Hace 37 años, cuando conocí a Walfrido en el Instituto Superior Pedagógico, formábamos parte de una masa aparentemente indiferenciada de jóvenes. Allí había gente de todo el país, cada cual con sus historias de vida traídas desde los confines de la Isla. Aunque pretendieran meternos en el cerebro que estábamos moldeados de la misma materia, en virtud de un prometedor experimento social encaminado a borrar los vestigios dejados 27 años atrás por una sociedad decadente, lo cierto es que ese pasado, aunque distorsionado, todavía era tangible.
Para colmo de males, terminando los 5 años de estudio, el polvoriento cortinaje del socialismo europeo se vino abajo estrepitosamente. Hasta ahí llegó el experimento bajo subvención. Tratándose de Ciencias Pedagógicas, además especializadas en Arte, los cuestionamientos durante ese último quinquenio del Socialismo Real eran la comidilla de cada debate. Fue una época controversial. Siguiendo los parámetros de la metrópoli de turno, en Cuba se implementó la Rectificación de Errores, versión caribeña de la Perestroika. La inquisición se flexibilizó, siempre bajo estricto control, lo que favoreció, al menos, una renovación en el terreno de la cultura y las ideas, que estalló por las Artes Visuales en la segunda mitad de los 80.
Yo me gradué un año después que Walfrido, en el 91. El último relicto del Socialismo por tubería que pude percibir gratuitamente fue una bicicleta soviética —paradójicamente llamada Ucrania— para hacer frente a la ola de calamidades que padeceríamos en los años por venir. Los que nos conocimos en aquellos fructíferos años, por los que guardo una entrañable gratitud, apenas tuvimos tiempo de celebrar juntos el duelo de aquel universo perdido. Rara vez volvimos a saber unos de otros. La diáspora que siguió a esos años desperdigó a casi todos por el mundo. Con el tiempo, Facebook mediante, nuestra cofradía no es la misma, pero al menos sabemos que estamos vivos en este planeta loquísimo que tantas vueltas ha dado desde aquel entonces.
Dándole al pulgar sobre la pantalla del móvil, reaparece como un náufrago el gran Walfrido. En nuestra conversación no sólo me actualiza, sino que me sumerge en su pasado, aquel anterior al Pedagógico, uno que parece salido de un documental. Racismo, inequidad, despotismo, figuran como desventajas para alguien que ha vivido en un país al que también ha sabido sacarle provecho, empleando esas brechas “benéficas” por las que, unos más que otros, atravesamos alguna vez en el pasado. Ahora todo ha sucumbido de modo tan dramático, que parece dejarnos sin palabras, o imágenes. Pero no, aquí hay alguien que lleva una Bitácora muy bien ilustrada de las últimas horas…
Walfrido: "...Nunca me creí lo de pintar muy en serio..."
¿Cuándo y dónde empezaste a estudiar artes plásticas?
"Siendo niño, en Santiago, fui a una escuela elemental de artes plásticas. A mí me parecía deslumbrante por sus aulas tan bien iluminadas. Para matricularte debías, además de tener habilidades, pasar un examen de las noticias de actualidad y su significado ideológico. Cuando salí de ahí no pasé más escuelas de la especialidad hasta el Pedagógico, en nivel superior. Lo otro fue caricaturas de jodedera en la escuela normal, y dibujos de mapas en el ejército. Nunca me creí lo de pintar muy en serio, quizás fuera por mi formación entre el deporte y las becas. En mi familia nadie hablaba de arte, no tengo pedigrí. Siendo adolescente, un día fue a parar a mi casa una reproducción de "Los Girasoles", de Van Gogh, y me tomé el trabajo de enmarcarla sobre un pedazo de plywood. No sabía qué era aquello, pero me gustó mucho. Ya te digo, salvo a mí, a nadie en la familia le interesaba el arte. Incluso, siendo ya adulto, formado como artista, con un taller de cerámica enorme y lucrativo que había instalado en mi casa, mis padres tomaron de allí una cabeza escultórica para tapar el hueco de una cerca de patos. Pase días buscándola, convencido que nadie podía haberse llevado aquella gárgola, que además era un encargo destinado a un reloj de la ciudad. ¡Imagínate tú!
