Ahora mismo Cuba es un ramo de novia congelado en el aire. El ramo no se deshace porque una rígida dentadura lo mantiene atado. En su afán por evitar que se desparrame, los maxilares aprietan cada vez con más fuerza, trozando los tallos de las flores. Los asistentes a la ceremonia, pretendientes en su mayoría, gritan enardecidos: “!Abajo la dentadura!”.
Al tiempo que un ejercicio histórico antropológico, lo es también de probabilidades, de física pura. Si le damos Play al video, porque nada ha de quedar suspendido por siempre en una burbuja, y conociendo que no hay dentadura que dure cien años, ni encía que la resista:
—¿Soltará espontáneamente la dentadura al ramo de flores, a sabiendas que es lo único vivo y regenerable que hay en ese binomio?
—De no suceder lo anterior, ¿en manos de quién caerá el ramo (¿nuevamente?), con dentadura y todo?
A la izquierda es obvio que no va a caer, puesto que un abusivo ejercicio de poder se ocupó, durante décadas, de alejarlo de sus raíces proletarias; de modo que, ¿hacia qué rango de la derecha caería, sabiendo que en los países misérrimos del Sur esta tendencia lleva al mismo esquema de inoperancia e inequidad socioeconómica, legada del colonialismo que se empeña en pervivir?
Bien sea porque los aspirantes al ramillete le hacen cosquillas a la dentadura para que se desternille de la risa y suelte prenda, o porque, en su natural ejercicio de prensión, la dentadura no sepa hacer otra cosa que triturar, la esencia sigue siendo que la diversidad de ese variopinto buqué no se concilia para mantenerse unido de manera autónoma y natural, sin dentaduras ni pretendientes.
¿Cuál es la maldita circunstancia de esta isla?, ¿estar rodeada de agua por todas partes (que de lo contrario no sería una isla), o ser un ajiaco cuyos ingredientes no fraguan en un solo corpus social? De momento hay algo en claro, el ramillete no quiere más dentadura. Hay que ser muy tonto para creer que en las manifestaciones cívicas del 11 de julio solo había guizazos y marabú; lo mismo que creer que, quienes piden una intervención extranjera, y quienes quieren evitar un baño de sangre para esta tierra, respondan a un mismo reclamo. No queremos más dentadura, pero tampoco queremos un país en el que sus establecimientos, públicos o privados, de nombre o de hecho, se llamen, Warner, Tent cent, Conney Island, Havana Country Club, Ward, Parque Lenin, Moscú, Karl Marx, Sputnik, Leningrado.
No queremos ser un ramo codiciado, queremos ser un jardín próspero y autosuficiente, raíz en tierra, con igualdad de derechos dentro y fuera de nuestro humilde y generoso cantero. No hacen falta tulipanes ni rosas para ostentar a los aburridos transeúntes del mundo. Las flores, a gusto por su suelo, pueden ser de romerillo, flor del peo, o siemprevivas.