Después de leer el más reciente libro de Jorge Luis Peña Reyes (Puerto Padre, Las Tunas, 1977) y comprobar que desde la poesía se puede acceder a universos tan increíbles como la realidad, no me queda otra opción que escribir.
El país de los miedos, volumen que sale a luz por la editorial Gente Nueva, confirma que estamos en presencia de uno de los escritores para niños y jóvenes más auténticos de Cuba. Lo más sorprendente de esta nueva propuesta es el enfoque que Jorge Luis ofrece en cada uno de los textos.
Ya es conocido el modo de asumir el discurso en su amplia y atractiva obra poética. Libros como Donde el jején puso el huevo y Vuelo crecido, evidencian la capacidad de este autor para sorprendernos con maneras bien interesantes de enfocar la literatura. Otros volúmenes salidos de las manos de Jorge Luis se mueven dentro de las aguas del cuento, La corona del rey y Las doce migajas.
Llegar hasta el gusto de niños y jóvenes presupone conocer bien de cerca cuáles son sus intereses. De modo que cada entrega es un ejercicio de investigación y madurez.
El país de los miedos explora con acierto parte de la tradición cubana en la que Jorge Luis se adentra en personajes locales y nacionales con los que padres y abuelos asustan a los niños. El romance “País” es la entrada:
En el país de los miedos
era tímida la gente,
si los fantasmas venían
eran siempre grandes huéspedes.
Una singular manera de mostrar el objetivo del poemario: cómo hacer que el lector vea a los personajes como seres palpables, seres que no representan motivo de espanto, sino todo lo contrario. Es uno de los aciertos de esta obra: construir un universo que le permitirá al niño encontrar nuevos significados. Una de las historias más empleadas para neutralizar a niños y niñas es la del viejo del saco. Sin embargo el autor construye una historia que cambia por completo el significado de la misma:
Yo soy el hombre del saco,
abuelo de mala fama;
…
Camino medio encorvado
por un hechizo que llaman
escoliosis persistente
¡que no se quita con magias!
Que el pánico se transforme en motivo de risa, que la risa nos enseñe que el miedo se puede vencer, he ahí una de las tantas ganancias de este libro. Quien se adentra en sus páginas descubre la ingeniosidad y el poder de seducción propios de la obra del autor de una docena de títulos merecedores de importantes premios en certámenes nacionales e internacionales. Y es que Jorge Luis sabe manejar el lenguaje y el secreto de las estrofas, el ritmo y la musicalidad que necesita un libro para abrirse paso.
Estructurado en dos partes, “Barrio de fantasmas” y “Queridos monstruos”, el libro recoge en sus 38 páginas a brujas, jigües, ciguapas, espantapájaros, cagüeiros, entre otros, y juega desde el poema con ellos como es el caso de “Solicitud de trabajo”; “Atención a la solicitud de trabajo por parte del Departamento de Reubicación” y “Réplica última” donde décima y romance recrean la comunicación entre una bruja que solicita trabajo y las exigencias que tiene que sortear:
Yo soy una bruja auténtica que prefiere escobas plásticas.
“El país de los miedos” está bien pensado. La mezcla de humor, lirismo, filosofía y dominio técnico de las estructuras poéticas, hacen de él un texto interesante que sobrepasa las fronteras de la edad. “Los cementerios”, prosa limpia y breve, demuestra el viaje inverso del autor hacia la infancia y sus cuestionamientos:
A propósito, ¿es lógico que le pongan guardias a los muertos y cercas a los cementerios?
Tal vez sea porque, a pesar de toda la ciencia conocida, el hombre moderno no está seguro de que los muertos no salen.
La búsqueda de temas que motiven la creación es una constante en este autor de una docena de títulos. Sin embargo, no hay una pretensión de insertarse en las modas y la superficialidad tan presentes en la literatura para niños. Jorge Luis cree en el niño. Por eso escribe para responder preguntas incómodas que muchos padres no saben cómo enfrentar.
La definición de qué es el miedo ofrece, a modo de cierre, una imagen hermosa cuando dice:
El miedo es un gato oscuro
que nos cruza por delante.
Aunque sus libros desaparecen de las librerías y asume la literatura como un sacerdocio, su proyección merece mejor suerte. Quienes conocemos y esperamos cada una de sus publicaciones, estamos conscientes de que el factor promocional no le ha favorecido. No obstante, me atrevo a afirmar que el futuro le abrirá las puertas y concederá un lugar privilegiado en el panorama literario cubano.
Si me preguntan, ¿dónde está el país de los miedos? Puedo responder que está en nosotros, los niños que crecimos sin la magia de un libro como este, pero que nunca perdimos la fe en encontrarlo.
Gracias, Jorge Luis, por derribar el muro y contar con nuestros hijos hoy.
(Puerto Padre, 23 de abril de 2015)