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Escritores | Lujurias de Rafael Almanza (I)

"Es para mí un gran loco, que habla otra lengua, vive en un mundo extraño —dice el poeta visual Francis Sánchez—, por suerte".

Almanza en su estudio
Imagen: Francis Sánchez
Imagen: Francis Sánchez

"Tengo una fama interminable de puritano", comienza Rafael Almanza: "¡Pero, vamos! Que hay un conjunto de canciones mías titulado El arte de mi lujuria… La gente dice que yo escribo lo que escribo porque tengo el rabo amarrado con cadenas".

—¿Están públicas?

—Nadie quiere publicar mi poesía —dice riendo, abriendo el telón de su barba blanquísima.

La poesía más actual de Almanza es una suite indescifrable, heredera del trascendentalismo de Orígenes; mientras que sus ensayos parecen un pentagrama capaz de separar, intención por intención, la inmanencia de las palabras. En Eliseo Diego: el juego de dies, Almanza, por ejemplo, entiende que “nombrar las cosas no puede ser catalogarlas o encerrarlas, sino, desde luego, relacionarlas”.

Quizá por eso la escritora Gina Picart reconoce en el estudio de Almanza, “un arsenal teórico pleno de erudición, un enfoque humanista que mucho falta hoy en nuestras letras, una profundidad de observación deslumbrante y ecuménica”. Música, teología, escultura, matemáticas, pintura: Almanza pone a danzar todo para develar las claves conceptuales y culturales necesarias en la comprensión de la obra de Diego. “Iniciarse en la comprensión de su obra”, especifica Picart. Setecientas páginas para “iniciarnos”.

Eliseo Diego: el juego de dies (Letras Cubanas, 2008) fue una cordillera natural en el mapa geográfico de la trayectoria intelectual de Almanza. Fue también una demarcación política: la línea entre su tenue relación con las instituciones culturales del Estado y la total separación respecto a ellas.

MandSala de Estar (Enviroment doméstico con colaboradores). Obra de Rafael Almanza
Imagen: Rafael Almanza

De ahí surgió la necesidad de crear, incluso, su propia “institucionalidad”. Primero, La Peña del Júcaro, para conmemorar el centenario de la muerte de José Martí. “Le debíamos al menos eso —explica Almanza—, una reunión de hombres libres para pensar la patria y la libertad.

Si la libertad parece la búsqueda vital de Almanza, el margen ha sido su hábitat mucho tiempo. De un lado está la marginación que el Estado descarga sobre él a causa de sus disidencias políticas, y de otro la que el propio autor ha elegido por sus búsquedas formales. Entonces creó Ediciones Homagno en 2003.

—Nació en Miami, fruto del esfuerzo de algunos escritores y artistas camagüeyanos, presididos por el poeta Carlos Sotuyo, a fin de dar a conocer la obra del grupo con dinero propio.

—En las primeras páginas de los libros editados por el sello aparece esta línea: “La Candelaria es un esfuerzo por rescatar a la Bella Dama de la política, la moda y el mercado”. ¿Qué significa?

La Candelaria es patrona de Camagüey y nombra la colección de ficción. Los avileños son también candelarios —explica Almanza—. No somos un grupo regional cerrado, queremos otros autores. Los que sí somos es independientes de cualquier poder político y también del mercado. Nuestros libros se publican para regalar. (El primero se vendió informalmente para recuperar algunos gastos). Hemos impreso doce títulos, precisamente por atenernos a nuestra capacidad financiera, que es insignificante; y en los últimos años no hemos podido imprimir varios ya listos. Todos los libros los he editado, sin recibir remuneración. En cuanto a la moda, ninguno de nosotros tiene nada que ver con ella. Somos marginales.

Decidió no publicar más en editoriales y medios estatales y vive retirado en su casa, ajeno a las instituciones gubernamentales —reseña la revista literaria cubana Árbol Invertido—, aunque admirado y querido por quienes lo aprecian como uno de los intelectuales cubanos más auténticos”.

La autenticidad de Almanza a veces se embrolla con la experimentación a la que somete a su obra. La poesía visual, por ejemplo.

—Es para mí un gran loco, que habla otra lengua, vive en un mundo extraño —dice el poeta visual Francis Sánchez—, por suerte, porque de esa manera se está escapando siempre de la decadencia del lenguaje cubano, de la sumisión y la grisura en que se retuercen una sociedad y una cultura envenenadas de miedo. Mantiene la frescura y la gracia de la mirada infantil, la capacidad de jugar, de no dejarse domesticar, eso lo hace un joven a tiempo completo, es decir, un poeta siempre irreverente.

El poeta que quisiera ser, según Almanza (Podcast)

Almanza ha creado con neón algunos de sus poemas visuales más conocidos, pero también ha modelado con programas de 3D lo que él llama Poemas Arquitectónicos. Convertir palabras en edificaciones.