"Eso sí, pasé la infancia leyendo mucho y de todo, y dibujando en el reverso de las libretas, como si el lápiz, con solo escribir, se quedara hambriento de las ganas de dibujar. Después empecé a escribir, y ya de adulto retomo cuentos que me habían premiado en el preuniversitario. ¡Hasta una novela tengo publicada!: La casa de Nadie. ¡Tremenda vergüenza! Alguien me dijo que tiene cinco estrellas en Amazon. Eso dice mucho del mercado".
Una vez que empezaste a escribir y dibujar, ¿no hubo predilección por una de estas habilidades en algún momento?
"Debo haber comenzado a dibujar antes, porque es lógico, para escribir hay que armarse de las letras, palabras y lecturas. Ahora no recuerdo a quién le preguntaron desde cuándo hacía esculturas y respondió que ´desde la cuna amasaba la caca…´. Pero entiendo tu pregunta.
"En sexto grado, becado, cree un periódico con dibujos y textos sobre los acontecimientos de la escuela. Era tedioso reproducir diez, quince veces, aquella hoja arrancada del medio de la libreta, y pasarle por encima con bolígrafo a los trazos del lápiz. Aquel ´órgano de prensa´ fue a parar a la oficina del Director, a quien no le gustó la nariz que le dibujé en uno de sus retratos, y también llamó a la Secretaria para que se viera representada por mí, según él, en una pose y vestimenta inapropiada. Pagué limpiando letrinas por una semana. Con el tiempo, errando por las becas de la secundaria, sin televisor en las tardes, noches de aburrimiento, pero de mucha comunicación cara a cara, y hasta de primeros besos, confeccioné lotes enteros de juegos de barajas, tableros de Monopolio con centenares de billetes, dibujados uno a uno con arabescos y rebordes complicados para evitar la falsificación. Tenía una larga lista de pedidos. Eran tiempos en que no se cobraba nada por aquello entre compañeros pero, a cambio, me valoraban por la suerte que tenían de contar con un escriba como yo.
"No sé qué tendrá que ver esto con ´La formación de un artista´ jjjjjj pero yo seguía dibujando aquellas cosas para entretenernos. También hacía mapas en la pizarra desde la primaria. Recuerdo cuando era llamado de aula en aula para dibujar la isla de Cuba y otras veces, según la clase de geografía, para dibujar el mapa del mundo. Hice la primaria en una escuela de natación, igual becado. Llegué a nadar tres sesiones al día, incluyendo una a las cinco de la mañana, con tremendo frío. Las sesiones docentes eran alternas con las de deportes y cuando estaba entrenando, al llegar al borde de la piscina, sentí varias veces la mano de mi entrenador para detenerme y decirme que fuera corriendo a las aulas para pintar unos mapas en la pizarra. Ahora recuerdo llegar chorreando a esas aulas, colocarme frente a la pizarra, con mis compañeros vestidos de uniforme y yo en trusa, mojado, trazando un mapa de Cuba para salir corriendo a la piscina otra vez".
Veo que empleaste oportunamente ese don natural para la plástica. Pero supongo que de ahí también arrancó tu mordacidad, ¿no?
"Sí. Cuando comienzo a adentrarme en la primera juventud, aparecen en mis dibujos los paisajes y la figura humana. Yo quería tener novias, y para serte franco, tenía complejo de inferioridad. Experimentaba un racismo cabalgante pero solapado a mi alrededor. En el Instituto Preuniversitario, de los dientes para afuera, recitar algo en contra de la discriminación racial era muy bien recibido. Pero en realidad los sábados por la noche los negros íbamos con los negros, mientras que en los barrios de buen vivir los blancos hacían fiestas seleccionando invitados. Entonces me vi a mí mismo haciendo caricaturas de los tipos lindos del aula y también dibujos sarcásticos de las niñas más llamativas e inalcanzables. Con el tiempo le incorporé textos alusivos a sus comportamientos sociales y otras habladurías".
Por lo que parece “las becas” han sido una constante en tu vida.
"¡Qué más te voy a decir! Por tantas becas que pasé ya tengo inculcado el virus del desarraigo familiar. Mis hermanos también estaban becados. Nunca nos vimos todos juntos por un buen tiempo. No creo recordar vacaciones de toda la familia reunida, porque yo estaba compitiendo en los eventos de natación durante los veranos. Y más para acá, en la secundaria, mis hermanos salían a campamentos de pioneros. Además, siempre uno de mis padres andaba en función de alguna tarea revolucionaria".
Ahorita mencionaste tu paso por el Ejército, donde dibujabas mapas. ¿Te refieres al Servicio Militar, o estudiaste alguna especialidad dentro de las Fuerzas Armadas? ¿Cómo era eso de dibujar mapas?
