Hace seis meses comencé la traducción al inglés de Habana 505, novela del escritor francés Cyríaque Gríffon, que cuenta la historia del cubano Fernando Pruna Bertot, quien además de protagonista se ha convertido en coautor del libro tras la corrección y casi reescritura de la versión en español.
Uno de los personajes que aparece, desde las primeras líneas, es el hermano menor de Fernando, Andrés Pruna Bertot, pintor y fotógrafo de National Geographic.
Vi las primeras imágenes de su trabajo gracias a Fernando y me maravilló su obra, inspirada principalmente en la naturaleza. Pero ahí terminaba mi interés en este hermano menor, cuya función en el libro no parecía otra que la de contribuir a mostrar el círculo familiar del protagonista.
Entre tanto gánster, actrices y cantantes famosas y bellas mujeres, que inundan Habana 505, es difícil prestar atención a un muchachito de dieciséis años, que hasta el capítulo 14 no ha dicho cincuenta palabras.
Incluso en ese capítulo, lo más interesante, o más bien temerario, que hace el menor de los hermanos Pruna, es desafiar, totalmente desarmado, a un muy joven rebelde que, en medio de la efervescencia por la huida de Batista, le apunta con el rifle sin motivo alguno, cuando Andrés regresaba a su casa, tras la celebración de Año Nuevo.
No habría cometido el error de subestimar la relevancia de Andrés Pruna, no solo para la historia de su hermano, sino para entender la de nuestro país o al menos contar con una perspectiva distinta a la del gobierno cubano, si hubiese leído los agradecimientos expresados por Cyríaque Gríffon a todas las personas cuya colaboración resultó valiosa para la escritura de Habana 505. Entre ellas se encuentra Andrés Pruna Bertot, “líder de uno de los grupos de hombres rana que prepararon y tomaron parte directa en la Invasión de la Bahía de Cochinos (Playa Girón)…”
Por más que me esfuerce, quizás nunca logre olvidar esa letanía que tuve que aprenderme de memoria para un examen de historia en 4to grado: “Girón, primera derrota del imperialismo yanqui en América, 19 de abril de 1961”.
La versión del vencedor y por tanto dueño de la verdad, dueño de la noticia, gobierno cubano, repetida por la maestra de primaria, que luego se fue de Cuba, cantada por Sarah González con toda la fuerza de sus cuerdas vocales, acompañada de un coro que sonaba sublime, cantada en mi secundaria por una niña, que también se fue luego del país, coreada por todos los niños de la escuela y por mí, emocionada hasta el dolor, fue la que acepté durante años. Esa versión que convertía a los invasores de Playa Girón en mercenarios y a los milicianos en los vencedores, que habían propinado la “primera derrota del imperialismo yanqui en América”, no era solo épica, emotiva, hermosa. Era, sobre todo, la única.
Conversar con Andrés Pruna, quien se involucró en la invasión a Playa Girón sin haber cumplido 21 años, casi sesenta después de aquellos hechos, es la oportunidad de conocer la otra verdad, la de aquellos cubanos tildados de mercenarios sin derecho a réplica.
¿Cómo se involucró en la invasión a Bahía de Cochinos y por qué precisamente como hombre rana?
Aprendí a nadar más o menos al mismo tiempo que aprendí a caminar. Desde muy joven mi deporte favorito fue el buceo y la pesca submarina, luego competí en natación ganando varios premios en ese deporte. Durante mi educación en EEUU me leí todos los libros sobre buceo, exploración submarina y también sobre la historia de los varios grupos de demolición submarina y su desarrollo. Cuando me enteré que estaban reclutando voluntarios para una futura invasión, mi primera pregunta fue si estaban formando un equipo de hombres rana. Me contestaron que sí y que aún era solo una idea. Entonces llamé a dos amigos que habían sido compañeros de natación y de pesca submarina, que recién me había enterado que habían salido de Cuba, para ver si querían unirse conmigo y formar parte del equipo. Uno me dijo que sí y el otro que no, y así se fue formando el equipo, al final fuimos 12. Nuestro nom de guerre era Los Doce Apóstoles.
