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Obama y la evolución de la Democracia

Edificio Fin de siglo
Imagen: Ahmel Echevarría

“¿Cuál será el acontecimiento más importante del año 2016 en Cuba?” Semejante pregunta se incluyó en una prueba de ingreso , en días pasados, para aspirantes a la carrera de Estudios Socioculturales. Las respuestas coincidieron: todos, o casi todos, tenían en mente el mismo evento. Pero sería la suya, aunque unánime, una predicción que decepcionaría al profesorado.

Sin querer me convertí en testigo del lamento de uno de los jóvenes que desaprobaron tan curiosa pregunta, a nombre de su grupo: “Imagínate, todos pusimos la visita de Obama”, y el regaño de una académica no se hizo esperar: Oh, qué error, tú sabes, es la celebración del VII Congreso del Partido”.  Y el muchacho bajó la cabeza: “Claro”, dijo.

Este tipo de pruebas, más parecidas a una encuesta tendenciosa, dejan escaso margen a la libre reflexión, poniendo en una horma no solo toda la historia pasada o la vida cotidiana, sino también el futuro. Sin embargo, quizás esos próximos licenciados en Estudios Socioculturales no podían contestar mal, y no lo hicieron. Es el sentir de la gente común en que se funda la esperanza de que ocurra, dentro de Cuba, al fin, un verdadero acontecimiento, aparte de la retórica, es decir, un cambio positivo de la vida real.

Y ya ocurrió (la visita de Obama), coincidiendo con la Semana Santa. Y en Cuba se ha podido escuchar por primera vez un discurso de un presidente de los Estados Unidos, dirigiéndose a la población de la isla, en vivo, a través de la televisión. Allí estaba incluso el General-Presidente, escuchándolo desde un balcón en el Gran Teatro de La Habana. ¿Esto no ha roto todos los moldes?, me pregunto, y me respondo: Sí. Y, por más irreal que parezca, ¿no ha sido algo histórico de verdad? Sin duda, lo parece. ¿Será o significará el cambio que esperábamos? Bueno, no tanto. Ya responder esto último resulta algo complicado.

Creemos que, en la historia de las ideas, quizás nunca surgió un concepto más revolucionario, perdurable y humanista que la Democracia. Obama ha querido expresarse como un mensajero de la Democracia moderna. Su discurso, por muchos ribetes que le pongan los medios estatales, por más que antes, durante y después lo hayan filtrado los comentaristas, tratando de descafeinarlo y encontrarle el veneno, ha sido muy fuerte y deja una referencia distinta, difícil de borrar. La evolución de la Democracia permitió a Obama, un negro, hijo de inmigrante y madre soltera, llegar a la presidencia y aparecerse en La Habana con un discurso como este, anunciando su interés en enterrar el pasado.

Podemos confirmarle a Obama que, en efecto, el pueblo —y no el gobierno— cubano, es el único que ha padecido la estrategia estadounidense de embargo: aislamiento, escasez y penurias. En ese sentido, consiste en una estrategia fracasada. Pero, de la misma manera, también conocemos que la “violencia revolucionaria”, una política de confrontación o “revolución permanente” del gobierno cubano, nunca golpeó sobre las costas ni las esferas políticas norteamericanas, sino que se ha ensañado en personas de ese mismo pueblo dentro de la isla, contra todo aquel que osa disentir. Ambas élites gubernamentales, de un país y otro, por tanto, están libres de golpes, y, si ello les ayuda a acercarse, no debe relevarlos de la responsabilidad de ver por los ojos de las personas que de verdad sufren, siguen sufriendo.

La nación cubana, partida en partes más pequeñas y frágiles que los partidos, acumula un sinfín de consensos pendientes. Más factible debe ser para los jóvenes, en un futuro inmediato, mirarse a la cara y darse las manos. Si no es la Democracia, ni la prosperidad plena, ese estatus nacional que vendrá a continuación —al menos nunca en un lapso breve—, sí parece obvio que ha empezado en Cuba, muy a pesar de las fuerzas retrógradas, una nueva dinámica social que desborda incluso los intereses políticos. Como nunca antes en la etapa de la revolución, el sistema se siente que roza o transita, en medio de recombinaciones hasta hace poco impensables, a lo desconocido. Lo que ahora se siembre, quizás eche raíces. A este terreno es donde Obama ha traído un mensaje de Democracia.

Vivimos una época de Evolución donde se manifiestan fuerzas históricas y naturales que superan el mesianismo beligerante y amortiguan, relativizan las ideologías. Sentimos los límites temporales que humanizan la dimensión política de la vida: el paso renovador del tiempo, el cambio biológico y generacional. Nuevas generaciones aspiran a un país basado en el diálogo como ejercicio de la inteligencia colectiva, y con el prestigio, el dinamismo del estado de derechos individuales y la eficiente iniciativa privada. ¿Será posible? ¿Cuánto demorará? No lo vemos cerca ni fácil. Pero benditos quienes tengan el valor de cambiar y buscar los cambios imprescindibles. Benditos quienes arrojen sobre este país las semillas del amor, la paz, la libertad y el progreso —valga la redundancia.

