Después de Ángeles desamparados e Inquisición roja, las primeras novelas de Rafael Vilches Proenza, uno podría esperar un salto mayor en la narrativa de esa didascalia del horror que ha sido la revolución cubana. Pero no. Al poeta de fe le interesa la salvación personal y lo que me parece más revelador: la posibilidad de salvar a los demás. Sálvame si puedes es un microclima del environment asfixiante en el que se ha convertido la isla: las UMAP (Unidades Militares de Apoyo a la Producción) de la Inquisición son ahora cualquier barrio pobre del interior, o incluso de la capital —verbigracia, San Isidro—, los ángeles adolescentes siguen tan vulnerables y desamparados como al principio, la catábasis se completa con la pasividad del pueblo que convierte al tedio hasta al más dantesco de los infiernos.
Sin embargo, toda profundización en el mal exige una emersión en el Bien, toda catábasis reclama una anábasis, como la de hace dos milenios en un barrio de Jerusalem. Los malos siguen haciendo el mal desde una posición de poder ridícula, pero eso ya lo sabíamos. Estamos caídos, pero nuestra caída es un tiempo de espera para una posibilidad mejor. Y los caídos de esta novela lo saben. Angélico, el ángel vidente de la trama, oscila entre el amor al saber y el amor homosexual no correspondido, para al final encontrarse con su Eros. Ángela, otro de estos angelotes desamparados, apuesta por el amor en su lecho de muerte. Danilo, el muchacho piadoso, verifica ese cambio que muchos descreen: la salvación existe y el amor todo lo puede.
Se ha abierto una brecha en el poder: unos jóvenes se aman y esa verdad pudiera ser suficiente para restaurar la realidad que los malos pretenden tachar. Estamos expulsados del Paraíso, pero el Paraíso sigue estando bajo nuestros pies, y es necesario pisar firme. A estos lumpemproletarios de la tierra no les preocupa ya la inquisición que los condena, se saben electos para una realidad más alta, bajo el sol del verano que “hace más azul el cielo”.
Con estas sospechas y la lectura reciente de su novela —que ya va siendo un éxito en las redes— me decidí a interrumpir al poeta y narrador en su querida ciudad de Holguín, desde donde no cesa de crear, para hacerle esta entrevista que ahora comparto con ustedes:
He recogido algunas frases tuyas en otras entrevistas, sobre el tema de la salvación. Por ejemplo: “la palabra me salvó de hundirme en el foso profundo, tenebroso, que abrieron ante mis ojos los que me parametraron”; “salvarme de no ser carne del costal de los gobernantes”; “en mi literatura sólo busco salvar a los demás”. Creo ver en ellas los antecedentes de Sálvame si puedes, pero también una constante en tu vida y tu obra. ¿Hasta qué punto es esto cierto? ¿Cómo ha sido esa salvación para Rafael Vilches?
Me he salvado refugiándome en mi escritura, en la familia, los amigos, la mujer que amo, respeto y admiro. Creo en la amistad y la honestidad de los que amo y me aman. Me he salvado dándole voz a los que han dejado sin voces.
Para tus lectores, que no son pocos, será difícil no relacionar tu primera novela, Ángeles desamparados, con esta que ahora tenemos entre manos. Ambas son obras breves, en una especie de contención dentro del desborde que es toda narrativa. Ambas tienen por protagonistas a adolescentes y jóvenes en una Cuba hostilizada por el régimen totalitario. Sin embargo, una parece responder a la otra, o al menos dejar planteado el camino hacia una posible solución —salvación. A pesar de sus veinte años de diferencia, ¿se trata de un díptico? ¿Una trilogía, quizás? ¿Has pensado escribir la novela de la Cuba futura, en la que salvarse es por fin una posibilidad… real?
No. No es un díptico. Ángeles desamparados la terminé en 1996. La escribí por una conversación sostenida con Guillermo Vidal en el desaparecido Hotel Central en Bayamo. Fue escrita entre Chincha Coja, Bayamo, Las Tunas y Santa Clara. Publicada en su primera edición en 2001, después de que le fuera quitado un premio nacional de novela en Cuba. Se desarrolla a mediados de los años 70, del pasado siglo. Sálvame si puedes la escribí en 2018 luego de regresar de un viaje a Bogotá y se desarrolla ahora en los 2000. Una es en una beca, la otra en un pueblo cautivo. Tienen su conexión, pero Sálvame… no fue escrita pensando en Ángeles…. Aunque todas mis novelas se respaldan unas a otras, incluso las que permanecen inéditas.