Era natural que mi interés en participar en un esfuerzo para terminar con el régimen de Castro fuese muy fuerte. Mi familia había perdido todo, mi padre y hermano habían caído presos, la mayoría de mis amigos también habían perdido todo, y para mí era evidente que Castro no era más que un charlatán dictador que se había robado la revolución. Una revolución donde los estudiantes son los que más lucharon y murieron, mientras el zángano este se escondía en la Sierra Maestra con más o menos 100 hombres.
Me llama la atención que nunca se haya involucrado en la lucha contra la dictadura de Batista, en la que muchos jóvenes y estudiantes perdieron la vida, y tomara parte en la invasión. ¿La dictadura de Batista no le parecía tan mala, porque a fin de cuentas no afectaba la posición acomodada de su familia?
Cuando volví a Cuba luego de 5 años estudiando en EEUU, tenia 15 años con solo dos meses para cumplir 16. Aparte de tener que terminar la escuela secundaria, prácticamente no tenía amigos en Cuba. Mi interés era estudiar arte en la San Alejandro y volver al campo y al mar que tanto extrañaba. En otras palabras, mi tiempo estaba totalmente ocupado con los estudios, introduciéndome nuevamente en un país prácticamente ajeno en esos momentos y disfrutando de la vida después de estar pupilo por tantos años. Sinceramente, en el campo donde sí tenía varios amigos, no me acuerdo de hablar de revolución en ningún momento.
Muchos creen que en esa época la situación política, Batista y los rebeldes en la Sierra era lo que mas llamaba la atención, pero la verdad es que el 99% de la población, sobre todo en la Habana, seguía su vida como si nada. Había bombas de vez en cuando y también eventos como el ataque al Palacio, pero en general la vida seguía como de costumbre. Esta no fue una revolución donde los rebeldes bajaron de la Sierra y combatieron en las calles, esta fue una revolución donde Batista, sin avisar a nadie más que sus más íntimos, abandonó el país, luego de una noche de celebraciones por el año nuevo y sin tirar un tiro.
Sin duda, mi posición social ayudaba, pero dentro de mi familia yo era el que consideraba el más rebelde. Mi ambición era ser un gran pintor, mis amistades eran casi toda gente de común interés, entre ellos guajiros, y estudiantes de arte que son de costumbre los más liberables. Estaba totalmente en desacuerdo con Batista y deseaba un cambio político en Cuba, pero tampoco simpatizaba con Fidel y sus ideas y creía que ese cambio podría producirse mucho mejor a través de elecciones.
¿Por qué fue usted de los primeros en llegar a las playas cubanas y de los últimos en irse?
Esta es la pregunta fácil de contestar. Primero, porque los hombres ranas son los que primero desembarcan y hacen un reconocimiento de la zona y luego marcan el lugar de desembarco. Fuimos los últimos porque los 6 que aun quedábamos (5 fueron capturados con dos heridos, otro quedó fuera antes de la invasión por no poder terminar el entrenamiento que fue sumamente riguroso) volvimos a la zona a rescatar sobrevivientes, aun dos semanas después del desembarco, hasta que la zona fue completamente ocupada por las milicias. Rescatamos a 33 y enterramos algunos muertos. Nuestra ultima misión de rescate fue hecha desde un submarino cuando ya la zona estaba completamente bajo el control del ejercito rebelde.
Como debe saber, en la Historia de Cuba que se enseña en las escuelas cubanas, ustedes fueron mercenarios. El hecho de que hubiese un barco destructor norteamericano con 37.000 marines esperando una orden del presidente Kennedy para atacar, que nunca llegó, y que usted afirme en una entrevista con Radio Martí, que John F. Kennedy los abandonó, parece darles la razón a quienes los describen a ustedes como mercenarios del gobierno norteamericano.