"Saber dibujar salvó mi estancia en el Ejército de tener que cumplir ese tiempo en una Unidad de Superficie —así llaman en la Marina a los barcos de guerra—. La tripulación de estos buques son verdaderos esclavos: cuando no están dando piqueta al casco, colgados de un andamio al sol, cumplen el ciclo de preparación combativa a bordo de aquellos artefactos flotantes de la Segunda Guerra Mundial, que en tres años nunca vi disparar. Si observas bien, estos marineros de guerra visten pantalones cortos y la piel se les cuartea de lo curtidos que están.
"Así que mi destino fue una oficina de mapas donde situar barquitos, tropas y cohetes. Eran unos mapas enormes, que se completaban pegando tramos, uno a uno, hasta cubrir las paredes inmensas de un salón donde la oficialidad exponía las variantes en caso de un ataque de la Marina yankee, o de un sostenido bloqueo naval. Recuerdo que se lo creían muy en serio. En ocasiones participé en los debates, llevando o trayendo rollos de mapas de una oficina a la otra y hasta metiendo la cuchareta cuando era ilegible algún símbolo militar. En una ocasión, inmersos en una gran discusión bizantina —era la época en que Ronald Reagan parecía venir a atacar en cualquier momento—, alguien me envió por un documento y encontré la oficina secreta abierta y vacía. En casi tres años nunca había puesto un pie ahí adentro. Traspasé la reja y mi mano se fue hacia un libro robusto de tapas duras y brillantes: ´Siluetas y fotografías de la U.S. Navy, armada enemiga´. Regresé al salón, no sin antes guardar el libro en el baño. Entonces supe lo que era un portaviones, un destructor, submarino, fragatas, y la vista desde mi ventana de trabajo hacia el mar cambió; incluso en los mapas, a la hora de situar las unidades de superficie, mi trazo se abría en proporción comparativa al volumen de fuego y maniobra. Nunca más se apartó de mí la idea de que allí todos jugaban a la guerra.
"Mi jefe, del cual no abundaré en detalles, era un alto oficial de carrera. Había entrado en el Cuerpo de Marina de Cuba bajo un reglamento vigente con la fundación de la Armada durante la República que estipulaba como requisito indispensable tener buena presencia, altura de más de 175 cm y otros velados parámetros para hacer del cuerpo de marines un amasijo de rubios estirados, provenientes de las altas clases sociales. Cuando las cosas andaban mal solía decir: ´¡Maldita miseria!´. No pocas veces le escuché entre dientes alguna opinión contenida hacia los negros. En una ocasión, con mis dibujos y mis trazos, después de concluir un plano general de la unidad, a escala, incluyendo los espigones, soltó: ´¡Aquí tenemos un negrito que va a llegar lejos…!´".
Debió ser tedioso aquello, ¿no?
"En mis ratos de ocio tomé varios cuadrantes y armé un mapa del sur de Cuba, desde Cabo Cruz hasta Maisí, y a todo arcoíris llené ese tramo de la costa oriental de palmeras, mujeres al sol, autos, aviones comerciales con líneas aéreas inventadas, autopistas de cuatro carriles que recorrían las montañas de la Sierra Maestra, un funicular desde el Pico La Plata hasta la playa. También hice una distribución territorial y repartí a mansalva haciendas a mis amigos, incluida la descripción de sus posesiones; y especialmente una línea de ferry desde Santiago de Cuba hasta la Base Naval de Guantánamo. Trabajaba en él de madrugada, horario nada raro para un ayudante del Estado Mayor. La gracia me costó cinco días detenido por la Contrainteligencia Militar, incluido un allanamiento a la casa de mi madre".
“La Mafia del Arte”
Después que has caminado mundo, ¿cómo percibes tu oficio plástico, tus habilidades?
