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Letras | Jüri Talvet: “La poesía ha sido siempre el núcleo incorruptible de toda creación literaria”

“Pese a la pobreza económica y la miseria ideológica de Cuba, recuerdo con gratitud eterna el sentido de la amistad de los cubanos simples, su sinceridad y cordialidad.”

Jüri Talvet, hispanista, traductor y poeta estonio.
Jüri Talvet, hispanista, traductor y poeta estonio, en Tartu. Foto: Sille Annuk.

Jüri Talvet (Pärnu, Estonia, 1945) es, sin la menor duda, un poeta de especial relevancia. Y asimismo un investigador, ensayista y académico de gran prestigio, que incluye entre sus diversos intereses, el de los estudios como hispanista y como latinoamericanista. Desde 1992 hasta 2020 presidió la cátedra de Literatura Mundial (Comparada) en la prestigiosa Universidad de Tartu, tan vinculada a una de las más influyentes tendencias de la semiótica, donde creó y dirigió un programa de Estudios Hispánicos. La solidez y trascendencia de su trayectoria académica le valieron la honrosa elección como miembro de la Academia Europea.

Su obra poética abarca diez poemarios y su antología personal, Eesti elegía ja teisi luuletusi 1981-2012 (Elegía estonia y otros poemas) incluye varios centenares de poemas, que también han sido publicados y traducidos en español. De igual modo, son varios y valiosos sus ensayos y estudios literarios. Ha publicado también sus traducciones de autores de expresión española y portuguesa (Calderón de la Barca, Pessoa, Quevedo, Gracián, García Márquez) a su propio idioma natal, el estonio.

Ha merecido en su país el Premio Anual de Literatura en ensayo (1986), la Orden de la Estrella Blanca de la República de Estonia (2001), el Premio Jaan Kross de Literatura (por sus traducciones poéticas), el Premio Nacional de la Ciencia (por la obra de toda su vida, 2021) y el Premio Internacional Naji Naaman de Literatura (por el conjunto de su obra, 2020), entre otros. Esta síntesis escueta, aunque no caracteriza a este destacado intelectual en toda la extensión de su creación, nos sugiere el calibre de su obra general.

Confieso que para mí esta mínima entrevista con Jüri Talvet es, además de la ocasión de rendirle merecido homenaje, un modo imprevisto de evocar años de mi difícil juventud en La Habana, donde nos conocimos, en la entonces Escuela de Artes y Letras de una Universidad de La Habana, atenazada por el régimen castrista en una etapa que fue llamada “quinquenio gris”, aunque abarcó mucho más de cinco años y tuvo, hasta hoy, una tonalidad mucho más siniestra que el simple color ceniza.

Talvet trabajaba entonces en su tesis doctoral sobre la picaresca española y yo tuve la suerte de que me tocara ser algo así como su anfitrión académico (y el de la doctorante rusa, Zoya Guetman, en lingüística) durante su estancia habanera. De ahí derivó una amistad que ha durado décadas. Nunca volvimos a hablar personalmente, salvo una fugaz conversación telefónica que, no sin la ominosa curiosidad de mi intérprete ruso de ese momento, pudimos sostener durante una estancia mía en Pskov para asistir a un Festival de Poesía Pushkin. Esos meses suyos en La Habana, fueron de mucha conversación (con buenos segmentos en clave, que nos permitieron intuir el radical antisovietismo que ambos sentíamos) sobre literaturas diversas, sueños poéticos y todo lo que la juventud hace sentir como esencial inmediatez y necesidad del espíritu.

No olvido tampoco remembranzas humorísticas, tales como la desconfianza de Talvet en el habanero Restaurante 1830, ante mi insistencia en que probara quesos azules de la isla, o mi propio asombro ante su intolerancia por el muy húmedo invierno cubano. Ramalazos de la memoria.

Años de formación

Jüri Talvet en Nicaragua, en 1988, junto a los poetas Ernesto Cardenal y el ucraniano Dmytro Pavlychko. Foto: Mai Väljas.
Jüri Talvet en Nicaragua, en 1988, junto a los poetas Ernesto Cardenal y el ucraniano Dmytro Pavlychko. Foto: Mai Väljas.

