Yo no quiero ser piedra que lacere,
ni quiero ser guijarro ensangrentado.
Sólo quiero ser piedra pacífica
vigilando un sembrado.
Más bien quisiera ser alma de un muro
o arteria femoral de un empedrado,
o habitar en el borde del camino
para servir de asiento a los cansados.
No quiero ser piedra que llore,
ni piedra que lastime una mirada,
ni canto que desgarre una canción
ni mano que despiece un corazón.
Quiero ser una piedra
que al pie de los senderos
informe de distancias
y que indique la meta al peregrino.
Quiero ser piedra buena:
sangre de catedrales,
terrado en el latón de las chabolas,
cemento armado, china pulida con agua,
ojos calizos del escultor.
Soy una piedra de humilde vocación,
base para la fuente de una pequeña plaza,
hormigón de una casa
o gravilla menuda en un montón.
Publicado originalmente en la antología Más allá del miedo es mi casa “Mujeres poetas contra la violencia” (Ediciones Deslinde, Madrid, 2021).