Dicen que para conocer el universo solo basta mirar dentro de nosotros. Cada átomo que conforma nuestra vida está a la vez formado por partículas aún más pequeñas, sutiles vibraciones. Hacia afuera, en el vasto "espacio exterior", planetas y estrellas interactúan como pequeñas partículas de un todo mayor.
En ese vacío de rocas flotantes y estrellas que han permanecido miles y millones de años existiendo entre la "nada", en un comparativamente pequeño sistema de planetas alrededor de una estrella que nombramos Sol, se encuentra el planeta Tierra. Un pedazo flotante de roca más, pero donde ese indescifrable "todo" ha manifestado su propia conciencia en miles de criaturas vivas que forman ecosistemas únicos:
Increíbles seres que navegan las aguas que recubren más del 70 por ciento de la superficie, anfibios y reptiles que emergieron de las profundidades para vivir en tierra, sutiles criaturas que se cubrieron la piel con plumas para ser ligeras y surcar los vientos, mamíferos, insectos, plantas, hongos, bacterias, vertebrados, invertebrados... La Tierra alberga un magnífico juego de formas que mantienen su equilibrio danzando a la par, interactuando armoniosamente, cerrando ciclos.
Un hermoso y extraordinario ser vive en la Tierra: el ser humano no fue dotado de grandes herramientas físicas, sin embargo su capacidad consciente de experimentar la vida es un regalo que bien usado lo convierte en guardián, en guerrero y protector de todas las demás criaturas.
Diferentes factores sociales, económicos, evolutivos, místicos, se juntan en un presente donde el resultado de esta interacción entre seres en la Tierra, y especialmente la interacción del ser humano con las demás criaturas, está desequilibrado.
Una excesiva masculinización de la vida (visto desde un punto de vista energético, de polaridades) puede ser un buen punto de partida para entender este desequilibrio. Pareciera que en los últimos capítulos de la vida humana en la Tierra, este magnífico ser ha puesto mucha energía vital en transformar la realidad externa, en la confrontación, la lucha y la competencia.
Estos aspectos, aunque en principio no son negativos ni positivos en sí, cuando significan descuidar el reconocimiento de nuestra naturaleza más emocional, nuestra conexión primera con la madre, con lo femenino, parecen jugar en contra del propio humano, y de todo el equilibrio de nuestro planeta. Esta relación es importante verla no como resultado o consecuencia, pues continuaría siendo una visión lineal, recta, masculina de la realidad creer que hay solo una "victimario" y sus "víctimas". Todo está conectado. Visto desde un sentido de interacción, simplemente ningún elemento de un sistema podrá funcionar correctamente si uno de los elementos no lo hace. El verdadero bienestar humano es el de la naturaleza y viceversa.
Entonces, el poder de la consciencia humana es un gran regalo, pero sobre todo una gran responsabilidad.
Cuando dejamos de ser confrontativos y empezamos a aceptar nuestra vulnerabilidad, nuestro lado femenino, comenzamos a reconciliarnos con nosotros y al mismo tiempo con el universo, atravesando nuestra vida en el planeta.
Un ser humano, mientras las condiciones lo permitan, debe un día aceptar conscientemente el viaje que emprendió al nacer en este mundo hermoso. Aceptar su destino para decidir, ¿qué ponemos en nuestra pequeña roca flotante? ¿En qué mundo queremos vivir?
Piensa global, actúa local, es un gran consejo para empezar.