¿Cómo nació tu interés por la investigación literaria en general? ¿Y tu interés particular por el mundo hispánico?

Después de la escuela secundaria en mi ciudad natal, Parnu, y tres años del servicio miliar obligatorio en el ejército ruso-soviético (que pasaba sobre todo en Riga), logré matricularme en la Universidad de Tartu, la más famosa y de más largas tradiciones en Estonia (fundada en 1632, durante el breve período bajo el rey sueco Gustavo Adolfo II, y luego reinaugurada por el emperador ruso Alejandro I, en 1802; también gozaba de cierta fama en la URSS).

Aquellos cinco años estudiantiles fueron decisivos en mi formación intelectual y cultural. Había una feliz coincidencia de la presencia en la universidad de algunos profesores e intelectuales importantes, cuya propia juventud y formación académica habían pasado en la República de Estonia de la anteguerra. Muchos fueron deportados por los ruso-soviéticos a Siberia, y otros tantos huyeron durante la Segunda Guerra Mundial (sobre todo) a Suecia, Canadá y los Estados Unidos. Pero, para nuestra suerte, algunos pocos grand old men habían quedado en Estonia. (Creo que en Cuba ha habido paralelos con el mismo proceso, si bien por suerte Cuba está lejos de Siberia y de los horrores de sus lúgubres gulags...)

No había ni podía haber en aquellos tiempos enseñanza del español en nuestra Universidad de Tartu, por esto entré en los estudios de filología inglesa. El catedrático de Inglés había pasado su juventud en los EE.UU., con su padre (diplomático en la República Estonia de la anteguerra). Su conocimiento del idioma era perfecto, y también otros profesores tenían un nivel bueno de la lengua inglesa (aun sin tener posibilidad de perfeccionarse en Gran Bretaña o los EE.UU). Para la lectura y práctica, usábamos en nuestras clases el diario comunista británico Morning Star, escuchábamos (claro, en casa y no en la universidad) las transmisiones de la radio BBC de Londres ―que llegaban casi sin ser estorbadas, porque las autoridades soviéticas lograron amortiguar con mecanismos especiales (mástiles instalados en todas las ciudades), sobre todo las transmisiones en ruso y en estonio―; no prestaban mucha atención al inglés, puesto que la mayoría de la población no entendía en aquellos tiempos esta lengua extranjera.

De estudiante, me interesaban sobre todo los cursos generales de Historia de la Filosofía y de Literatura Occidental. Mis impulsos hacia el español y las culturas española y latinoamericana los debo a una persona excepcional, nuestro profesor de Historia de la Literatura Inglesa. Este hombre había llegado a Estonia antes de la gran guerra, atraído por el amor de una poeta estonia, Aira Kaal, de simpatías izquierdistas y comunistas. Se había licenciado por Cambridge en Filología Hispánica y su gran amor era la literatura española. Hasta finales de los 1960 este hombre, Arthur Robert Hone (1915-1972), asceta y librepensador, el único extranjero que había logrado obtener permiso para residir en Tartu (una ciudad “semi-cerrada” en la época soviética), nos enseñaba, siempre en inglés, un curso sumamente detallado de Historia de la Literatura Española, a partir de Chaucer y Shakespeare. En sus clases con frecuencia se refería a Lope de Vega y, sobre todo, a Calderón.

Había otros factores. Yuri M. Lotman no nos impartía clases (pues trabajaba en otro departamento, de Literatura Rusa), pero de todas formas conocí a Lotman tempranamente. Hone murió de tuberculosis el año que me licencié (1972). Tuve la suerte de ser uno de sus últimos discípulos. Fue director de mi tesina de licenciatura, sobre el tema (por cierto, harto complicado para mí) de las relaciones literarias entre España e Inglaterra en el Renacimiento... Esto me encaminaba hacia estudios comparados. En 1974 logré entrar en los estudios (por correspondencia) de Literaturas Occidentales en la Universidad de Leningrado (San Petersburgo).

