Notas e imágenes desde Ciego de Ávila.
En víspera del Día de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba —cuya imagen, según la leyenda, apareció originalmente en medio de una tormenta—, la población cubana esperaba este 9 de septiembre, en el centro de la isla, con la certeza de que este día no saldrían los rayos del sol.
El huracán Irma dejó a su paso por Cuba un panorama de desastre y desolación. Se afirma que, por su magnitud, es solo comparable con el famoso ciclón del 32.
Muchos hogares sin techo y algunos que sencillamente desaparecieron, campos arrasados, inundaciones costeras, tendidos de electricidad y telefonía derribados, y casi el archipiélago completo hundido en un gran apagón, es el resultado más inmediato de este potente fenómeno atmosférico que ha afectado todo el país.
Sobre el mar avanzó el ojo del huracán, muy cerca de tierra, a través de la costa norte. En cada tramo, meteorólogos y pobladores se mantuvieron en vilo, temiendo que Irma se decidiera a penetrar en suelo cubano para ensañarse con una provincia en particular.
La costa norte posee las mejores playas de Cuba. Cayo Coco y Varadero, dos de los principales polos turísticos y fuentes de trabajo, recibieron el impacto de poderosos vientos y grandes marejadas. Se calcula que el perjuicio a la economía ha sido severo, cuando estaba por empezar precisamente la llamada temporada alta del turismo.
Este 9 de septiembre, Irma atravesó la provincia Ciego de Ávila, por la cayería de Jardines del Rey. Entonces, además, aminoró su velocidad de desplazamiento, causando más estragos.
El pedraplén que une a la isla grande con Cayo Coco quedó fracturado por varios puntos. Allí, modernos hoteles, la infraestructura de comunicación y el aeropuerto internacional, sufrieron graves daños.
La mitad norte del país padeció los mayores embates, en especial los municipios costeros. En la isla de Turiguanó muchos techos no soportaron, y de los edificios cayeron los tanques de agua.
El Poblado Holandés, en la misma Isla de Turiguanó, inaugurado por Celia Sánchez en 1964, con sus pintorescas casas de dos plantas y techos a dos aguas, tampoco escapó a la fuerza destructora de Irma.
Diez fallecidos es el saldo preliminar de la Defensa Civil. Entre ellos, un avileño: Orlando Torres Cruz (53 años), del batey Muñiz, municipio de Bolivia, quien murió al derrumbarse su vivienda, por “negarse a ser evacuado”, según el parte oficial.
Árboles caídos, incluso arrancados de raíz, constituyen el denominador común hoy en las calles. La mayoría de las casas están sin fluido eléctrico. Poco a poco las personas tratan de retomar sus vidas.
Sobre los hombros de personas comunes recae en gran medida el peso de la recuperación. Por ahora, no se puede pensar en otra cosa que en sobrevivir.