—La espacialidad, ocupar territorios íntimos, darle significados nuevos a las cosas y la ritualidad, forman parte de ese discurso muy suyo con que construyó un reino que habita como profeta bíblico. Pocas veces Almanza renuncia al discurso, al tono, al desenvolvimiento de misterios en forma de oratoria.

Dice Francis que, si al masón José Martí se le hubiera ocurrido hacer poesía visual, quizá hubiera hecho la poesía plástica de Almanza que conocemos. Una poesía plasmada también en lienzo, como banderolas que recuerdan escudos medievales.

—Almanza no respeta límites formales —agrega Francis—, va del plano arquitectónico al libro miniado, de la carpintería al rito órfico, etc. Yo asisto a su obra como se entra en una película maravillosa. 

La vida ermitaña e introspectiva de Almanza le ha transferido el tono a su casa, la física. Casa y obra. Altos puntales, fachadas que son bombas de humedad, una sala que es un mandala (mansala, le llama el poeta), tinajones quebrados, la máquina de coser de sus tías hecha un ready made. El alma definiendo (junto a la privación económica) el espacio que se habita. La obra como casa. El poema visual más asertivo y real que haya armado.

Pero esa atmósfera cae dos noches al año con la Peña del Júcaro Martiano, reseñada por algunos como la actividad cultural independiente en activo más longeva de Cuba.

En 1995 el ecologista Eudel Cepero tuvo la idea de sembrar tres júcaros simbólicos en puntos notables de la ciudad de Camagüey. A partir del año siguiente y hasta 1999, se reunieron en la casa diocesana de la vetusta iglesia La Merced para hablar de Martí y de Cuba.

Pasábamos del encuentro informal al formal —rememora Almanza—. La Iglesia no toleró tanta libertad y a partir del 2000 nos reunimos en mi casa una vez al año, aunque cumpliendo veinte años ahora son dos: en verano y en diciembre.

Francis Sánchez, avileño, poeta y director de una revista literaria independiente, ha visitado más de una ocasión la peña, “espacio de resistencia y de fundación en medio de la dispersión y el éxodo absoluto que sufre hoy la sociedad cubana”, dice.

—En Cuba no se conversa de manera normal y fluida, sino que estamos llenos de miedos y sospechas que nos pellizcan, tuercen y atan. Almanza aún cree en la oralidad, pero más que todo en el contacto espiritual de las personas. Todos (o casi todos) se van, y Almanza se queda; todos se deprimen, y Almanza trabaja; todos se ponen máscaras, pero Almanza exhibe una heráldica de sus sentimientos genuinos; todos buscan subirse a la carroza del poder, pero Almanza organiza una gran marcha desde la sala de su casa hasta el patio donde clava un nuevo escudo nacional; todos se encierran, se separan o se callan, y este poeta convoca al ágora del jardín doméstico, donde ríe, canta, recuerda y piensa en voz alta.

Francis ve a Almanza así: un rey con una gran corte fabulosa que, desde el insilio, dirige un ejército invisible. Y son jóvenes quienes trabajan a su lado. Durante meses planifican junto a Almanza el programa de las peñas.

En una de las más recientes, se dedicó un aparte al cineasta Guillén Landrián, relegado en los 60. Su pieza cumbre fue Ociel del Toa, un clásico del cine cubano, sobre un niño y su comunidad, próxima a ese caudaloso río. Almanza llevó a su casa a Ociel, que aún vive en Baracoa, y que reapareció ante el público más de 50 años tras el rodaje del documental.

—Fue increíble que tuviera que venir hasta un lugar tan clandestino —dice Francis—, una peña que no tiene que ver con ninguna institución, al patio de un intelectual tan marginado, para encontrarme con los hilos de esta historia de otro gran artista marginado y recibir su iluminación. Almanza está en el fluir real de la identidad y la cultura cubanas, y te hace estos regalos. 

Por ese tipo de cosas Francis ve el centro de Cuba “detrás de una puerta camagüeyana, en ciertas personas, ciertas ruinas que siguen en pie, y Almanza está ahí”.

Peña del Júcaro Martiano, casa de Almanza, 29 diciembre 2018
Imagen: Rafael Almanza

Leer la 2da parte de esta entrevista.

Yoe Suárez

Yoe Suárez

(La Habana, 1990) Autor de los libros de no ficción La otra isla (Finalista Beca Michael Jacobs 2016 e International Book Latino Award 2019), En esta ribera mi cuerpo (Mención Premio Casa de las Américas 2018), El soplo del demonio. Violencia y pandillerismo en La Habana (2018), llevado al mediometraje documental Punkie. Coordinó Espectros (2016), primera antología de periodismo narrativo cubano. Traducido al inglés y al italiano. Premio de Reportajes Editorial Hypermedia 2017 y  2018. Publicó en Newsweek, Univisión, Vice, El Español. Fue corresponsal del canal estadounidense CBN News. Documentalista. Cuentos suyos fueron llevados al audiovisual, y varios reportajes al cómic en el libro Quiebre de espíritu. Aparece en antologías de poesía y ensayo dentro y fuera de Cuba.

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