Al mismo tiempo, en Tartu, ocupándome de enseñar un curso general comparado de literaturas occidentales, me hice continuador de lo que antes de la Gran Guerra había sido la especialidad de Gustav Suits, un importante poeta que al empezar la guerra huyó a Suecia. También mi antecesor en esta especialidad y la cátedra, profesor catedrático Villem Alttoa, se había formado antes de la guerra, tenía entre sus predilectos poetas los franceses Villon y Verlaine, cuyos poemas traducidos al estonio nos recitaba.

Había un factor más. Aunque mi conocimiento del español, siendo autodidacta, fuera pobre al principio, tuve la osadía y la suerte de establecer tempranamente carteo con algunos jóvenes españoles en España, con los que me unían intereses culturales y literarios. Redactando cartas y haciendo mis primeros intentos de traducir, poco a poco mejoraba mis conocimientos del español y de las culturas de los pueblos de España y de América Latina.

Libros en español no se encontraban en ninguna librería y no había muchos en nuestras bibliotecas. Los amigos me enviaron por correo libros de poesía de Antonio Machado, Pablo Neruda, Gustavo Adolfo Bécquer… Me estimulaba también el hecho de que hasta entonces este campo se había quedado casi virgen en Estonia. De tal modo, podía convertirme en un “pionero”.

Publiqué mi primera traducción en prosa, de un relato romántico de Pedro Antonio de Alarcón, en el diario Edasi, de divulgación en toda Estonia, en enero de 1970. En mayo del mismo año se publicó en el semanario universitario mi versión en estonio del poema de Rafael Alberti, “Si mi voz muriera en tierra”.

Mi primer y más importante maestro en el terreno de traducción poética fue Ain Kaalep (1926-2020), poeta e intelectual, uno de nuestros principales especialistas en traducción de poesía extranjera (a él debemos selecciones poéticas en estonio de García Lorca, Fernando Pessoa, César Vallejo, entre muchos otros). Empecé a colaborar con Kaalep tempranamente. Uno de los frutos de aquella colaboración creativa fue la selección de poesía existencialista del catalán Salvador Espriu, que se publicó en un delgado tomo, Labürindi lõpp (Final del Laberint), en 1977 (¡con una tirada de 22 000 ejempares!). Mi primer libro traducido independiente fue una selección de Greguerías del surrealista Ramón Gómez de la Serna, en 1974. Publiqué mi traducción de Los cachorros. Día domingo, de Mario Vargas Llosa, al año siguiente.

Al mismo tiempo, trataba siempre de seguir en la tradición que existía en Alemania, Rusia y hasta cierto punto, también en Estonia, de acompañar obras traducidas con extensos ensayos introductorios. Hasta hoy he continuado con estos intentos de aliar la traducción con ensayística analítica. Así, hace poco terminé de traducir El mágico prodigioso de Calderón; en estos momentos estoy con la tarea de meditar sobre el tema filosófico que une el drama de Calderón con el Fausto de Marlowe y de Goethe.

Yuri Lotman y la Escuela de Tartu

Estás muy ligado académicamente a la Universidad de Tartu ¿Cuál consideras hoy que es el legado más trascendente del inolvidable Yuri M. Lotman y la Escuela de Tartu a los estudios literarios y en general artístico-culturales? ¿Qué recuerdos personales guardas de ese extraordinario pensador, Yuri Lotman?

No creo que haya habido una escuela “coherente” y “unida” de Tartu. Simplemente es que, coincidiendo en el tiempo, surgieron y se concentraron allí una animación y un entusiasmo intelectual excepcionales. En este sentido, con su talento y esfuerzos de pensamiento Lotman mismo encarnaba la “Escuela de Tartu”, sobre todo. Fundó y fue director de la revista (en ruso) Semiótica, que pese a las dificultades se publicaba por la editorial de nuestra universidad. (Para evitar problemas con las autoridades, en la portada de la revista la palabra “semiótica” aparecía en letras griegas; el título en ruso era diferente, se evitaba la noción “sospechosa” de semiótica, mientras se acentuaba el aspecto “científico”: “Trudy po znakovym sistemam” (Trabajos de sistemas sígnicos). En cada número, Lotman publicaba un nuevo artículo suyo, en los que solía introducir varias nociones novedosas que luego empezaron a circular en el mundo académico occidental, gracias a las traducciones que se hacían sobre todo al italiano, al francés y, con un poco de demora, al alemán. La recepción en inglés y en español tardaba bastante más. La divulgación de las ideas de Lotman dependía, de hecho, de algunas pocas personas.

