas con entusiasmo han hecho gala de su compra. Esta antología editada por Hypermedia en este 2019, desde la propia portada seduce. La imagen central está a cargo de Aimée Joaristi, con Manifiesto púbico, título de la acción artística en la que Joaristi con una representación de un pubis ha intervenido distintos espacios públicos en ciudades como La Habana, Tokio, Japón, Madrid, Venecia, Sudáfrica y San José de Costa Rica.
Andrés Isaac es un crítico, ensayista y comisario radicado en Madrid, que ya nos tiene acostumbrados a exitosas compilaciones, como Nosotros los más infieles. Narraciones críticas sobre el arte cubano (1993-2005).
Luego de haberse estrenado en Miami en Books & Books, entre colegas y artistas cubanos como Rubens Riol, Sandra Ramos, Elvia Rosa Castro, entre otros; Lenguaje Sucio llegó a la Habana a través de la Galería Taller Gorría. En este espacio, el crítico de arte Jorge Peré Sersa, estuvo a cargo de la presentación. Además, un ejemplar de esta antología fue donado por su autor a la biblioteca del Instituto de Artivismo Hanna Arendt, espacio independiente fundado por la artista Tania Bruguera, con sede en La Habana Vieja.
¿Cómo nace Lenguaje sucio?
De la necesidad de continuar un proyecto anterior Nosotros los más infieles; una antología bastante voluminosa de mil páginas que estableció un criterio, estableció por vez primera un mapa posible donde incursionaron voces ya consagradas en diálogo directo con voces que en ese momento estaban emergiendo: Suset Sánchez, Yissel Arce, Nahela Hechavarría, el que suscribe.
Este libro viene a ser justamente eso, una gran cartografía, a mi consideración, la más acabada y prolija, de la configuración del discurso crítico en torno al arte cubano y sus infinitos derroteros, estilos, maniobras discursivas y perspectivas ideológicas.
Nombras el primer capítulo del libro: "disidencia", un término cargado de estigmas dentro de la institución cubana. ¿Cómo defines lo disidente dentro del arte cubano?
Inicio el libro con un texto que escribió Magela Garcés donde traza las cien preguntas que ella considera las más sintomáticas en torno al arte cubano. Un texto que supuso la expulsión de su trabajo. Es muy audaz, muy atractivo desde el punto de vista de las ideas y el arbitraje de las mismas. Pone en crisis algunas zonas, cuestiona y/o enaltece otras, y creo que el libro en el resto de las mil y pico de páginas que vienen después, da respuesta de algún modo a ese número de preguntas, por tanto creímos oportuno establecerlo como punto de partida al resto de lecturas que se suceden después.
El arte cubano ha sido desde siempre, por una razón u otra, desde una perspectiva u otra, disidente. Sin embargo creo que esos ámbitos de disidencia, cada vez se van readecuando de diferente manera. No es lo mismo la bravuconería del arte de los 80, que la disidencia que se está sucediendo ahora. No es lo mismo hablar de una figura como la de Tania Bruguera de principios de los 90, que hablar de una Tania Bruguera en el contexto de la cultura cubana, y de la praxis simbólica cubana en el momento presente.
O analizar el trayecto enfático de un Luis Manuel Otero Alcántara, que además está estigmatizado por todas las partes y que sí genera, y es embajador de una política o de una estética de la disidencia, porque se mueve en los límites, en el campo de la institución arte que dice qué es lo válido. Incluso rozando la incomodidad en el ámbito de lo ideológico, en el ámbito de los aparatos censores y administrativos de un capital cultural que lo quieran o no se les va de las manos.
Si hablamos de disidencia en el arte cubano, podemos ver que ha sido un impulso o ha sido una vocación, y una perspectiva que considero ha permeado al arte cubano, ha permeado incluso el discurso sobre el arte cubano. Están los críticos un tanto más disidentes, están los artistas un tanto más disidentes. Pero todo esto, insisto, no es un concepto cerrado. Estos conflictos subversivos, estos conflictos de irreverencia o de interpelación al sistema, o de interpelación al cánon, se readecúan según las relaciones de poder en las que esos impulsos disidentes entran en juego o frente a esos campos de autoridad en los que estos se nombran a sí mismos o pasan a ser nombrados por el propio campo como gestos disidentes.
Hypermedia ha sido la editorial encargada de este libro tan voluminoso de más de mil páginas. ¿Cómo fue el proceso de trabajo?
Mi idea de continuar el libro ya lo había hablado en mi visita última a Cuba en el mes de abril, incluso con el artista Adonis Ferro. Con él me senté e hicimos un primer listado de esos nuevos críticos que yo no controlaba desde la península. Y ahí empezamos a establecer los primeros cómplices implicados y sucios.