Walfrido Hau Ferrer: "...comprendí que en el mundo existe un más allá de dibujar o escribir —que es cómo usas y percibes tus habilidades y cómo es recibida por los otros— independientemente de lo que te sustenta económicamente"
"Tu pregunta me trae a la memoria una fiesta en Oklan, un encuentro de amigos por motivo de algún cumpleaños o algo así. Son fiestas californianas de fin de semana, de ánimo aburrido, donde no se baila, y la noche transcurre comiendo, tomando y, quizás aquí esté lo importante, donde se hacen presentaciones de personas que tal vez en el futuro puedan ayudarte. En un momento vino hacia mí una bella mujer, auténtica del oeste, de aproximadamente mi edad, y en perfecto español me preguntó: ´¿Y usted a qué se dedica?´. ´Soy artista´, contesté. ´¡Nooo!´, volvió a decir ella, y agregó: ´quiero saber tu trabajo real… si conduces un camión, atiendes en un bar, la construcción…´. De golpe, eso me hizo cambiar la percepción que tenía del asunto, sobre todo porque, en la primera página de mi pasaporte de la República de Cuba, habían estampado: ´Ocupación: Artista´. Entonces comprendí que en el mundo existe un más allá de dibujar o escribir —que es cómo usas y percibes tus habilidades y cómo es recibida por los otros— independientemente de lo que te sustenta económicamente.
"Al cabo del tiempo, soy el artista plástico de mayor incidencia pública en Santiago. Trabajé años como perro, terminé liderando un grupo que llamamos ´Avenida´, con 60 trabajadores y obras como las emplazadas en la Avenida Patria —más de 15 murales de gran formato—; en el Paseo de Trocha, con parques y murales; sucursales bancarias, hoteles, escuelas, Coppelias (heladerías), aeropuertos, restauraciones patrimoniales, sitios de protocolos. De vez en cuando asistí a algún evento internacional, o aquí en Cuba, y en el ínterin, y por mi cuenta, viaje a Estados Unidos —pinté murales en Manhattan—, estuve en Málaga, talleres en Múnich…
Walfrido Hau Ferrer: "...existe una zanja artística entre las obras de ambientación y las de galería. Los trabajos de ambientación no te hacen ´carrera´, y fuera de La Habana menos..."
"Curiosamente, muchos colegas que sólo me tuvieron en consideración como exitoso gestor y ejecutor de contratos, algunos incluso llegándome a llamar ´La Mafia del Arte´, después de yo estar un tiempo pintando y publicando obras en Facebook, comenzaron a verme diferente. Existe una zanja artística entre las obras de ambientación y las de galería. Los trabajos de ambientación no te hacen ´carrera´, y fuera de La Habana menos. Algunos, por lo controvertido de mi obra reciente, dicen estar encantados con lo que hago, pero que no me pueden dar like en las redes por las implicaciones políticas de mi trabajo".
¿Cómo fuiste a parar al Pedagógico? ¿Impartiste clases cuando te graduaste?
"Llegué a la Educación Artística después de ser auxiliar de personal en gastronomía, y luego Administrador de una empresa de transporte. Como sabes, el Pedagógico era de convocatoria libre y pasé los exámenes. Esta vez no hubo listón de ideología, pero la ortografía casi me deja de Administrador. Estudié la especialidad en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, en La Habana, que fue cuando nos conocimos.
"Por esa vena pragmática, y por haberme graduado con las técnicas académicas de la plástica en la universidad, en pleno pórtico del Periodo Especial, recién parido con un niño en brazos, que tuve con una pianista que nunca más tocó un piano, y que tú conoces, salí a la calle a buscar trabajo. Creatividad más energía, igual a dinero. Por lo que dejé la docencia por un tiempo, la que retomé a intervalos entre las Academias de San Alejandro y la José Joaquín Tejada. Al final, ya ves, me dediqué a ambientar espacios, a hacer cerámica. Dominé perfectamente las técnicas de la mayólica desde el conocimiento de la química de sus componentes. Algunos de los primeros trabajos fueron en La Habana y después, por aquello de replegarse a donde es más seguro, en Santiago de Cuba".
Anomalías del sistema
¿Fue durante la pandemia que comenzaste a tener una postura crítica ante los cambios que han convertido este país en el desastre que es, o ya desde antes advertías anomalías en el sistema?
Walfrido Hau Ferrer: "...Debo ser uno de los pocos humanos que se alegró del enclaustro durante la pandemia. (...) Fue reencontrarme con el yo perdido, con el artista comprometido y de pensamiento que soy..."
"La pandemia… Debo ser uno de los pocos humanos que se alegró del enclaustro durante la pandemia. Me sentía en casa como en un bunker, totalmente justificado, donde nadie perturbaría mi paz, y comencé a pintar en serio. Fue reencontrarme con el yo perdido, con el artista comprometido y de pensamiento que soy, que estuvo apocado por la dinámica de las obras de ambientación y de impacto urbano de las que pensé que nunca saldría.