“Para Lotman, la “periferia” de ningún modo es culturalmente inferior al “centro”. Aplicando estas ideas a diferentes espacios culturales periféricos y céntricos, se puede llegar a conclusiones alentadoras.”

Se puede decir que, sin duda alguna, tu compatriota Desiderio Navarro ha sido el mayor divulgador de la obra de Lotman en el ámbito hispano y latinoamericano. Más tarde ha sido importante en este sentido también la revista virtual Entretextos que editaba en español Manuel Cáceres Sánchez, buen amigo de Desiderio y organizador principal de un gran simposio internacional dedicado a la memoria de Yuri Lotman en Granada, en 1995.

Para mí, sobre todo ha sido esencial la introducción por Lotman de la noción de “semiosfera”. Es la zona imaginaria de intersección e interacción entre la biosfera y la noosfera. En esta sobre todo, según Lotman, han tenido lugar “saltos” y “explosiones” (“estallidos”) en la historia cultural. La tensión entre dichas esferas a menudo se revela en su máxima concentración en las periferias. Para Lotman, la “periferia” de ningún modo es culturalmente inferior al “centro”. Aplicando estas ideas a diferentes espacios culturales periféricos y céntricos, se puede llegar a conclusiones alentadoras, ver mejor la diferencia entre lo original y lo imitado, descubrir las raíces de búsquedas en personalidades creativas de diferentes épocas.

Al mismo tiempo, es muy claro para mí que el pensamiento de Lotman, pese a varias coherencias significativas, estaba en permanente “busca periférica”. Después de la Segunda Guerra vivía siempre en Tartu, del mismo modo que vivió en otra “periferia” báltica Immanuel Kant (en Köningsberg), mientras que en la capital Riga de nuestra vecina Letonia, el gran ideólogo del romanticismo, Johann Gottfried Herder, concebía sus ideas sobre el relativismo cultural. Por esto no creo que sea justo ligar el ideario de Lotman a alguna idea suya pasajera. Por ejemplo, en ciertos trabajos suyos, antes de introducir la noción sumamente flexible de “semiosfera”, se notaba una idea algo vacilante sobre “la cultura como razón o intelecto colectivo”. Más tarde Lotman nunca volvió a dicha idea.

Estoy muy agradecido a él, por defenderme ante un crítico moscovita que en mi defensa de la tesis doctoral, en Petersburgo, me atacó por no haber citado a los “clásicos del marxismo-leninismo”. Nuestra relación personal era buena y hasta cordial. Recordaré siempre un episodio del mismo período: cuando en mayo de 1981 mi esposa Margit nos regaló a nuestra primogénita, Laura, las primeras personas que vinieron a mi encuentro en la calle (después de que había llamado de una cabina telefónica pública a la casa de maternidad) fueron Yuri Lotman y su esposa Zara Mints. Me felicitaron cordialmente. (Los Lotman mismos tenían una familia grande; sus nietas iban a la misma guardería con nuestros primeros hijos.)

La academia en la actualidad

Jüri Talvet en Tartu, invierno de 2021. Foto: Sille Annuk.
Jüri Talvet en Tartu, invierno de 2021. Foto: Sille Annuk.

¿Cuál es, en tu opinión, el estado actual y el porvenir posible de la comparatística literaria? ¿Cuáles serían para ti sus retos más urgentes?

