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Escritores | Entrevista a Francis Sánchez: (Des)ahogos vertidos (+ video)

"La libertad, para mí, no consiste en algo abstracto que dependa de controversias metafísicas. Es una posibilidad objetiva, concreta, inseparable de la naturaleza humana: o soy libre o no soy yo".

Poema visual de Francis Sánchez, de la exposición Deshechos humanos
Poema visual de Francis Sánchez, de la exposición Deshechos humanos | Imagen: Francis Sánchez
Imagen: Francis Sánchez

(Diálogo con Francis Sánchez a propósito de su exposición de poesía visual Desechos humanos*)

¿Qué hacer cuando la realidad y el diarismo te atrapan y se tornan un desfiladero difícil de transitar? El arte y sus caminos pueden ser esa válvula de escape que encuentren algunos para desatar lo que les atraganta, lo que han querido transmitir, pero otros de arriba no le han dejado, lo que duele y apasiona, la verdad en la que creen firmemente.

La poesía visual es uno de esos derroteros que ha tomado Francis Sánchez, y en su trayecto como reconocido escritor dentro y fuera de Cuba, esta manera de crear resulta de sus más contemporáneas formas de expresión, aplaudida por sus seguidores, por quienes le acompañan en sentimientos, y vilipendiadas por aquellos a quienes les resultan incómodas cosas ciertas, inevitables, ruidos para sus oídos.

La más reciente exposición de Francis, Desechos humanos, continúa esa trayectoria por el mundo de la poesía visual e implicó retos diversos: el de verse envuelto nuevamente por la censura, el de buscar la vía ¿alternativa? para que finalmente su proyecto fuera conocido en la Isla de algún modo, el de sortear los obstáculos para decir, que es, a fin de cuentas, lo esencial.

En tus palabras, en la presentación de la exposición Desechos humanos, opinaste que actualmente es un acto de fe crear en Cuba, ¿por qué?

Nos han quitado el tiempo, hemos perdido la vida en Cuba, somos simulacros de una fantasía erótica o histórica producida por una chatarra política. La mayoría aquí está tratando de emigrar, igual que huir de la cueva de Platón, para obtener algo por sí mismos, un destino propio, aunque sea la muerte. Vivimos orgullosos de sobrevivir, sin saber para qué, en una isla que se muerde la cola, no tenemos suficiente fuerza de concentración ni para imaginar qué hay más allá, y tampoco estamos seguros de dónde estamos metidos. Entonces, no sabemos muy bien para qué crear, por qué seguir tratando de armar una figura. A veces parece un acertijo que solo incumbe a Dios.

En realidad, esa noche de la inauguración, temía que de un momento a otro entrase la policía poniendo fin a “otro acto subversivo”, como se suele decir, de un “grupúsculo de elementos antisociales”. Yo había llegado allí “casi” por azar. Con mi proyecto gané una beca convocada por la embajada de Noruega, tenía que realizar esta exposición dentro del año. Primero me la aprobaron en la galería de la ciudad de Ciego de Ávila; sin embargo, al final la censuraron, no sin antes hacerme perder meses esperando una respuesta “de arriba”. Pensé montarla en mi casa, pero desde la embajada dijeron que un proyecto premiado nunca debía cumplirse en el hogar del propio artista. Seguí buscando algún sitio, no aparecía nada, el año se acababa, y entonces supe por las redes sociales que Amaury y el grupo Omni-Zona Franca estaban rescatando el festival Poesía sin Fin. Desde el principio yo había participado en estos festivales, cuando se hacían en Alamar, incluso estuve con ellos en días muy difíciles, la vez que fueron desalojados de la casa de cultura de aquel municipio, recuerdo una caminata que hicimos a El Rincón en medio de un fuerte despliegue policial. Llamé a Amaury y, como siempre, me dijo “sí, ven, te estamos esperando”. Le expliqué que no me importaba si sería bajo un puente o en un garaje, pero quería inaugurar mi exposición allí, con ellos. Y así se hizo, en el lugar donde Manuel Alcántara sitúa su Museo de la Disidencia, en La Habana Vieja. Allí me llevaron las circunstancias, pero, en definitiva, fue solo “casi” por azar. Acudieron algunos amigos, y personas que no conocía hasta entonces, pero muy valiosas. “Esta es la Cuba a la que pertenezco —dije en las palabras de agradecimiento—, apartada, casi a oscuras, medio en ruinas…” Vivir y crear en estas condiciones, claro, es un salto al vacío.

