La luz que había invadido todo el día
se iba haciendo pequeña.
Como el rostro de Otelo, una sombra sureña
celosa se extendía.
En mis brazos el Rey Lear dormía
soñando con sus hijas. Mientras tanto
el bufón componía
una danza de llanto,
de metáforas fieras, y reía.
La sombra de una acacia se movía
y Macbeth la miraba.
Ahora sin miedo alguno con las brujas hablaba.
Sólo en mis manos su ambición vivía.
El sol se desplomó, y el fiel fantasma
se apresuró a poblar mis inquietudes:
sólo aparentes eran las virtudes
de Elsinor, del mundo y de mi alma.
Las hadas por la hierba no se encuentran,
pues juegan a esconderse.
Las he visto perderse
cuando inconscientes en mi vida entran.
Oberón y Titania, de la mano,
caminan por las sombras tras su guerra.
Yo camino, sabiendo, por la tierra,
que perdí tantas noches de verano.
Publicado en Astrología interior (Ediciones Deslinde, Madrid, 2019).