"Yendo al meollo de tu pregunta, yo me doy cuenta que soy parte de un experimento al que todavía, décadas atrás, no estaba en capacidad de verle el final. Fue en octavo grado, cuando mis padres, confabulados con mi emoción de adolescente, me envían a Bungo 5, una escuela en el campo recién terminada. Pero antes fui a ver la película ´La Nueva Escuela´, con tema de Silvio Rodríguez incluido. Fue una noche, al regreso del cine, febril para un adolescente abocado a un futuro deslumbrante. Y ciertamente todos en Bungo 5, profesores, alumnos, guías de campo, parecíamos compartir esa aspiración, unidos por la actitud de estrenar un mundo nuevo en aquella edificación, en la que todos nos conocimos de golpe el mismo día, en el primer matutino después de la primera noche de asombro. En realidad, socialmente, allí había de todo. Entre aquellos 520 estudiantes, los había de familias acomodadas y de dirigentes, hacia los que existía un trato distintivo, hasta casos de seguridad social, como supe después. Hoy en día, algunos de los de este último grupo forman parte de mis mejores amigos".
Entonces podemos decir que estabas contento, ¿no?
"Como te decía, tenía la sensación de ser parte de un experimento, y poder verme como espectador y como actor. Con mi uniforme azul, mi corbata y los ideales de estudio y trabajo agrícola, con 12 años, aquello me parecía realmente embriagador. Para 1975, pensaba, los astros estaban alineados al progreso. Había en el pasillo principal de la escuela un letrero con caracteres en rojo que decía: ´Sólo los cristales se rajan, los hombres mueren de pie´. Cuando repartieron las libretas en el aula, yo me dediqué a copiar en cada esquina de sus forros aquella frase. Debió ser porque necesitaba leerla constantemente para reafirmarla. Pero cuando en los anocheceres, asomado al ventanal del cuarto piso, veía que sólo había negrura y estrellas en el cielo, todo cambió.
"A noventa kilómetros de mi ciudad natal, terraplén adentro, con aquellos naranjales interminables, mosquitos, hambre, condiciones insalubres, profesores autoritarios conminando a adolescentes a cumplir metas de trabajo de hombres adultos, empecé a extrañar mi casa, a la que volvía de pase por tres días cada veinticuatro. Murieron mis peces, y la muerte de mi perro no me entristeció. En aquel micro mundo que fue Bungo 5, donde se violentaban las particularidades naturales de un adolescente, donde tenías que tomar las riendas de tu desamparo, viví el proceso de captación para la Unión de Jóvenes Comunistas. Cuando pasaban por las aulas explicando el mecanismo de selección, para mis adentros, no le encontraba benéfico palpable a los miles de sacrificios que había que asumir para entrar en ese paraíso. ¡Ni siquiera podías ir por la calle portando el carné en el bolsillo de la camisa, para que se notara y poder vanagloriarte de ello! A pesar de eso, entre aquella masa de adolescentes enclaustrados, se fomentó un orgullo por ser elegidos que a mí no me caló demasiado, ni a muchos otros tampoco. Preferíamos irnos al río y abandonar las actividades agrícolas por aquellas correrías en los campos".
¿Pero te trabaron para la Juventud o no?
"Escucha, lo curioso es que al final del curso, cuando llegaron a la escuela los nombres de los elegidos como miembros de la organización, que recuerdo eran 12, se produjo una gran decepción para todos los aspirantes que no fueron captados. ¡Tremenda tragedia aquello! No pudiera decirte que en ese momento me alegré de haber escapado de ese jamo, pero vi llorar a muchos de mis amigos ´bien portados´ que, durante todo un curso, trabajaron como bestias de cabeza ideológica en las Brigadas PPI (Plan de Preparación de Ingreso a la UJC.).
"Algo me decía desde allá que las cosas no andaban bien. Y ese algo no se fue jamás de mi vida para convertirse en irreverencia, en saber diseccionar los trucos del poder para lograr sus objetivos con las masas, en discernir el alcance de sus ´estrategias´; de asuntos que dicen ir en una dirección, cuando realmente van a lo opuesto, convirtiéndose al final en olas continuas de fracasos rocambolescos".