Nuestra Estonia independiente, como república libre, fue restaurada en 1991. En 1992 me eligieron catedrático de Literatura Mundial. Tal cátedra ha sido bastante excepcional en el contexto internacional de estudios comparativos de la literatura. Fundamos nuestra Asociación Estonia de Literatura Comparada y nos unimos a la gran organización internacional en este campo, International Comparative Literature Association (ICLA / AILC). Con mi jubilación en 2020, nuestra cátedra cambió de nombre, ahora se llama de Literatura Comparada.

Mi entusiasmo era grande al principio. Cada segundo año celebramos un congreso internacional de literatura comparada en Tartu, fundamos nuestra propia revista internacional, Interlitteraria que publicaba (y continúa publicando) artículos en cuatro lenguas occidentales más divulgadas (además del inglés, en francés, alemán y español). Sin embargo, admito que por coincidencia con la influyente corriente (pos)postmodernista, mucho de este entusiasmo mío inicial se ha desvanecido.

“La tiranía burocrático-académica de ciencias no-humanísticas se ha hecho absoluta, dejando poquísimo margen para la diversidad cultural lingüístico-literaria.”

Mientras tanto, la posición institucional de Estudios Literarios Comparados parece haberse debilitado aún más. En el campo universal, los grandes nacionalismos se imponen brutalmente a las culturas y literaturas menores y minoritarias, que se crean en sus propias lenguas nativas. Pese a mucha charla y elogios de “interdisciplinaridad”, en términos reales y prácticos tal pseudo-interdisciplinaridad ha servido para arrinconar y suprimir aún más a los estudios humanísticos en la arena académica internacional.

La tiranía burocrático-académica de ciencias no-humanísticas se ha hecho absoluta, dejando poquísimo margen para la diversidad cultural lingüístico-literaria, un aspecto básico de la ecología cultural. En lugar de “selvas críticas” (Kritische Wälder, pues así se titularon algunos libros de ensayos del joven Herder, los que redactó estando en Riga), en nuestros días la academia internacional se ha enterrado en “selvas burocráticas”, cada vez más alejada del pensamiento creativo y crítico, del sano núcleo intelectual-espiritual, que todavía estaba plenamente vivo después de la Segunda Guerra y en los años de mi propia formación intelectual.

Pese a todo, no abandono mi esperanza de que la situación actual cambie en generaciones venideras. He resumido mis ideas sobre las metas y la inmensa potencia intelectual-espiritual de los Estudios Comparados de Literatura Mundial en un libro en inglés: Critical Essays on World Literature, Comparative Literature and the “Other” (Cambridge Scholars Publishing, 2019).

¿Cuáles han sido para ti los retos más estimulantes en tu trayectoria como traductor?

En el terreno de la prosa, Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián (Tallinn, 1993; versión corregida y revisada, Tartu, 2019) y, muy recientemente, Celestina. Tragicomedia de Calisto y Melibea (Tartu, 2023). En mi etapa inicial como traductor, toda nueva publicación era para mí de sumo estímulo. En esta etapa final, sin embargo, he preferido reservar mi experiencia de traductor (después de aprender mucho de mis deslices y errores) sobre todo para la poesía. Mis versiones de una selección de la poesía de Francisco de Quevedo (Tallinn, 1987) fueron críticamente revisadas por Harald Rajamets, nuestro principal traductor de la Commedia de Dante Alighieri y de los sonetos de Shakespeare. Fue una gran satisfacción traducir, después de mi primera estancia en Cuba (1979-1980), una antología de poemas de Eliseo Diego, Fayad Jamís, Roberto Fernández Retamar y Francisco de Oraá (Tallinn, 1988).

Después de vacilar durante mucho tiempo sobre cómo traducir los dramas de los grandes maestros del Siglo de Oro español, al fin decidí optar por el verso libre y el verso blanco en mis versiones estonias de La vida es sueño (Tallinn, 1999) y el Gran teatro del mundo (Tartu, 2006), de Calderón, y también de la obra atribuida a Tirso de Molina, El burlador de Sevilla y convidado de piedra (Tartu, 2006).

