Su extraño mundo ve el hábito de la carne combatiente,
las noches de destierro sobre su hora triste.
El mundo duerme lidiando con la guerra,
pero bajo su espalda el hierro ha ejecutado
la negrura del alba en la caricia,
la esperanza del instante como pájaro secreto.
Con ojos incesantes se abraza al mundo y no lo
encuentra,
para Laura la infamia se ha obstinado,
la podredumbre del hombre guerrero antes que la
sombra,
antes que la gloria sangrienta.
—La han matado—
y gritamos al lado de la muerte las cosas que del mundo
importan
pero la sangre se sigue derramando.
Los golpes se ocultan en el astro o el muro,
en el inútil intento de un sótano que no se abre,
en las instituciones que no se abren,
en las casas que cierran sus ventanas
o sus puertas para guardar silencio,
esconder bajo el fango el cuerpo o el esfuerzo
y sofocar al lenguaje en la palabra que se calla.
Yo he visto la llanura y es oblicua,
la labor de nuestras voces ardiendo en las ciudades,
la caravana de gritos.
Acaso no es suficiente gritar también en los recintos,
en las calles, sangrar la letra de todos los días
para que cambie la penumbra,
las latitudes ignorantes de nosotros mismos
en nuestra piel de estrépito o ceniza,
de haber dicho también BASTA
en el interminable suceso de la historia.
Publicado originalmente en la antología Más allá del miedo es mi casa “Mujeres poetas contra la violencia” (Ediciones Deslinde, Madrid, 2021), con selección de Ivonne Sánchez-Barea e Ileana Álvarez, y prólogo de Milena Rodríguez Gutiérrez.