Creo que nos fuimos muy atrás con los antecedentes de las “anomalías del sistema…”
"¿¡Anomalías del sistema!? A ver, cuando te sientes una persona capaz de entender los puntos de vista de tu generación, has escuchado a tus padres dirigentes hablar del país, siempre para bien, y no eres capaz de obtener una carrera porque tu índice académico es bajo, eres la primera ´anomalía´. A partir de ahí me sentí marginal. Arrastrado al Servicio Militar Obligatorio, una amenaza que te acompañaba constantemente, resultó que yo era un nadie, un tipo sin futuro que no iría a la universidad. Para mí la única opción fue pasar tres años de Ejército con siete pesos en los bolsillos, por lo que me sentía muy despreciado socialmente, despreciado por esa sociedad que estaba articulada para funcionar con fórmulas de éxito al mejor estilo ´socialista´.
"En la Marina tuve dos encuentros esclarecedores: Por un tiempo compartí la misma litera con un tipo que, un día, luego de tres meses de ser alistados, me dijo: ´Hau, me voy mañana´. Al otro día recogió sus bultos, vino un jeep del ejército a recogerlo, y hasta el sol de hoy. Tiempo después me he cansado de escuchar su nombre y apellido, que son los mismos de su padre, un dirigente, y pude hilvanar la historia. De eso me enteré por el televisor. La otra historia es la de un blanquito de La Habana, de apariencia frágil, barbilla de hoyuelo, que, en las tardes de tedio y costas perdidas, contaba anécdotas de una Habana de seres opulentos, con varias casas, lugares secretos de recreación, dos o tres automóviles por persona, yates, ´hijas de papá´ que se cortaban las venas, o que eran novias de escoltas… Era una dimensión paralela a mi socialismo familiar. En algún momento ese chamaco también se fue. Pero yo si tuve que cumplir mis tres años.
"Cuando te comparas con tus contemporáneos y te percibes como un desperdicio, comienza a emanar desde muy dentro, y con tremenda fuerza, el deseo de superación. Arreglé con una amiga para que me diera los libros de la carrera de Historia del Arte. La colección completa de Salvat la llevé y traje en mi mochila de recluta pase por pase. Cada tarde, y en cada resquicio de tiempo que me permitían los mapas, comencé a estudiar siguiendo el programa de estudio de esa carrera. Con el tiempo logré, desde mi costa perdida, ver la Historia del Arte como una línea de sucesos inherentes al desarrollo del hombre, y ya desde entonces distinguir el tufo occidental de sus autores".
Casi nadie quiere recordar ese pasado del modo en que lo estás contando. Lo que estamos reviviendo en esta conversación si es “rocambolesco”, como tú dices, para personas que nacieron a finales del pasado siglo, ¡y ni que decir de los que llegaron con este milenio! Sin embargo, tú estás aquí, encontraste tus ardides para sobrevivir y cuestionarte esta historia desde dentro.
Walfrido Hau Ferrer: "Al final, de lo que trata el Socialismo es de imponerse a las fuerzas naturales del género humano, sus esencias, abanderando un discurso bello, cautivante, que a la hora de ponerse en práctica fracasa"
"Así es. La persistencia de Cuba en los últimos 60 años es una sucesión de anomalías escapistas, unas más logradas que otras, todas dirigidas por Fidel Castro, y que han continuado hasta hoy. Al final, de lo que trata el Socialismo es de imponerse a las fuerzas naturales del género humano, sus esencias, abanderando un discurso bello, cautivante, que a la hora de ponerse en práctica fracasa. En la actualidad es una retorcida mezcla de retórica social colectiva con economía capitalista. Lo que está planteado delante de mi existencia, la de un hombre con los pies en la tierra, es que me tocó luchar primero por mí, para poder luchar después por los demás. Lo que está planteado es precisamente hacer el juego, la finta, el guiño, y sobrevivir. Hasta que avance la aletargada conciencia colectiva, estancada con cada fracaso material, con cada aire de desesperanza, habrá que seguir luchando. Con los soviéticos o sin ellos, con Obama o sin él, está la persistencia del Sistema por encima de la individualidad. Como individuo, hoy estás dentro, mañana estás fuera, pero el Sistema siempre se las arregla para escapar y permanecer vivo. Estamos asistiendo a la diversificación de los caleidoscopios morales, la exacerbación de los discursos oficiales diferenciados de la realidad, del trabajo, la calle, la casa; acentuando la perdida de costumbres, de la cívica, el linchamiento de conductas particulares y el desmesurado afán por estrangularle el alma a cuanta fe aparezca…Me puse filosófico…".