Público en la exposición de poesía visual de Francis Sánchez en La Habana, 2017
Imagen: Francis Sánchez

Desechos Humanos fue censurada al intentar presentarla en la galería de Ciego de Ávila. ¿Crees que la censura, aunque es un acto que atenta abiertamente contra la libertad creativa, aporta cierta dosis de interés hacia una obra o proyecto?

Un premio no hace mejor o peor a una obra, tampoco la censura. Pero, a la hora de guiarnos como lectores entre estantes revueltos del presente o de épocas pasadas, ayuda fijarse en lo uno o lo otro, en las condecoraciones o en los castigos. Parece que la mejor película de guerra soviética fue una que censuraron los comisarios del Kremlin —La comisaria—, pero, ¿hay casualidad en ello, tratándose de un sistema opresivo? Durante periodos estructuralmente funestos, como el de la Colonia, sabemos que los espíritus de luz encontraban su lugar en la mazmorra o el destierro. Algunos libros de poesía que mejor recordamos de las décadas de 1960 y 1970 en Cuba, o no se publicaron o casi no circularon. Personalmente preferiría revisar el arte cubano desde atrás hacia delante y desde afuera hacia adentro, o sea, empezando por lo que fue tirado o tachado. Claro, jamás debiera existir la censura, y menos por motivos ideológicos. Pero, si te apartan, debes ser digno de esa selección. He adoptado últimamente la filosofía de nunca ser yo el que me censure. Respeto a escritores y artistas que dicen que nunca publicarían o expondrían sus obras en este país hasta que tales o más cuales cosas cambien. Quieren aclarar su vida separándose de aquello con lo que no se identifican. Semejante posición, que he practicado en parte de mi vida, me deja un poco confundido a la larga. Necesito estar seguro de cuál es el papel que cumplo, y no soy el censor, ni el perseguidor, así que me propongo nunca relevar a otros de esas funciones. Soy quien tiene algo que decir e intentará decirlo con la mayor dignidad posible. Sobre la censura a la exposición “Desechos humanos”, publiqué en mi blog una nota explicando los hechos, con nombres y apellidos. Pero, mira tú, ni así se libra uno de las tergiversaciones. Cuando en Diario de Cuba se hicieron eco de esta denuncia, hubo quienes comentaron que seguro andaba buscando algún escándalo beneficioso y me exigían que hubiese encontrado otro espacio donde exponer antes de contar lo sucedido. Siempre hay quienes esperan que seas un perfecto pisoteado y, si se detienen a mirar cómo yaces en el piso, esperan que te retuerzas con cuidadosa elegancia.

El concepto de libertad lo manejas en la mayoría de tus obras y aparece nuevamente en Desechos humanos, ¿por qué?

La libertad, para mí, no consiste en algo abstracto que dependa de controversias metafísicas. Es una posibilidad objetiva, concreta, inseparable de la naturaleza humana: o soy libre o no soy yo. Quizás se deba a la persistencia con que la he necesitado cotidianamente dentro de esta isla que me tocó, inventándola por partes, según las versiones de una libertad subjetiva, una libertad interior, una libertad de la imaginación... que tengo conciencia de su dimensión real y única. Pienso en la libertad como algo no menos imprescindible que el agua cuando sentimos sed.

Las interioridades de un autor y sus motivaciones para el proceso creativo son interrogantes que muchas veces nos hacemos como lectores. No se trata de develar secretos creativos (si es que los hay) pero está latente ese interés por saber qué se esconde detrás de las palabras, de las imágenes. Por eso, la motivación a hurgar un poco en lo que mueve a Francis para hacer un texto, para montar una exposición, para sacar de adentro el torbellino de ideas que le acompaña.

Refieres en una entrevista anterior que el único tema en tus creaciones es ser tú mismo, ¿cómo conjugas eso con expresar las inquietudes y deseos de la generación de artistas a la que perteneces?