Hay algo que me llama la atención, y que te confieso me es muy significativo en el plano personal: la etapa temprana de tu biografía literaria abunda en poemarios, y la narrativa sólo aparece cuando has superado los 35 años, la edad considerada como límite para la juventud. Comprendo —a pesar de las listas idílicas de Granta— que ser narrador es algo que exige cada vez más experiencia, pero leyendo Sálvame si puedes, un relato atravesado de continuo por corrientes de aire fresco que emergen de tu lírica, me viene a la mente aquello de Eliseo Diego sobre la pérdida de la inocencia y el paraíso de la infancia. Otro poeta que admiro, Carlos Sotuyo, ha escrito este verso que estamparía como un exergo en alguno de tus libros: “Poesía, conspiración de la inocencia”. Siendo unos niños los protagonistas de tu obra, me es inevitable pensar en todo esto. ¿Crees que un narrador es alguien que, necesariamente, deba perder su inocencia? ¿Cómo es este proceso en un mundo tan poco inocente, per se, como el cubano?
En las listas idílicas de Granta (no sé desde cuando son estas listas, ni para qué puedan servir, de esta última hay un par de novelas que me interesan, Panza de burro y Los caídos, y un par de autores más) quizás en su momento me pude colar con Ángeles desamparados como se hubieran podido colar muchos de nuestra generación de haber vivido entonces en otra parte del planeta, pienso en Amir Valle, Antonio José Ponte, Ángel Santiesteban, Ena Lucía Portela, Ronaldo Menéndez, Karla Suárez, Mylene Fernández, Anna Lidia Vega Serova, Alejandro Álvarez, Alejandro Aguilar, Orlando Luis Pardo, Alberto Garrido, Nelton Pérez, Francis Sánchez, Carlos Esquivel, Mariela Varona, Emerio Medina, Delis Gamboa, Marcial Gala, Jorge Ángel Pérez, Otilio Carvajal o Ana Rosa Díaz Naranjo, por solo citarte un puñado de narradores cubanos que releo y admiro.
Pudimos haber estado en Granta, en Bogotá 39 junto a Ronaldo Menéndez y Ena Lucía, pero algunos fuimos invitados al Festival de narradores jóvenes La Habana 35 en 2008.
Las listas y reconocimientos, claro, son válidos e importan, marcan caminos, derroteros a seguir, pero no siempre están todos los que debieran estar.
Felicidades a todos los escogidos en esta última lista, todos son jóvenes talentosos, la mayoría con una obra sólida y comprometedora.
Abordando la otra parte de tu pregunta, en Cuba los niños crecen sin inocencia. Se crece escuchando las conversaciones de los mayores. En el hogar te alimentan con un diálogo e ideas que no puedes repetir en la calle. Y en la escuela te adoctrinan con una educación distinta a la que recibes en casa. El cubano crece jugando con la doble moral, se aprende a sobrevivir en el espectáculo que armó la dictadura desde 1959 usando máscaras según el escenario.
Mencionas entre tus preferidas a la novela Los caídos (Carlos Manuel Álvarez) y en tu lista personal a autores aterrizados en la realidad cubana más desgarradora, ¿no crees que estamos como somatizados por el poder, y sólo nos sale esta narrativa de la barbarie, esta especie de realismo antisocialista?
Ya que hablamos de criaturas vulnerables, tengo que mencionar tu novela Inquisición roja, sobre los horrores vividos en los campos de concentración de las UMAP (Unidades Militares de Apoyo a la Producción). En Sálvame… hay varios guiños a ese pasado tan latente entre nosotros, y el personaje Angélico, un ángel desamparado que es el vidente —incluso puede ver a los difuntos— de la trama, es homosexual, instruido y con eso que los burócratas del comunismo llaman “inquietudes literarias”. No obstante, está todo el tiempo en el amor, entre los libros y el muchacho amado, hasta encontrarse con su Eros, al final, en una especie de salvación. Ángela, otro de tus angelotes, apuesta por el amor en su lecho de muerte. Ese barrio en el que transcurre la novela es en sí una metáfora de las UMAP: Cuba como un extenso campo de concentración. Pero algo ha ocurrido, se ha abierto una grieta en el poder: dos adolescentes se aman. ¿Cuánto del hombre, el padre y el patriota enamorado que eres hay en esta idea?