No entiendo qué tienen que ver los 37.000 Marines con que nosotros fuésemos mercenarios. Primero que nada, estoy seguro que lo que enseñan en las escuelas en Cuba es lo que el gobierno de Cuba interpreta como la verdad al igual que lo que enseñan en Corea del Norte y en todas las dictaduras totalitarias. Te puedo asegurar que si hubiésemos sido mercenarios hubiésemos ganado, pues en vez de ser 2.000 hombres hubiésemos sido 200.000. Por amor a la patria se aparecen unos cuantos, pero por plata se aparecen hasta los perros.
Jamás el gobierno de EEUU me ofreció dinero y yo nunca le pedí un centavo, éramos todos voluntarios. El término mercenario es bastante nebuloso, pues desde un punto de vista, todo soldado por recibir un salario se podría decir que es un mercenario, incluyendo el ejército rebelde de Cuba. En el caso nuestro, por lo menos todos los que pelearon en la invasión, nadie recibió un salario.
En el caso de los Marines tendrías que conocer cuál era el plan de la invasión. Era obvio que 2.000 hombres no iban a derrocar a un ejército de más de 100.000. El plan era que los dos mil establecieran un terreno donde se podía establecer un gobierno provisorio y este gobierno provisorio entonces pediría ayuda a EE.UU y en ese momento los Marines desembarcarían en Cuba. Como nunca se estableció el gobierno provisorio, ya que no pudimos establecer poderío Aéreo (gracias a Kennedy, que es ahí donde considero “la traición”), los Marines nunca desembarcaron. (Aclaración) Se suponía que hubiesen tres días de bombardeos donde la fuerza aérea rebelde se hubiese destruido y por ende hubiésemos tenido poderío aéreo. Kennedy, bajo la presión de su gabinete, suspendió los bombardeos y solo se hicieron un día y la fuerza aérea rebelde quedó suficientemente intacta para evitar el éxito de la invasión. Tan simple como eso. Sin poderío aéreo es imposible que la invasión tuviese éxito.
Hay que entender que nuestras tropas se quedaron sin comida y sin municiones después del tercer día. Ya no podían pelear más. Mientras tenían municiones con que pelear, su avanzada fue espectacular y las bajas de las milicias y el ejército rebelde eran enormes, cosa que después el gobierno cubano escondió. Como suele pasar a veces en combate, nosotros ganamos la batalla, pero perdimos la guerra. Desgraciadamente el triunfante siempre escribe la historia a su conveniencia.
Kennedy nos abandonó al no dejar que destruyésemos la fuerza aérea rebelde, y esta fue la causa principal de nuestra derrota.
En Cuba también se dice que el propósito de ustedes era volver a implantar el sistema corrupto, la injusticia social, el racismo y los privilegios para solo una parte de los ciudadanos, que existían antes del 1ro de enero de 1959. Nunca hemos tenido la oportunidad de conocer la versión de alguien que participó y arriesgó su vida en esa invasión; quisiera conocer la suya.
Esta pregunta casi no merece contesta, pues es una pregunta que considero absurda y también insultante. No puedo opinar por 2.000 hombres, pero te aseguro que todos los que conozco lo que querían era una Cuba libre y justa para todos y definitivamente una Cuba sin un sinvergüenza como Fidel que resultó ser el dictador más desastroso de la historia de Cuba, uno que ahora comparan con los peores dictadores totalitarios del mundo. Sin duda, muchísimo peor que Batista.
Después de Bahía de Cochinos, usted continuó peleando para derrocar al régimen totalitario implantado en Cuba. ¿En cuáles otras misiones participó usted, y por qué no tuvieron éxito?
Sin entrar en detalles, después de la invasión, el gobierno de EE.UU reunió a los pocos que habíamos quedado para saber si queríamos continuar la lucha. En el caso de los hombres rana que quedamos libres, casi todos aceptamos seguir y durante más de un año y hasta el acuerdo que Kennedy hizo con Khrushchev cuando la Crisis de los Misiles en octubre del 1962 (parte del acuerdo era suprimir los ataques comando a Cuba).