¿Consideras el mural que pintaste en la sede de El Ciervo Encantado una obra por encargo? ¿Se lo propusiste a Nelda y Mariela, o ellas te invitaron?
"La obra de El Ciervo Encantado fue idea de Mariela y Nelda. Las conocía de referencia, ¿quién no? Por mi trabajo en Facebook, ellas se comunicaron conmigo y me propusieron pintar una pared del teatro: ´Puedes hacer lo que tú quieras´, me dijo Mariela. Ellas me contaron que cada día despertaban con mi obra publicada en las redes. Yo llevaba más de dos años pintado todos los días algún mensaje. Ha sido una etapa de mucha y desenfrenada producción. Aun así, la propuesta me tomó por sorpresa, y ni siquiera tenía materiales de pintura en La Habana. ´Dame dos días´, les dije. Me senté, y de un tirón salió el boceto. Pedí un pote de acrílico a un amigo común, que tú conoces, y pasé dos días haciéndola.
Walfrido Hau Ferrer: "Volver a Cuba es una de mis decisiones que muchos no comprenden"
"Esta es una obra que contiene dos elementos recurrentes en mi producción: figuras humanas y la torre de la Plaza de la Revolución. Trata sobre la emigración, esa corriente humana que percibo, que es precisamente otra forma de escape físico. Habla de los que permanecemos en el país y de los que se han ido. Yo soy de los que ha experimentado ambas vivencias, porque residí en los Estados Unidos, pero estoy acá. Volver a Cuba es una de mis decisiones que muchos no comprenden, pero más allá de mis razones, me arropa para ver y tener un juicio propio sobre ambas orillas. Mis dos hijos, excelentes músicos, se fueron. Ahora formo parte del rebaño de padres distanciados de sus hijos.
"De regreso a Santiago de Cuba, vi por las redes la performance de Mariela y Nelda junto a los hijos de Lázaro Saavedra, que involucraba mi obra, incitando a los espectadores a firmar o dejar escrito el nombre o alguna cosa referida a una persona conocida que se hubiera marchado del país en este último éxodo. Entonces fue que la obra adquirió verdadera significación y sentido. Tú sabes que ellas son seres iluminados. Allá en el Oriente lloré".
¿Qué técnica empleas para la abundante producción que publicas en las redes? ¿Acrílico sobre tela, tempera sobre cartulina?
"Compré en New York un Wacom. Es una tableta de mediano formato para pintar o dibujar digitalmente, también puedes animar si deseas. Durante la pandemia lo desempolvé —llevaba más de dos años guardado—, y a gusto, en mi encierro, me explayé con ella. Así que es técnica digital, pero tratada como si fuese una pintura de secado rápido, lo que te permite producir con soltura en Photoshop.
"Luego se puede imprimir al tamaño deseado, generalmente el solicitado en el programa de formato de inicio, sobre lienzo, papel, lona u otro soporte, y hasta te permite continuar la obra físicamente con pinceles, espátulas o crayolas, según lo que quieras hacer".
Walfrido Hau Ferrer: "Sigo teniendo el vicio de dibujar a toda hora"
¿Cuántas pinchas te tiras a la semana, una por día?
"No tengo idea de cuántas obras puedo hacer en un día, no llevo el promedio. Alguien se tomó el trabajo de contarlas, y dice andar por algo más de 400 en casi 3 años. Comencé a publicarlas en mi página de Facebook bajo el título ´Diario de un Artista´, porque quería decir algo que los trabajos de ambientación y urbanismo no daban por su naturaleza rígida, dirigida a clientes sobre un tema específico. Sigo teniendo el vicio de dibujar a toda hora. Los mejores bocetos están en la pared del teléfono fijo de mi casa. Mientras hablo allí, con el lápiz de anotar números y recados, he terminado dibujando toda la pared".
¿Sigues viviendo y trabajando en Santiago? ¿Cómo está el ambiente plástico por allá?
"Paso el tiempo entre La Habana y Santiago de Cuba, pero mayormente en Santiago, donde nací, ciudad fuerte, de ímpetu y descarnado ademán. Aquí las Artes Plásticas tienen nombres fijos, que a veces resumen la nobleza adquirida, como una dinastía, por familias artísticas provincianas. Otros se han impuesto por constante reiteración. No digo, como una amiga, que el arte es decadente aquí, tampoco que haya quien se dedique a invisibilizar a otros. Todo eso es cotilleo del mundo elitista".
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