Crecí escuchando historias, viajando entre una comunidad de edificios y el campo donde vivían mis abuelos, escuchando hablar de Camilo Cienfuegos y Huber Matos como dos héroes traicionados. Recuerdo que desde pequeños cuando nos reuníamos los niños en el barrio a jugar terminábamos hablando de política. De niño más que leer, me gustaba que me leyeran o me contaran historias, mi madre era una buena cuenta cuentos y mi padre un excelente hacedor de chistes como mis tíos y mis primos. La biblioteca siempre fue campo vedado porque no me dejaban consultar los libros que me interesaban. Fui muy enamorado y aun lo soy. En mis libros están los dolores padecidos y los ajenos. Tomo de mi vida y de las de los demás. Inquisición roja fue escrita en Santa Clara en alquileres de mala muerte, entre detenciones policiales y hambre. Creo haber crecido en un pueblo cautivo a donde vinieron a parar muchas familias de disímiles lugares y muy variadas profesiones. Cada personaje de Sálvame si puedes tiene carne de mi carne. Es una novela escrita, como las otras, con los dolores de mis dolores, y el de los otros. Ahí en sus páginas está, camina y vive, el hombre, el padre, el patriota enamorado que ansía la libertad de Cuba.
Hace algún tiempo un dramaturgo camagüeyano presentó una obra en la que una barricada terminaba en insurrección. Ya es un fenómeno nacional las acciones del Movimiento San Isidro, compuesto por artistas independientes de un barrio pobre de La Habana. En el barrio de una provincia del interior de Sálvame… irrumpe de pronto nadie menos que la artivista Tania Bruguera, y lo que sucede es uno de esos enfrentamientos entre el pueblo y los órganos represivos de la dictadura, que ya van siendo costumbre en la isla. Tú mismo has sido detenido no hace mucho y multado por protestar pacíficamente. En este contexto, y ante la división política de la cultura cubana, resurge la polémica figura del intelectual comprometido. ¿Hasta qué punto crees en el carácter biunívoco de las relaciones entre literatura y política? ¿Con qué te sientes comprometido?
Cuando pensé y escribí Sálvame si puedes, no había sucedido lo del Movimiento San Isidro en La Habana, ni el 27N. Hace unos años, yo vivía en Santa Clara y en mis viajes a La Habana pude conocer a Tania Bruguera, artista que admiro; ya lo hacía antes de que nos presentaran en la casa de una amiga común, sería 2015; desde entonces tenía la idea de que entrara en una de mis posibles novelas, y en Sálvame… la historia me la pidió y entró en ella con unos de sus performances. El escritor se forma con la creencia, y todos a tu alrededor te lo hacen creer, de que no debes involucrarte en la política, pero en la vida todo es política, y quienes te inculcan que te dediques sólo a tu obra son los propios políticos, los corruptos que quieren quedarse con el poder y les prohíben a los que piensan y pueden darle un rumbo diferente a la patria, que se inmiscuyan en lo que llaman sus asuntos. Si eres un escritor o artista comprometido con la izquierda, los gobiernos populistas te dan voz, te invitan a sus congresos, te llevan como una mascota a ferias de arte y del libro para que seas el vocero del gobierno, hasta te nombran miembro activo de la Sociedad Civil, pero si no comulgas con sus doctrinas, te censuran, te borran de la historia cultural y literaria de la nación. Los políticos corruptos odian que los intelectuales les lleven la contraria. Mi compromiso es con el bienestar de la sociedad.
Por último, Rafael —por cierto, tienes nombre de ángel sanador—, ¿podrías decirnos cómo es “salvar a los demás”?
Siendo sincero con lo que comulgas, con lo que escribes, con el amor que das. Siendo, ante todo, honesto contigo mismo. Pero es duro y doloroso vivir toda la vida con hambre, escribir teniendo hambre, y pasarte toda la vida sin ningún confort.
Rafael Vilches Proenza (Vado del Yeso, Granma, 1965) ha publicado, entre otros libros, Ángeles desamparados (novela, Ediciones Bayamo, 2001), Inquisición roja (novela, Editorial Neo Club Ediciones, Miami, EEUU, 2017), País de fondo (poesía, Ediciones Orto, 2011), Trazado en el polvo (poesía, Ediciones Holguín, 2006), Tiro de gracia (poesía, Ediciones Holguín, 2010) y Café amargo (poesía, Editorial Neo Club Ediciones, Miami, EEUU, 2014). Por su obra, ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales. Sus textos han aparecido en antologías, revistas y periódicos de España, Italia, Nueva Zelanda, Alemania, Puerto Rico, México, Honduras, Brasil, Chile, Colombia, Canadá, Argentina, EE.UU. y Cuba.)