Lo preocupante no es que, en un país que ya antes del coronavirus estaba al borde del Período especial en tiempos de paz segunda parte, donde los ciudadanos están haciendo colas desde la madrugada para correr el riesgo de no alcanzar un pedazo de pollo, al presidente se le ocurra hablar de limonada y de guarapo.
Lo preocupante no es que, al cabo de 61 años del triunfo revolucionario, la generación que empleó los mejores años de su vida en construir la llamada revolución, tenga que darse por bien servida con unos módulos de viandas en mal estado y productos cárnicos exiguos y con aspecto vomitivo. Lo preocupante no es que los cubanos se quejen en las redes de que el Estado les venda comida para puercos.
No, lo preocupante, según Rafael Hernández, director de la revista Temas, y el periodista Raúl Garcés Corra, quien reprodujo las palabras del anterior en su perfil de Facebook, haciéndose eco de su inquietud, es que los periodistas encargados de cubrir las actividades del presidente no se hayan puesto los espejuelos de las redes para evitarle quedar expuesto “a la vaciladera y a la guanajería”.
En días pasados, el presidente Díaz Canel generó un aluvión de burlas y memes en las redes sociales al afirmar que “la limonada es la base de todo” y que “el guarapo debería ser la bebida más común” en Cuba. Pero, según el director de Temas, el culpable de esas burlas no sería el propio Díaz Canel, sino los periodistas que cubrieron su intervención.
“¿Habrán pensado esos compañeros que recoger comentarios personales (los dirigentes son personas, claro) sobre temas tan humildes como el guarapo o los limones, iba a proyectar una imagen suya como persona preocupada por los refrescos del pueblo?”, se pregunta Hernández, en referencia a los periodistas. No se pregunta si es por los refrescos del pueblo que debería estar preocupado el presidente de un país.
No es de cuestionar la ineficacia gubernamental para garantizar la alimentación del pueblo que deben encargarse los periodistas de los medios oficiales cubanos, sino de proteger la imagen del presidente que exhibe tal ineficacia. En realidad, es injusto exigirle al presidente Miguel Díaz Canel resolver los problemas que no resolvieron los presidentes que lo sucedieron y de quienes él es continuidad: continuidad de la escasez, de las vicisitudes (para el pueblo), de la improductividad, de la represión a quienes piensan diferente y se atreven a expresarlo.
A Rafael Hernández le preocupa más la imagen de Díaz Canel que el hecho de que, en un país que estuvo entre los primeros exportadores de azúcar a nivel mundial, 61 de años después del triunfo de la revolución el actual presidente tenga que añorar el guarapo.
Sin embargo, Rafael Hernández y quienes se preocupan por los memes y burlas de que ha sido objeto el presidente Diaz Canel deberían más bien alegrarse de que esas hayan sido las válvulas de escape, y no una ola de manifestaciones en las calles y cacerolazos exigiendo comida. El pueblo cubano se ha acostumbrado a reírse de sus desgracias y a bromear con la ineptitud de los dirigentes.
Es quizás por eso que Hernández llama a que “los medios fundamentales” se planteen retomar la tradición de humor político de la prensa cubana del siglo XIX, y asegura que si fuera asesor de Díaz Canel le sugeriría volver a mencionar el guarapo y la limonada, pero en tono jocoso, como antídoto. “Porque no hay nada tan humano como reírse de uno mismo de vez en cuando”, afirma.
¿O sea que podríamos ver a Díaz Canel en televisión refiriéndose a sí mismo como el capitán Limonada, como lo han bautizado en las redes, o como el Rey del Guarapo? ¿Ahora, además de preocuparse por los refrescos del pueblo, el presidente se encargará de garantizarles suministros de humor a los cubanos?
¿Y de qué le servirá al pueblo que Díaz Canel se burle de sí mismo, cómo contribuirá su auto choteo a la canasta básica de la gente de a pie en Cuba?