Como comandos se llevaron a cabo muchísimas misiones de infiltración y combate, como el ataque a las Minas de Mata Hambre. En estos ataques también sufrimos bajas y algunos prisioneros, pero también tuvimos problemas con seguridad por parte de lo que deducimos era el gobierno americano. No sabemos el cómo ni el quién, pero alguien que evidentemente no estaba de acuerdo con nuestras actividades estaba revelando nuestros planes antes de una misión. Estas misiones eran mas bien una forma de mantener la lucha y por lo menos yo llegué a la conclusión de que no merecían el arriesgar la vida cuando realmente no tenían un plan definitivo. Entre otras cosas tenían limites en lo que podíamos hacer y no hacer, cosa que me parecía absurda. Por ejemplo, yo quería hundir algunos barcos rusos y cuando lo propuse me respondieron que ni lo pensara.
Usted le hizo una declaración sorprendente a una periodista de Radio Televisión Martí que lo entrevistó sobre la Brigada 2506: “Si hubiera educación, no habría Fidel Castro”. Sin embargo, el gobierno revolucionario llevó a cabo una amplia campaña de alfabetización, muchas personas que no habrían podido hacerlo antes de 1959, pudieron estudiar y llegar a la Universidad. ¿Cómo puede afirmar que en Cuba no hay educación?
Indiscutiblemente una buena educación es imprescindible, pero la educación como la comida viene con diferentes gustos. En 1956, antes de la revolución, la ONU reconoció a Cuba con el 23.6% de analfabetismo, siendo así la nación con el segundo índice más bajo de las Américas, incluyendo a España, que tenía el 50% en ese momento. O sea, que Cuba ya tenía una educación bastante robusta per cápita, aunque reconozco que ahora el índice es aún menor y que indiscutiblemente existen más graduados universitarios ahora que antes.
Pero también es indiscutible que en un país que carece de un sistema judicial claro, que no tiene medios de difusión como diarios libres, la radio y televisión controlada por el Estado, libros de enseñanza adaptados a las supuestas verdades del gobierno, sin libre expresión, con restricciones de viaje y falta de recursos, es prácticamente imposible el desarrollo de muchas otras facultades que forman parte de una educación normal o completa. También creo que por el odio que la revolución le tiene a los que ellos consideran "privilegiados" han creado una generación de mal educados o falta de modales, confundiendo modales con ser burgués. Esto de por sí no es importante, pero como expresa el dicho, ser cortés no quita lo valiente. Esto te lo digo porque hablando con algunos recién llegados de Cuba me doy cuenta que modales no es algo a lo que le dan gran importancia.
En ningún momento quise atribuir el problema de Cuba a una falta de educación. Lo que quise decir es que tanto Cuba como aquí en este país y en el mundo entero yo atribuyo a la falta de educación, o llámale ignorancia, todo lo que es racismo, intolerancia, fanatismo y la falta de razonamiento, lo que nos lleva a lugares y hechos que podríamos evitar. En estos momentos EEUU tiene un presidente que es un racista, un ignorante, un vulgar abusador, ladrón y mafioso, y tiene el apoyo de un 38% del país. ¿Cómo es posible que esto suceda en un país que supuestamente es uno de los más educados y ciertamente quizás el más libre? ¿A qué se le puede atribuir este fenómeno? Esta es la falta de educación a la cual me refería. Es un verdadero enigma.
Antes de saber que fue hombre rana durante la invasión a Bahía de Cochinos, ya sabía que era usted pintor y fotógrafo submarino. Gracias a su hermano Fernando Pruna y a Diario de Cuba había visto fotografías suyas. ¿Cómo ocurrió el tránsito de hombre de acción a hombre de artes?
