Las películas biográficas o biopics, en particular las producidas por un complejo político-mediático, suelen tener un fuerte componente propagandístico de trasfondo, una intención que con frecuencia lastra su calidad como obra de arte cinematográfico. Son obras empleadas para comunicar un mensaje específico a la vez que exploran la personalidad del sujeto representado. Sirven de fuentes de trasmisión de discursos ideologizantes que calan la mente colectiva por medio del uso de la vida de otros, seres excepcionales, mientras se ilustran sus altas cualidades humanas o sus vulnerabilidades más oscuras.
No es un secreto que el cine bélico y el histórico, del que parte este tipo de biopic, es empleado como un medio para enaltecer un discurso de poder, de supremacía instaurada, de exposición de músculo intelectual institucionalizado, o, en tiempos de necesidad, de valores generales y humanos supuestamente correctos.
A su vez, las biografías calzan estos mensajes a través de figuras conocidas que suelen tener un aprecio social por su participación o logros en la historia de un determinado país. La mirada fílmica se enfoca en la participación del sujeto en el contexto antes que en su propia constitución personal e íntima (aunque en la posmodernidad dicha mirada es pervertida, sin desestimar los mensajes).
Un intento cinematográfico fallido
El Mayor (2021), película que se exhibió recientemente en el cine Chaplin tras su reapertura, encaja en la descripción mencionada anteriormente, en la que la figura es magnificada sin elevar patrones universales humanos, quedando en la epidermis de lo que podría ser una representación cabal del individuo en contacto con el entorno que le tocó vivir.
Dicha cinta, del director Rigoberto López, es heredera de la construcción iniciática de los biopics propagandísticos y nacionalistas que se pusieron de moda en el siglo XX. Glorifica al héroe como un modelo de valor, sin desdibujar su persona totalmente, pero sin mostrar algún matiz contradictorio de su carácter, sin exhibir ese lado oscuro que lo haría más humano, verosímil; y para lograr ese propósito, para ajustar la representación del héroe al molde frívolo de la propaganda, la cinta falsea o simplifica pasajes históricos, y descaracteriza a ciertas figuras de nuestra historia.
El filme, producido por el MINFAR y el ICAIC, es descendiente de los primeros proyectos biográficos producidos en Cuba después de 1959, que reflejaban a los héroes como patrones de conducta a seguir, perfectos estandartes de la fe y la superación humana.
El patriota Ignacio Agramonte, también devenido héroe en la pantalla grande, fue tomado principalmente por su trayectoria en la historia de la nación, caso similar a Mella (Enrique Pineda Barnet, 1976) o José Martí: El ojo del canario (Fernando Pérez, 2013). El Mayor relata la guerra por la independencia cubana del régimen colonial español desde la mirada muy particular de Agramonte (interpretado por un Daniel Romero que pasa sin penas ni glorias). En el desarrollo se muestran sus ideales de guerra y convicciones, las que están en contraposición con la manera de pensar de Carlos Manuel de Céspedes (Rafael Lahera), claro antagonista de la cinta por encima de los soldados españoles.
La disputa entre los héroes toma fuerza a partir de las discrepancias con respecto a la constitución y distribución del territorio nacional que se realizaría posterior a la libertad. Esto provoca que Agramonte tenga reservas sobre Céspedes y busque llevar a cabo su proyecto político al margen de las iniciativas de su compatriota en armas.
“El Mayor peca en múltiples ocasiones de simplista al reparar sobre una historia que eleva a la figura por encima de su creación histórica y de las relaciones que compartió en su realidad.”
La forma escogida para relatar los hechos que componen la ficción, espectacular y propagandística, define la postura del protagonista en la línea temporal más allá de su desarrollo como individuo. Postulado que crea presupuestos para otorgarle un continuum a la historia y son los artífices de su carácter, deseos y convicciones.