Desde mi jubilación de la universidad, he vuelto sobre todo a Calderón. Para mí, es un gran poeta dramático y un destacado pensador a la vez. Otra enorme satisfacción ha sido la publicación en dos grandes tomos de Valitud tõlkeluulet (Tartu, 2021) de una antología mayor, que recoge mis traducciones poéticas hechas durante medio siglo. Contiene muestras de la obra de casi 150 poetas, a partir de Juan Ruiz, Francesco Petrarca y Jorge Manrique, hasta muchos poetas celebrados del siglo XX (entre ellos Fernando Pessoa) y muy jóvenes, como la venezolana Mariela Cordero y la india Neha Dubey.

Montaigne y Juhan Liiv

Ediciones en español e inglés de "Diez cartas a Montaigne", de Jüri Talvet.
Ediciones en español e inglés de "Diez cartas a Montaigne", de Jüri Talvet.

Tienes una probada admiración por el creador del ensayo como gran género literario de Occidente, Michel de Montaigne. Háblanos, por favor, de tu diálogo personal con el gran francés.

En mi curso universitario hablé siempre sobre los inicios del género de ensayo y Montaigne. Sin embargo, el ideario de Montaigne es interiormente muy variado. Sus rasgos principales no se pueden deducir solo a partir de algunos pocos ensayos suyos. Creo que empecé a entender el núcleo filosófico (o digamos, la originalidad esencial de Montaigne) solo a partir de leer algunos ensayos en torno al tema del Nuevo Continente, las Américas, y sus habitantes indígenas (los “otros”). Hay un feroz anti-occidentocentrismo en estos ensayos, Montaigne se muestra muy irónico y sarcástico en cuanto a los europeos occidentales, su ideología conquistadora y pensamiento racionalista. También me ha importado mucho el gran respeto que Montaigne (a diferencia de Platón) tenía por la poesía, tanto más que él mismo no cultivaba ese género.

En aquel entonces, simultáneamente con mis nuevas lecturas de los ensayos de Montaigne, empezaba a ocuparme de la obra poética de un escritor estonio muy raro, excepcional, del pasado: Juhan Liiv (1864-1913). De origen campesino, pasó su vida en una pobreza elemental y al igual que el gran norteamericano Walt Whitman, fue sobre todo un autodidacta. En 1893 enfermó mentalmente (de un tipo esquizofrenia), pero pese a esto (y a diferencia de Hölderlin) logró crear, en breves momentos de lucidez mental, varios centenares de poemas que han sido muy conocidos y celebrados en mi país.

Por un breve poema mío (“Armastus” / “El amor”) me otorgaron en 1997 el prestigioso Premio Juhan Liiv (que se da por un solo poema). Liiv al mismo tiempo era casi desconocido fuera del ámbito de la lengua estonia. Colaborando con mis amigos (sobre todo, con el español Albert Lázaro-Tinaut y el norteamericano Harvey L. Hix) empezamos a traducir la poesía de Liiv (que a menudo se había considerado “intraducible”) al inglés y al español. Además, en mi caso se añadía la tarea de investigar la obra poética de Liiv. Para esto, revisé a fondo los manuscritos (por suerte, bien conservados en nuestro Museo de la Literatura) y los comparé con los textos de poemas que se habían publicado póstumamente (por vivir en la pobreza, Liiv nunca llegó a publicar un libro de su propia selección).

“El ideario de Montaigne es interiormente muy variado. Sus rasgos principales no se pueden deducir solo a partir de algunos pocos ensayos suyos.”

Este trabajo se hizo una pasión para mí, moviéndose gradualmente al centro de mi actividad académica. El fruto fue una monografía (Juhan Liivi luule. Monograafia, Tallinn, 2012), mientras que en paralelo publiqué en 2013 una de las mayores selecciones de los poemas de este gran creador compatriota. Contando con mi colaboración, selecciones traducidas de la poesía de Liiv existen en este nuevo siglo en inglés (hay tres ediciones, la última y más completa, de 2024), en español (La nieve cae, mi voz canta, Editorial Xorki, Madrid, 2014), en italiano (2015, 2019) y en alemán (2019).