Es al revés, de hombre de arte a hombre de acción. Esto pasó por las razones ya mencionadas. Las circunstancias, como la pérdida de todo, mi hermano y padre presos, mi juventud que indiscutiblemente hace que uno se crea invulnerable, el romance de la lucha armada, las influencias de las amistades, el querer probarse a sí mismo, en fin, de todo un poco. Luego, cuando la suerte me acompañó y nunca caí preso o herido y resulté ser un buen hombre de acción seguí entrenándome hasta llegar a ser oficial en la Marina de Guerra de EEUU y miembro del grupo más élite de todos, los SEALS.
Con la edad y la experiencia, sobre todo después de la guerra de Vietnam, llegué a la conclusión de que la guerra solo resulta en desgracia y soluciona poco y nada. Al final son los líderes los que nada pierden y una medalla o promoción no valen una vida o una pierna o un brazo.
Nunca perdí mi amor al arte y solo me arrepiento de no haber vuelto al mundo del arte antes.
¿Dejó usted de creer en la lucha armada como opción para liberar a Cuba? Sea cual sea su respuesta, me gustaría saber el porqué.
El régimen de los Castro ya ha durado más de 60 años. La mayoría de la población de Cuba no conoce otra forma de gobierno. Lo mismo pasa con los cubanos que se fueron del país. Algunos se fueron de Cuba hace poco, pero la mayoría llevan mucho tiempo fuera de Cuba e incluso ya tienen hijos y nietos que nunca han estado en Cuba. Ya Cuba no tiene nada que ver con la Cuba de ayer, ni siquiera hablan igual. Yo escucho a los cubanos que llegaron hace poco y me cuesta entenderlos. La Cuba de ayer y la de hoy son dos islas diferentes.
Hoy la lucha armada en Cuba ya no podría tener éxito, sobre todo si es a través de una invasión. Quizás, una revolución por parte del pueblo podría triunfar, pero si algo ha hecho bien el gobierno de Cuba es controlar al pueblo y evitar cualquier tipo de protesta o rebeldía. Un líder como Castro en Cuba hoy duraría lo que un pedo en una canasta como dicen en la Argentina.
La única forma en que ahora Cuba puede cambiar es abriendo las puertas al mundo, cosa que los que aún mandan en la Isla conocen perfectamente que sería el final de su poder. Indiscutiblemente, con el tiempo algunas cosas han de cambiar, pero por ahora Cuba permanecerá tal cual. Como un amigo canadiense me dijo cuando recién visitó a Cuba: es un lugar donde parece que no se sabe para dónde coger.
Tras cuarenta años sin pisar suelo cubano, Andrés Pruna quiso visitar a Velia Sirgo, la señora que los había cuidado a él y a su hermano Fernando de pequeños, pero no estaba seguro de que podría entrar al país.
A través de un amigo suyo que también había participado en la invasión y viajaba a Cuba, pudo averiguar que el gobierno cubano no iba a tener inconvenientes en permitirle entrar al país. Así pudo viajar a su tierra natal por primera vez en cuatro décadas y permanecer durante una semana, aproximadamente.
La autorización para entrar al país no significó que Andrés no sería interrogado después de aterrizar en Cuba y que no intentaran confiscarle una revista en el aeropuerto. Eso lo trajo a la realidad.
Me recordó que estaba entrando en un país totalitario, una dictadura, que no era nada igual que ningún otro país que normalmente visitaba. Estaba en un lugar donde no había libertad.
Durante su estancia, además recibió la visita de dos agentes de la Seguridad del Estado con quienes sostuvo una conversación muy interesante.
Pero Andrés también pudo visitar la antigua finca de sus padres en el pueblo Nazareno, de San José de las Lajas y, por supuesto, a Velia, que ya estaba muy mayor y enferma y vivía en el antiguo bufete del padre de Andrés, en la Habana Vieja.
La Habana me hizo el mismo efecto que cuando viajé a Stalingrado, cuando aún existía la Unión Soviética, una ciudad lindísima, hecha por los mismos arquitectos que hicieron París, pero me dio la impresión de que necesitaba un par de millones de galones de pintura, porque estaba toda abandonada. Y La Habana me pareció lo mismo: una ciudad lindísima que se está derrumbando poco a poco.