ÍNDICE
Con su novela Ensayo sobre la ceguera (1995), José Saramago llevó a un punto cumbre su habilidad para construir, a través de sus narraciones, metáforas de gran ingenio y lucidez acerca del ser humano en el mundo actual, desnudando sus conflictos y aspiraciones, su búsqueda agónica entre los atavismos de antiguos dogmas y la libertad que impone el vivir en una etapa de crisis. En otras novelas anteriores y posteriores, como La balsa de piedra (1986), La caverna (2000) y El hombre duplicado (2002), Saramago explora con notable eficacia ese camino, dándole a su literatura un sentido que trasciende el mero drama de lo anecdótico.
La poesía de José Saramago, mucho menos conocida que sus ficciones, nos muestra a un autor más íntimo, reflexivo y solitario en su contemplación del mundo. Hay en ella, sin embargo, una vocación similar a la que vemos en esas novelas parabólicas: el deseo de entender y entenderse lo lleva más allá de su condición individual para advertir, desde su experiencia, algo que nos es común a todos. Por esa constante búsqueda y, sobre todo, porque a través de ella también de algún modo nos vemos reflejados los lectores, sus libros han logrado abrirse un lugar propio entre las grandes obras de la literatura universal.
Oceanografía
Vuelvo la espalda al mar que ya entiendo,
a mi humanidad me devuelvo,
y de cuanto hay en el mar yo me sorprendo
en la pequeñez que soy y reconozco.
De naufragios sé más que sabe el mar,
de abismos que sondeo, vuelvo exangüe,
y para que de mí nada lo separe,
anda un cuerpo ahogado en mi sangre.
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Laberinto
En mí te pierdo, aparición nocturna,
en este bosque de engaños, en esta ausencia,
en la neblina gris de la distancia,
en el largo pasillo de puertas falsas.
De todo se hace nada, y esa nada
de un cuerpo vivo enseguida se puebla,
como islas del sueño que entre la bruma
flotan, en la memoria que regresa.
En mí te pierdo, digo, cuando la noche
sobre la boca viene a colocar el sello
del enigma que, dicho, resucita
y se envuelve en los humos del secreto.
En vueltas y revueltas que me ensombrecen,
en el ciego palpar con los ojos abiertos,
¿cuál es del laberinto la gran puerta,
dónde el haz de sol, los pasos justos?
En mí te pierdo, insisto, en mí te huyo,
en mí el cristal se funde, se hace pedazos,
mas cuando el cuerpo cansado se quiebra
en ti me venzo y salvo, en ti me encuentro.
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Negocio
Cuanto en mí es oro no se vende.
El resto despreciado, con el oro,
se lo he de dar a quien de oro entiende.
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