A mi regreso a Madrid, el editor jefe de Hypermedia, Ladislao Aguado y yo tuvimos una comida, nos reunimos frente al Teatro Español y ahí comenzamos el proceso, que como todo proceso siempre es complejo, supone tensión, etc. Ningún trabajo intelectual está exento de este tipo de dinámicas afectivas, emocionales y hormonales incluso. Pero llegamos a feliz término con estos dos volúmenes que analizan el pensamiento crítico en torno al arte cubano en los últimos 20 años. Aportación que evidentemente es sintomática para el sistema cultural cubano, para la enseñanza del arte en Cuba y para el ejercicio del propio pensamiento crítico.
Por todo esto yo estoy profundamente agradecido a Hypermedia, pues no es fácil asumir un proyecto de estas características.
Cuentas con un aval importante como antologador, algo que te brinda perspicacia a la hora de seleccionar los textos. En este caso, y ahora que el libro ya está accesible, ¿sientes que ha quedado algo fuera?
Esta pregunta de lo que quedó fuera, es muy recurrente en este tipo de trabajo como también lo es en todo tipo de curaduría. La curaduría como un ejercicio de edición también, de jerarquización, de mapa. Siempre va a haber el cuestionamiento de algo que se quedó fuera, sin embargo, creo que el libro es bastante extenso justamente por ello, porque intentó en gran medida hacer una criba de toda esa crítica. Incluso hay un capítulo último, donde quizás todos los textos no tengan un rigor intelectual alto, sin embargo están porque regularizan una discusión, establecen los parámetros de una discusión en torno, por ejemplo, a un fenómeno bastante complejo que es el Decreto 349 y digamos esas voces que se opusieron a la regencia de ese Decreto, de ese nuevo espacio de censura, de ese nuevo espacio de mal arbitraje de los discursos políticos cuando hacen su intromisión en el ámbito de la cultura. Evidentemente quedó algo fuera, no sé ahora mismo decirte exactamente qué, pero el tiempo en este tipo de cuestiones es quien tiene la última palabra.
En tal caso estoy profundamente feliz con este trabajo que he realizado en un tiempo récord, pues este proyecto comenzó a principios del mes de mayo.
¿Si compararas la antología Nosotros los más infieles con Lenguaje sucio, cuáles diferencias, a grandes rasgos, podrías señalar entre un contexto artístico/teórico y otro?
Entre Nosotros los más infieles y Lenguaje sucio no creo que haya grandes diferencias. Hay un cambio que es obvio, y esa obviedad no la asumo como una diferencia sino como una consecuencia lógica y presumible de la historia. En esta antología hay un grupo de nuevas voces que están gestionando un ámbito discursivo, que están interpelando los sistemas de poder, que están posicionando poéticas, que están advirtiendo de nuevos enclaves teóricos. Hay en Lenguaje sucio algo que sí me llama poderosamente la atención, y que es una diferencia que celebro y de la que me siento orgulloso, por haber podido dar constancia a través del libro, y es la presencia mayor de críticas mujeres.
Por otro lado existe algo que ya decía Rubens Riol en la presentación del libro en Books & Books, y es la existencia de una escuela de crítica cubana. Efectivamente, la hay, y en contraste con lo que puede pasar en otros países, como en España, por ejemplo, donde vivo, y donde el sistema cultural es de una calamidad alarmante. En Cuba, a pesar de todo, hay una estructura de pensamiento que es envidiable.
Magaly Espinosa, maestra de maestras, me decía en un momento determinado de este proceso que cuando el pensamiento cubano se reúne es extremadamente poderoso. Y de hecho la evidencia palmaria de todo esto, es el cuerpo de textos que se organizan en torno a estos dos volúmenes.
¿Hay otras antologías futuras?
Sí existe una próxima antología, estoy trabajando en una nueva que se titula Clítoris. Es un libro voluminoso, no tanto como este, pero donde voy a hacer la primera gran cartografía de la presencia de la mujer en el arte, y la existencia de mujeres artistas. Es decir, va a ser un libro de poéticas. Estoy muy contento por el poder de convocatoria que me asiste, la posibilidad que todo el mundo quiera colaborar, el hecho de que ya tengo más de 60 textos en torno a artistas mujeres cubanas.
Algo que sí me resulta sintomático es el hecho de que existen muchísimas artistas excelentes que no cuentan ni siquiera hoy con un aval crítico que respalde o que legitime la obra, algo que resulta preocupante.