Hemos visto, con doble horror, cómo el periodista Walter Martínez, conductor del programa Dossier de Telesur, se refiere a los atentados terroristas ocurridos en París. Y nos parece sencillamente demasiado.
La noche de este viernes 14 de noviembre, el programa se dedicó por completo a transmitir imágenes en directo de un acontecimiento “en pleno desarrollo”, como gusta decir visiblemente entusiasmado el hombre del parchecito en el ojo.
Pero no pudo ser más contrastante esta vez, al lado de tan trágica noticia, una actitud de un “periodista” que no solo sugiere la justificación de tales actos, algo habitual en los programas que vemos en Cuba —“Les cobran las deudas a los países colonialistas”, es su interpretación—, sino que confiesa que cubrir semejante evento le pone “su adrenalina a vibrar”, para inmediatamente explicar que ello no le disgusta. “Más bien me agrada” dice y se ríe mirando a una pantalla lateral donde vemos las calles de París congestionadas de policías y ambulancias. ¿Pero será posible que haya reido?, es lo que uno se pregunta. Sí. Y la imagen que viene a la mente de este hombre y que no tiene pudor en describir, cuando aún los cuerpos de las víctimas están calientes, no puede ser más irrespetuosa: “Los han sorprendido con los pantalones abajo”, algo que repite hasta el cansancio, refiriéndose a la policía en Francia, como si en vez de sangre humana allí estuviera derramándose otro fluido.
Un programa y un conductor que parecen salidos de una feria de accidentes paranormales. Y los hemos visto una y otra vez, y probablemente tengamos que seguir viéndolos, porque en Cuba no abundan espacios donde hallemos imágenes en vivo de la actualidad mundial. Nos hemos acostumbrado al saludo militar, la ostentación del manejo de psicología de guerra, la visión del mundo como un mapa plano donde se mueven líneas enemigas, la admiración por las simetrías de las maniobras marciales —sobre todo si son desfiles en la Corea dinástica—, pero la morbosidad de este día, si no es el colmo, lo parece. Quizás psicólogos y psicoanalistas deberían tomar cartas en el asunto.
Creemos que Cuba empezará algún día, más temprano que tarde, a curarse de la cultura de la violencia, y en vez de celebrar cualquier derroche de testosterona, adrenalina, compartiremos la alegría consciente por los récord de los buenos sentimientos y más amables ideas. Será una obra, sobre todo, de la sociedad civil.