Hoy en día, el suelo es uno de los recursos o elementos de los que más se habla en cuestiones ecológicas. Resulta que años de explotación intensiva por parte de la agricultura dejan estragos cada vez más evidentes en la calidad de los mismos. Pensemos en el antiguo Egipto, agrícola, asentado a las orillas del río Nilo, por años abasteció de trigo a toda Roma. Hoy día es en su mayoría un área desértica y semidesértica y, aunque muchos factores combinados dieron como resultado sus actuales condiciones, la agricultura intensiva y especialmente el monocultivo han explotado ese suelo hasta dejarlo prácticamente estéril.
La agricultura
La agricultura intensiva ha proveído de alimentos a las diferentes comunidades a través del tiempo. Sin embargo, el impacto del trabajo humano sobre el ambiente en este sentido, a largo plazo, no arroja prosperidad, sino casi todo lo contrario.
Si cambiamos la visión del beneficio a corto plazo y tenemos más en cuenta los ciclos de la naturaleza, en lugar de explotar cada vez más intensivamente la tierra e introducirle fertilizantes y pesticidas, la respuesta puede ser más sencilla, armoniosa y pacífica: dejar descansar a ese suelo y nutrirlo naturalmente mientras se recupera.
El movimiento Save the soil, por ejemplo, intenta mostrar la realidad de nuestros modos de relacionarnos con la tierra, al tiempo que propone alternativas. Sembrar variedad de plantas en vez del monocultivo (lo que llamamos en permacultura “asociaciones de plantas”); optar por maneras naturales de fertilizar y renovar el suelo, como el compost; adaptar los cultivos y sus maneras de cultivar a las diferentes zonas y necesidades locales, tanto climáticas como sociales, antes que anteponer los intereses del consumo industrial a gran escala, pudieran ser algunas propuestas.
Ya también desde la Antigüedad existía todo tipo de formas de cultivo que a día de hoy son referidas como “alternativas”, pero que más comúnmente podrían ser la base de nuestras prácticas agrícolas actuales. Por ejemplo, la milpa (“kool” en lengua maya), herencia de las culturas originarias en Latinoamérica, que consiste en un sistema de cultivo y aprovechamiento integral de los recursos y posibilita la producción de alimentos y otros productos como materiales artesanales.
El suelo que nos sustenta
La tierra es una fuente primaria de nutrición para todos los seres, sus nutrientes pasan a través de las plantas y hongos a los animales para nutrirlos respectivamente. Filtra el agua de lluvia hacia su interior, formando y nutriendo ríos, manantiales y lagos. Es el hábitat de innumerables organismos y microrganismos, eslabines básicos y esenciales de las cadenas alimenticias.
Sobre el suelo construimos nuestros hogares, calles, parques y pasamos la mayor parte de nuestra vida, al ser animales terrestres.
Caminar descalzo es una necesidad para “descargar” la energía acumulada, desde el cuerpo hasta el suelo, y restaurarse con sus vibraciones. Muy simple: si te sientes sobrecargado, estresado, agobiado, puedes intentar caminar descalzo sobre el suelo vivo o acostarte directamente sobre él y permitir que la Tierra te ayude a sanar: el suelo es un contacto primario y directo con nuestro planeta.
La arcilla ha permitido el desarrollo del arte y por tanto, la expresión y crecimiento de la humanidad. Técnicas como la bioconstrucción, que hace uso de la tierra, piedras y otros recursos disponibles en el suelo para levantar edificaciones, dan como resultado construcciones saludables, que regulan naturalmente la temperatura y a muy bajo costo, en comparación con otros materiales industriales disponibles.
Algunas personas, cuando emigran a otro país, pueden llevar consigo un poco de tierra de su país natal como símbolo poderoso de lo que nos ata a nuestra raíces.
Otras, al llegar a un sitio en señal de agradecimiento, besan el suelo o se arrodillan sobre él.
Y es que la tierra (nombre que recibe nuestro planeta) simboliza nuestra base, la familia, el hogar, lo que nos sustenta y nos nutre y donde nosotros mismo somos y nutrimos y sustentamos cuando formamos una familia.
Siendo conscientes de esto, de que el suelo está vivo y te sustenta y es parte indispensable de los ciclos que permiten el mantenimiento de la vida, ¿cómo dañarlo? Algo que se conoce y se ama solo puede requerir cuidado y conciencia. Una relación armoniosa y respetuosa con el ambiente es la mejor acción ecologista que puedes hacer ahora mismo por el suelo, ¿no crees?
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