La primera vez que leí un poema de Bisquet pensé dos cosas: que la joven poesía cubana seguía siendo un bastión impenetrable, una fortaleza frente al mar donde se estrellaban los enemigos y las olas; y segundo, que esta niña debería pertenecer a Demóngeles.
Katherine Bisquet, nacida en la Ciudad Nuclear en 1992, quien tiene publicado el libro Algo aquí se descompone (Colección Sur Editores, La Habana, 2014), es una poeta marcada por los avatares de los tiempos en los que vive. Perseguida por la Seguridad del Estado tras los acontecimientos que tuvieron lugar en el Pabellón Cuba, donde fue agredida físicamente en medio de una lectura de poesía por pronunciarse en contra del Decreto Ley 349, Bisquet se arma de poesía, ignora a sus enemigos, y continúa:
Uno pierde de vista los ideales
no responde la voz adyacente a la historia
el eco no retumba más en las arterias
la luz no llegará.
Uno
severamente
se mutila…
Eres una joven escritora que ha sabido representar a su generación poética, incluso, me atrevo a decir, que de cierta forma la has liderado. Cuéntame cómo fueron tus inicios literarios.
Si habláramos de una generación poética estaríamos incurriendo en los mismos errores de la crítica, la lamentable crítica literaria al usar un término tan totalizador como generación, si acaso se le pudiese llamar “generación” a la promoción de poetas nacidos después del noventa. No es acaso menos reduccionista, para no llamarlo institucional o elitista, el hecho de llamar a un grupo generación por haber publicado al menos un cuaderno de poesía, cuando bien sabemos nosotros ―los que defendemos a ultranza lo llamado independiente―, que existen muchos poetas parias, los inéditos, los censurados, los Spoken Word, los performáticos, los locos, los que aún no han decidido pasar al papel sus versos... Esta historia es muy antigua y viciosa, muestra a unos y oculta a otros. Si hablamos de esa generación secular, pero que está a la sombra, con una fuerza inimaginable, entonces sí me gustaría, sería un placer, sentirme perteneciente a una generación, liderar una generación. Mientras, dejémosle cabida a lo que se le puede decir promoción; entonces no, de ninguna manera lidero nada. En cuanto a mis inicios, se trata de una historia de suerte y aceptación, gané un premio y me incluyeron en sus programas.
¿Qué sentiste cuando conociste el Decreto Ley 349? ¿Cómo tomaste la decisión de usar tu camiseta para criticarlo cada vez que te fueras a presentar en público?
Cuando conocí la Ley 349 sentí mucha impotencia, pero debo reconocer que se trata de algo de doble filo. Por una parte este decreto legaliza la censura según la conveniencia de la Institución, pero de cierta manera también se desenmascara algo tan tangible como la propia política cultural que viene hostigando a los artistas desde hace muchas décadas. Quisiera creer que este decreto-ley sirvió para despertar a muchos de un largo letargo, y avizorar a otros no tan dormidos sobre la inminente falta de libertad creativa y de pensamiento en el arte. La 349 fue un detonante, y lo mejor de todo, fue que tocó a muchos y esa multitud se reveló. Uno debe ser y sentirse libre. Mi deber era proclamarme en contra de este decreto en todas mis presentaciones de lecturas poéticas desde dentro de la Institución, en ese momento durante la Feria Internacional del Libro de La Habana. Mi intención fue pacífica. La reacción de esa Institución no lo fue.
A raíz de lo que te sucedió en el Pabellón Cuba, un acto contra el que estoy en total desacuerdo, y sé que muchos de los escritores y artistas del gremio también lo están y te apoyan; ¿cuánto cambió en ti el panorama cultural de la isla, y cuánto ha aportado eso a tu poesía?
El panorama en realidad sigue siendo el mismo. Yo tampoco cambié, radicalicé un pensamiento, lo hice práctico y lo expresé. Eso puede que, a los ojos de muchos ―y de una manera bastante superficial―, parezca que haya mutado. No se transforma uno por expresar lo que piensa. Yo participaba en la Institución y pretendía que me escucharan, pero ellos sólo aceptan a los que permanecen callados, como mismo era mi posición anterior. Cuando ocurrió este acto de revelación durante mi lectura, muchos espectadores quedaron asombrados y eso es seguramente lo más hipócrita, pues no son pocos los que pensaban de manera similar a la mía. Entonces nos encontramos aquí con lo que yo llamaría “el miedo a la proyección o exteriorización”, todos somos unos animales sumamente políticos, pero en la intimidad. Esto permite que puedas andar de una manera asexuada, imparcial, voluble, esa androginia que define a casi todos los intelectuales dentro del marco de la oficialidad. En cuanto a mi poesía, sigo con el ritmo de antes, si lees bien mis textos llevo el mensaje de siempre.
Mucha gente cree que la literatura cubana está secuestrada. Las instituciones abarcan casi todos los programas culturales y los eventos independientes literarios son irrisorios, y mucha gente no asiste a estos por no “marcarse”. ¿A qué crees que se deba esto?
Se debe a muchas cosas. En primer lugar, se sigue creyendo que la Institución legitima, pues a fin de cuentas es la misma que publica y distribuye dentro de la isla, al menos de una manera legal. Los eventos literarios independientes son escasos y con un limitado poder de convocatoria provocado, además, por el factor “indiferencia” que genera un público apático y aparentemente “apolítico”, un público que ya muestra las secuelas del Totalitarismo, un público desalmado. Si rediseñáramos y convocáramos ahora una nueva edición del Festival Poesía Sin Fin, nunca tendría el alcance glorioso que tuvo en sus inicios, y no sería precisamente por su gestión y preparación, sino porque las personas o la gran mayoría ―para las cuales estaría dedicado dicho Festival―, ya no creen en el poder redentor de un poema. Igual tengo la convicción de que todos estos destellos independientes pueden ser el aliciente para retomar la fe en el arte, en la literatura, un volver a empezar, un dislocar lo maltrecho, y sanarlo.
Para terminar, ahora mismo, desde la posición de una joven escritora que conoce la poesía y la abraza, ¿qué les dirías a los jóvenes escritores que están en sus inicios? ¿Qué consejos tienes para ellos?
Mi único consejo es que devoren los libros. Como mismo aparece en la acepción del verbo devorar: comer con ansia y rapidez. Las lecturas les irán indicando cómo escribir lo que quieren escribir o simplemente les quitarán las pretensiones.