En el ideario filosófico de Michel de Montaigne hay fuertes paralelos con el pensamiento de nuestro Juhan Liiv. Pues Liiv no era solo un gran poeta, sino también un pensador genuinamente original. Los dos se desviaban de la línea magistral occidental de la filosofía. Liiv era un existencialista, tenía mucho parentesco con Miguel de Unamuno: rechazaba el racionalismo y el materialismo (y también el idealismo) occidentales. Partía de la integridad natural y de la existencia irrepetible de cada individuo, de una totalidad bio-espiritual en la que importaba cada ser vivo, cada nación, cada pueblo, no solo los grandes, sino también los pequeños y los más vulnerables.

He encontrado importantes coincidencias de Montaigne también con Yuri M. Lotman, pero diría que, en paralelo con Liiv, Montaigne fue mucho más radical en su anti-occidentocentrismo crítico. Lotman, cuya vida transcurrió en un gran país dictatorial, inevitablemente tenía que ser más cauteloso. Poco después de que introdujo su “semiosfera”, llegó al fin su propia vida. Aunque se había formado muy inmerso en la cultura rusa y nunca llegó a aprender el estonio (para poder hablarlo), defendía la independencia político-estatal de Estonia.

Tanto de Liiv como de Lotman hablo en mis Cartas a Montaigne. Este libro mío se publicó en estonio en 2014, su traducción en inglés apareció en 2019. Gracias a mis buenos colegas andaluces, sobre todo al profesor anglista Jesús López-Peláez Casellas, la traducción en español (por Mariela Cordero) se publicó en una bonita edición, de tapa dura, por la Editorial de la Universidad de Jaén (2021). Cuenta con una introducción que redacté exclusivamente para la edición española.

Poesía y pensamiento

Pocos géneros han enfrentado tantos desafíos y cambios como la poesía. Siendo tú tanto ensayista como poeta, ¿qué piensas de la expresión lírica en este tiempo, que se debate entre posmodernidad, desafíos del woke, crisis de la universidad y del mundo académico, para no hablar de unas humanidades aprisionadas por un presente tecnocrático?

Para mí, la poesía ha sido siempre el núcleo incorruptible de toda creación literaria. Como bien observaba Michel de Montaigne, no se puede fingir largo tiempo en la poesía, sin el riesgo de convertirse en un hazmerreír. Mucho menos que otros géneros literarios, la poesía ha dependido del comercio y de todas estas numerosas modas que se han reflejado directamente en las corrientes y fenómenos de la literatura masiva y genérica.

Sobre todo en esta reciente época, la ciencia humanística universitaria no ha podido evitar una notable auto-enajenación. Si proporcionan a los investigadores dinero sobre todo por y para proyectos que aprueben los “triunfos” de la interdisciplinaridad, del intelecto artificial y la tecnología digital en el campo de los estudios culturales y literarios, entonces, es claro, la ciencia humanística tiene que obedecer, nolens, volens estos “mandamientos” concebidos por la academia de los países “dirigentes” del occidente. Poco lugar queda para la poesía.

“Como bien observaba Michel de Montaigne, no se puede fingir largo tiempo en la poesía, sin el riesgo de convertirse en un hazmerreír.”

Sin embargo, aquí se prueba otra vez la teoría de Lotman sobre la importancia de la periferia. En Estonia, cada persona entiende la importancia de nuestra lengua y la literatura creada en esta lengua. Es el fundamento existencial de nuestra identidad como nación y nacionalidad. Continuaremos el esfuerzo de organizar simposios internacionales y de publicar números temáticos de la revista Interlitteraria, centrados en la creación literaria y en la poesía que tanta importancia ha tenido históricamente (y sigue teniendo en la actualidad) para el despertar cultural de las nacionalidades menores y periféricas, a la vez que para la ecología cultural de nuestro mundo. También institucionalmente, la creación literaria en la lengua nativa es fomentada en Estonia y otros países europeos.