Me puedo emocionar y se me pueden salir las lágrimas con facilidad. Por tanto, independientemente de mis preferencias, vivo siempre impactado por lo que ocurre a mi alrededor. En ese sentido, doy por hecho que, cuando expreso mi visión interna, hablo también en nombre de lo que considero “lo mío” y “los míos”, aunque no me lo proponga. Dentro de ese caudal arrastro las voces de “mi generación”, los sobrevivientes de derrumbes específicos, quienes tuvimos que comernos ciertos sueños sin masticar. Pero, mi identificación con mi tiempo, con mi gente, o con cualquier segmento social, no va tanto a lo artístico. Quizás sea porque he visto la hipocresía del ambiente intelectual y cultural de mi país, cómo la élite se cocina en su propia saliva, dentro de organizaciones retrógradas, dándole la espalda a las verdades más duras de la sociedad, simulando, adulando, sobándose el ombligo porque el mandamás los llame “escudo y espada de la nación”. Esos son los primeros que te dejan solo cuando ven tu nombre en una lista negra. En resumidas cuentas, soy más bien solitario, y prefiero pensar en gente de la calle, de carne y hueso. Desconfío de las clasificaciones y los pactos con que se suele soldar una “generación de artistas” invocando sucesiones o rupturas a veces falsas. El arte de “mi generación” creo que coincide en la importancia del individuo, la dignidad de las personas sin etiquetas estéticas, políticas ni económicas. Tengo derecho a sentirme contemporáneo de todos los seres humanos que han estado asustados bajo el cielo, desde el primero hasta el último.

2-Exposición censurada de poesía visual de Francis Sánchez, La Habana, 2017
Imagen: Francis Sánchez

Rafael Almanza al referirse a tu muestra Cicatrices opinaba que tus obras eran “carteles de política que son poesía”, ¿es esta tu intención como creador?

Almanza significa un referente tremendo para mí, por varias razones, en la dignidad del vivir. Que escribiera las palabras del catálogo para mi primera muestra, me llena de orgullo. Cuando él alude a la “política de la poesía”, pienso en un acto de resistencia desde una soledad numerosa. Sin embargo, para evitar malentendidos, siempre aclaro —me digo— que no soy un político, así voy poniendo orden en mis sentimientos, remitiéndome a un concepto particular de la política: lucha por el poder. Esto lo he tenido que explicar no solo por convicción, sino incluso en defensa propia, ante un uniformado. No me atrae ningún tipo de poder fáctico. Carezco de las virtudes que se necesitan para ese estado supuestamente superior del pensamiento —como nos inculcaban en las escuelas marxistas— que sería “cambiar la realidad”. Es más, detesto a los supermachos, la carrera de la política y esas “máquinas ideológicas” que funcionan solo a base de éxitos y manipulaciones. Mi espíritu está con los que se sacrifican y prefieren perder, dejarse arrastrar al agujero de las verdades humanas. Sin embargo, también coincido en que las oposiciones respecto al poder resumen todas las diferencias sociales, por lo que los derechos políticos sintetizan todos los demás derechos. En este tema, me aparto por completo de cualquier tipo de totalitarismo, y del uso de la violencia, en absoluto. El derecho a opinar sobre política, narrar mi vida, o denunciar injusticias, lo hago cumpliendo un derecho humano básico y el deber de exteriorizar en arte mi personalidad. Verdad que juego con carteles, consignas y política en general, porque son “juguetes” que me pusieron dentro de la cuna, no me ha quedado más remedio, pero creo que la poesía visual es una manifestación diferente a la cartelística y a otras argumentaciones lógicas y tendenciosas. Con un poema visual no transmito solo mensajes o intenciones, estoy recreando una relación de tensiones internas, preferiblemente contradictorias. 

Referiste con anterioridad que una de tus fuentes de inspiración está en los sueños, ¿cómo combinas esas expresiones oníricas con lo que quieres expresar de la vida real?