La recreación histórica posee un poder expresivo y de sugestión que influye en el discurso y el vuelo poético de su narratoria. Además de que la misma sirve de examen escatológico de la sociedad actual, que aparentemente necesita de un modelo que funcione como guía en un tiempo de crisis de valores. El protagonista se proyecta con un sentido patriótico elevado, capaz de sacrificar su existencia por el logro de la libertad de Cuba, así tenga que interponer dichos estigmas por encima de su familia. Sin embargo, queda como un elemento incidental en su propio texto fílmico, lo que dificulta la comprensión de la obra, debido a que entra en disrupción el personaje con los sucesos, los cuales tienden a darse fuera de su dominio en sí (sin contar con las ausencias y erratas históricas que asume el biopic en busca de que su tema alcance algo de pathos).
El Mayor resulta un intento cinematográfico fallido de enaltecimiento patriótico en una realidad social que carece de confianza en discursos anquilosados y obsoletos, así se vean mensajes como la capacidad de sobreponerse a los avatares y extremismos y la búsqueda de un bienestar mayor. Estas maniobras entorpecen la declaración de “verdad” en la realidad representada, ya que mutilan la reconstrucción con parlamentos manipulados para movilizar una percepción diferente a la histórica o, por lo menos, a lo archivado históricamente, lo que termina atentando sobre el conocimiento colectivo.
En este biopic se le dio mayor importancia a la manera en que se proyectaba el héroe, tanto física como éticamente, que a su participación directa en los hechos, sirviendo de intermediario y no como perpetrador condicional de la historia. Dicho conflicto parte principalmente desde el guion, su estructura superficial y diálogos confeccionados de manera enrevesada que no terminan de ocultar el facilismo que los nutre, y donde la dramaturgia está en función de enaltecer al personaje heroico en vez de mostrar su imbricación directa y centrada en los hechos en los que participa: el diseño cinemático lo percibe como una parte totalitaria y no como una parte dentro del todo.
El cuerpo de la película y su lenguaje asumen a la figura de manera acrítica, solo con el fin de glorificarla, y no reflejan su real trascendencia. La visión de Agramonte como agente histórico en el largometraje es reducida a una suerte de moderador y coordinador frente a una situación que lo supera, el cual pierde su capacidad holística al ser protagonista sin mediación tangible y aseverada en su contexto.
A su vez, la articulación formal de las secuencias juega con la imagen del “ser central” del metraje. El engranaje de las escenas está diseñado para magnificar las intervenciones del personaje principal y su toma de decisiones, y a partir de aquí es que se reconstruye el entorno y quienes participan en este. En un decoupage de las escenas se percibe el interés de darle cada vez más “voz” a ese Agramonte ficcionado, como si se lo quisiera calzar de una razón que estaría por encima de su realidad histórica, lo que no demerita su obra, pero opera en contra del logos cinematográfico por saturación.
“El cine bélico y el histórico, del que parte este tipo de biopic, es empleado como un medio para enaltecer un discurso de poder, de supremacía instaurada, de exposición de músculo intelectual institucionalizado.”
Elementos como la fotografía, que moldea una estética pulcra alrededor del prócer con el objetivo de destacarlo, o el constante uso de tropos cinematográficos, menoscaban la verosimilitud del biopic, dejando una puesta sensacionalista que magnifica al protagonista en función del mensaje que se desea transmitir.
Se sobreentiende que los biopics suelen ser obras centradas en la representación de un ser excepcional, mas El Mayor peca en múltiples ocasiones de simplista al reparar sobre una historia que eleva a la figura por encima de su creación histórica y de las relaciones que compartió en su realidad. La simplificación opera en contra de un análisis en profundidad del héroe, ya que no indaga en su personalidad y se pierde argumentalmente en sus motivaciones bélicas y políticas. El Mayor es una película biográfica convencional, que no supera expectativas puntuales y termina siendo una obra menor sobre una figura mucho más rica que la puesta en pantalla.