Árbol Invertido

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El medio digital Árbol Invertido es un espacio para el ejercicio pleno de la libertad de expresión, con temas interrelacionados a partir de un lugar en el mundo llamado Cuba, los diferentes modos de hacer y entender la Cultura, y los Derechos Humanos.

Comentarios:


Magali Alabau (no verificado) | Vie, 25/03/2016 - 15:17

Una nación que continúa año tras año para gastar más dinero en defensa militar que en programas de mejora social se está acercando a la condenación espiritual. Martin Luther King Hay que buscar, buscar antes de colocar a este señor en un pedestal. Lo que hacen no lo que dicen.

Francis Sánchez (no verificado) | Vie, 25/03/2016 - 17:23

Magali, claro, ningún hombre en ningún pedestal!!! Para mí, ese lugar lo ocupa la democracia, credo yo, el ideal de la convivencia y el desarrollo basado en el respeto, la libertad... Que Obama se haya presentado como el enviado de ese ideal, es coyuntural. En Cuba, ya tenemos a Martí, el Apóstol, demasiado bueno. Gracias. Bendiciones.

Reinaldo Soto (no verificado) | Sáb, 26/03/2016 - 13:10

"Que viene Obama, que viene Obama", gritan unos muchachos, mientras corren descalzos bajo la lluvia a las afueras de un restaurante improvisado en algún lugar de una vivienda habanera, de esos que en la isla, con el afán inveterado de inventar nombres, o cuando menos de rebautizarlo todo, que tienen los cubanos, llaman "paladar". Es para ellos un lugar prohibido porque el precio de una comida allí está muy por encima de lo que les pueden invitar sus padres con su salario mísero de cerca de unos quince dólares al mes. Tan pobres que antes de salir esa noche de casa la madre les exigió quitarse los zapatos porque estaba lloviendo, "y no quiero que se les echen a perder con la lluvia, que son los de la escuela", dijo. No sabían, por supuesto, en un país en el que el secretismo gubernamental alcanza niveles de paranoia masiva, que el primer presidente norteamericano en visitar la isla en casi un siglo, iba a llegar precisamente allí, a su barrio de casas que se caen a pedazos por viejas y desatendidas, donde la "paladar", un restaurant informal, que en ninguna ciudad de los Estados Unidos podría operar por no cumplir los códigos de salubridad y construcción, es un oasis de prosperidad. No lo sabían, pero tal vez lo intuían, por ese séptimo sentido que tienen los cubanos para descubrir lo misterioso, lo que huele a secreto, que es muchas veces lo que huele a circo, en un país en el que muy a menudo falta el pan, con lo necesarios que le son al pueblo disponer siquiera de alguno de los dos. No en balde habían estado viendo movimientos extraños en el area desde el día anterior, con tipos con cara de policía y de extranjeros dando vueltas en carros con cristales oscuros. No me cabe duda de que llegaron hasta a ser felices por algunos minutos, con eso de poder ver de cerca la famosa limusina negra del primer dignatario norteamericano, tan de circo con ese imponente nombre de La Bestia, y de la que se cuentan tantas cosas que poder mirarla aunque solo fuera desde el otro lado de la acera, vale mucho más que el pan mejor horneado puesto sobre la mesa de la "paladar" para Obama. Luego, al atardecer siguiente, mientras en la escuela, los chicos aun les contaban a sus condiscípulos la emoción de su encuentro con La Bestia, entre otras conmociones, como la de haber podido intuir a Obama bajo algún paraguas entre la muchedumbre de custodios; sus padres, no menos emocionados, hablaban de otra cosa, la otra parte del circo, el discurso de Obama, transmitido por televisión nacional, y lleno de frases hechas sobre la libertad, la democracia, el derecho a elegir gobernantes y a la libertad de prensa y expresión, entre otros. Cosas tan incomprensible para ellos como si el presidente hubiera hablado en chino con traducción al árabe. Porque tenemos que ser realistas y comprender que para un pueblo cuya actual psicología social se ha formado bajo dos consecutivas tiranías que empezaron en marzo de 1952, casi todo lo que dijo Obama sobre democracia, libertad y derechos es "muela", el nombre que se le da en la isla a las palabras huecas. En Cuba los pocos iniciados en esas ideas, son como una voz que clama en el desierto. A esos cubanos de allí, como a una buena parte de los de Miami, dénles pan, que es lo que ellos sienten que les falta. Y circo. Por lo demás hoy los mismos chicos volverán a correr descalzos entre los charcos que ha dejado la lluvia frente a la casa de la "paladar", con la esperanza de encontrar a un turista que les invite a un plato de comida, mientras sus padres, espantando mosquitos con una tohalla vieja, sentados en el borde de la acerca, estarán hablándole al vecino acerca de su sueño de que la visita del presidente gringo ponga al menos zapatos en las estanterías de las tiendas.

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