Sueño mucho, o, mejor dicho, suelen quedárseme pegadas historias fantásticas cuando despierto. En otra época de mi vida fue una forma de compensar cierta falta de relaciones sociales, y el “defecto” siguió conmigo. Vigilia y sueño, unas y otras “realidades”, todas, forman parte del mismo acontecimiento, la situación real y única que es la vida. Cumplo en sueños una biografía más verdadera, más interesante. Sin embargo, nunca sé muy bien qué está pasando dentro del sueño, ni mucho menos qué debo hacer, cómo “combinar” o responder. He tomado algunos sueños o pedazos, a veces me quedo con una imagen, una palabra o un aire de nostalgia. Algo curioso que suele ocurrirme es que entro en poemas no confeccionados con palabras, sino con objetos, acciones y lugares, recibiéndolos como a obras de otros autores, por ejemplo, de Eliseo Diego, y los “leo”, excitado, lleno de admiración por las obras de “otros”. Suelo retirarme hacia la vigilia con un sentimiento de fracaso y vergüenza, pensando que yo nunca podría realizar algo así, tan vital, hasta que me doy cuenta de que, si el poema estaba en mi mente, en mi sueño, entonces era una obra que me pertenecía. En ese momento ya desperté y lo he perdido.

Quizás si se pregunte en Cuba sobre poesía visual el gesto de duda y desconocimiento aparezca con frecuencia. No es tendencia en las galerías “oficiales” encontrar este tipo de creaciones. Las razones, pueden ser múltiples, como las que tienen al país sumido en carencias de todo tipo. Pero hay algunas luces, que pueden luego con el paso del tiempo, avivarse, si se sigue impulsando y encontrando adeptos en varias partes. ¿Por qué continuar con la poesía visual para transmitir ideas, sentimientos?

Me atrae la poesía visual por la posibilidad de transgresión y aventura, resulta divertido, se arma una comunicación espontánea y es un lenguaje sin fronteras. He visto en Praga a públicos de diferentes países detenerse ante mis obras y responder con reacciones afirmativas, entienden, pasean, entran y salen de mis símbolos, esa experiencia creo que como escritor nunca la hubiera logrado. La poesía visual nos lleva de vuelta a la libertad del caos original, después de las formas, todo parece posible otra vez. Pero, además, para mí resulta una cuestión de necesidad primaria. El trabajo solitario del escritor tiende a congelarme, cuando por mis ideas en la patria que me tocó estoy ya bastante aislado. Andando entre los escombros de mi tiempo, he sentido que el sistema de esta isla me aborta, vivo cercado por imágenes y palabras de mentira, traspasado por el miedo, entonces necesito objetualizar mi verdad interior, recibir o inventar noticias de mí, saber que hay algo más definido y humano que puedo poner delante de mis ojos y los de otras personas.

La poesía visual en Cuba es un campo que aún necesita explotarse más, ¿cómo crees que esto pueda desarrollarse con el paso del tiempo según el camino que sigue?

Hay increíbles oportunidades creadas a partir de la computación. Se están abriendo muchas compuertas, por gente que viene de las artes plásticas y del diseño gráfico, aunque a veces sin conciencia de que hacen poesía visual. He estado en una exposición de un escultor que se asombra cuando le refiero que sus obras son poemas visuales. Lo que más escasea ahora son autores provenientes de la literatura. En definitiva, la poesía visual resulta un espacio de confluencia, donde todas las aguas se reúnen. Por desgracia arrastramos en Cuba una gran pacatería, unida a muchos complejos culturales, y el molde, la simetría de nuestra tradición lírica que viene desde el siglo XIX se impone con la misma tosquedad de las antiguas galeras de plomo de las imprentas. Además, van faltando esos ojos avizores que tamicen el ambiente creativo, aunque ya contamos con las primeras selecciones de poesía visual, gracias a poetas devenidos investigadores y críticos, como Yornel J. Martínez y Raydel Araoz, este último autor de Las praderas sumergidas. Un recorrido a través de las rupturas poéticas (Premio Alejo Carpentier de Ensayo, 2015). No sé qué va a ocurrir mañana. Pero, imagino que, de irle mejor a Cuba, a nuestra sociedad y nuestra cultura, por cualquier camino de libertad, también debe de ser beneficioso para la poesía visual.

 * La exposición de poesía visual “Desechos humanos” se inauguró en el Museo de la Disidencia, en La Habana, el 25 de diciembre de 2017. Las palabras del catálogo fueron escritas por Víctor Fowler.

Exposición de poesía visual de Francis Sánchez, La Habana, 2017

Lucía Martínez

Lucía Martínez

(Holguín, 1987). Estudiante de periodismo en la Universidad de Oriente.

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