Aparte de esto, en todo el mundo continúan surgiendo sin cesar nuevos núcleos del entusiasmo poético. Además de ―y en paralelo con― divulgar poesía en revistas digitales, no han desaparecido revistas impresas en papel. Hace poco, me invitaron a colaborar en una nueva revista de Corea del Sur, Instituto de Simbología, dirigida por el poeta y pensador Euisu Byeon, que me parece ejemplar y extraordiaria en su intento de centrarse en la simbiosis entre poesía y pensamiento.

Cuba en los años setenta

Libros de poesía cubana del siglo XX, traducidos al estonio por Jüri Talvet.
Libros de poesía cubana del siglo XX, traducidos al estonio por Jüri Talvet.

Nos conocimos en la década del setenta, en una Habana en plena asfixia comunista. ¿Qué recuerdos tienes de aquellos días caribeños que viviste?

Conservo y guardaré siempre muchos recuerdos agradecidos de mi primera estancia larga (ocho meses, en 1979-1980) en el ambiente de la lengua española, en La Habana, como becario “soviético”. Casi por milagro, y sobre todo gracias al ministerio de educación superior de Moscú, me dieron permiso para esa estancia, con el motivo de poder terminar mi tesis doctoral sobre la novela picaresca española. Ningún doctorando o profesor soviético podía en aquellos tiempos viajar a España, ya que las relaciones diplomáticas entre la URSS comunista y la España postfranquista no se establecieron antes de 1985, con la perestroika gorbachoviana.

“Pese a toda la pobreza económica y la miseria ideológica de Cuba, sobre todo recuerdo con gratitud eterna el sentido de la amistad de los cubanos simples.”

Fue una experiencia extraordinaria para mí, pese a la pobreza cotidiana y los defectos del poder autoritario (los que se revelaron sobre todo en el comienzo de la huida masiva de la gente a Miami, coincidiendo con la primavera del 1980, cuando tuve un breve encuentro con Gabriel García Márquez ―de visita a su amigo Fidel― en el Hotel Riviera).

Pienso con enorme agradecimiento en muchos intelectuales cubanos que pude conocer en persona en aquella estancia en Cuba. Tú me ayudaste y encaminaste en la Universidad, revisabas mis artículos en español redactados en aquellos meses y luego publicados en las revistas Universidad de La Habana, Casa de Las Américas y Santiago. Gracias sobre todo a Desiderio Navarro, pude conocer en una reunión anual al aire libre en el jardín de la UNEAC, a uno de los grandes poetas cubanos, Francisco de Oraá, con su esposa, también escritora Omega Agüero. Luego conocí a Onelio Jorge Cardoso, de quien, de vuelta en Estonia, traduje una selección de cuentos, con el título Mulle meeldib meri (“Me gusta el mar”).

Sudando en mi traje y con corbata bajo el sol implacable cubano, esperaba en una parada de guagua, para ir a la UNEAC, donde hice mi primera ponencia pública en el extranjero, como joven investigador: fue sobre “El tiempo y el espacio en las novelas de Alejo Carpentier”. Coincidió con el fallecimiento, en Paris, de este gran escritor, luego asistí a sus funerales en el Cementerio Colón de La Habana.

En otra ocasión, en la sombra de una palmera, estaba entre la multitud para ver cómo pasaron en un coche (carro) abierto, de pie, contentos y sonrientes, el comandante Fidel con su visitante de Europa oriental, el Genosse Erich Honecker, de la RDA... Pude ver de cerca muchos episodios de la huida de la isla de los “traidores” y “homosexuales”.

Pese a toda la pobreza económica y la miseria ideológica de Cuba, sobre todo recuerdo con gratitud eterna el sentido de la amistad de los cubanos simples, su sinceridad y cordialidad.

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Luis Álvarez

Luis Álvarez Álvarez

(Camagüey, 1951). Poeta, crítico literario e investigador cubano. Es Doctor en Ciencias (2001) y Doctor en Ciencias Filológicas (1989), ambos por la Universidad de La Habana, donde trabajó durante varios años. Distinguido con el Premio Nacional de Literatura (2017), recibió además el Premio de Pensamiento Caribeño que otorgan la Universidad de Quintana Roo y la Editorial Siglo XXI.

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