Este episodio de La Entrevista es muy especial. Voy a conversar con una escritora y activista (luego podemos discutir si ella prefiere definirse así- con la que siempre intento coincidir en algún proyecto. De alguna manera, la he estado persiguiendo hasta hoy.
Movimiento San Isidro
Katherine Bisquet tengo que comenzar por el presente, está muy próximo el estreno en Polonia de tu documental “En San Isidro”. ¿Cómo surgió la idea de grabarlo durante el acuartelamiento?
Cuando estábamos dentro todo era un poco apresurado. Estábamos acuartelados a modo de protesta porque había alguien preso: Denis Solís. No había tiempo para pensar en un producto final o en lo que iba a suceder con aquellas grabaciones. Nunca pasó por mi cabeza hacer una obra con lo que estaba sucediendo, creo que no pasó por la cabeza de ninguno de los que estábamos allí. Aquello no era una performance. Era incierto lo que sucedería con nuestros cuerpos durante la protesta o bajo qué circunstancias saldríamos de allí. Aunque varios éramos artistas decidimos llegar al espacio cívico como espacio cívico a secas, y creo que eso fue un parteaguas.
Dentro estaban periodistas como Esteban L. Rodríguez que hacía un tipo de periodismo callejero, espectacular y tenía muchos seguidores. También estaban las directas de Luis Manuel Otero. La información salía de San Isidro de distintas maneras. Yo también daba partes en las redes sociales y escribí algunos poemas. Estaba Carlos Manuel Álvarez (periodista y escritor) reportando desde dentro. Anamely Ramos en contacto con los medios de prensa. Decido entrar la cámara para hacer un material inmediato de entrevistas y darle otro tipo de visualidad porque todo lo que estaba saliendo era a modo de reportaje, grabado con un iPhone o con cualquier teléfono móvil que estuviese disponible. Pretendía recoger unas entrevistas en cámara, de manera más analógica. La idea era crear mayor intimidad y humanizar a quienes estábamos allí.
¿Cómo entró la cámara en la casa?
La cámara logró entrar por breves lapsos de tiempo. Lo conseguí a través de las personas que llevaban alimentación para quienes no estaban haciendo la huelga. También se podían entrar cosas de aseo. Un gran amigo estaba en ese momento entrando artículos que necesitábamos. Le pedí que me trajera la cámara porque quería filmar aquel material. Finalmente, la entró la chica que en ese momento era la esposa de Esteban. Era madre y eso la hacía menos propensa a registros o a qué le cuestionaran qué tipo de objetos llevaba.
Ella consigue entrar la cámara y sacarla cuando volvía a salir, o sea que tenía un margen de tiempo muy corto para filmar las entrevistas y algunos planos del lugar. Creo que filmé por dos jornadas ese material. Como a la tercera vez decido quedarme con la cámara para poder hacer planos de noche. Fue la misma noche que entró a la Seguridad del Estado y pude captar ese momento en que rompieron la puerta.
Pude hacer un pequeño plano y esconder la cámara en un bulto de ropas tiradas en el suelo. Cuando nos forzaron a abandonar la casa pensé que en alguna recogida que hicieran en el lugar se llevarían la cámara. Como a los 10 días fue que pudimos regresar a San Isidro. Recuerdo que Luis cumplía años, estábamos camino a Damas y lo primero que hice fue llegar y buscar la cámara y allí estaba.
Enseguida revisé las imágenes a ver si había podido captar el momento y bueno… brincamos alegría. Le pedí a Camila Lobón que le pusiera subtítulos al video y lo publicamos en El Estornudo. Era urgente sacar ese material porque era la única evidencia de que la Seguridad del Estado había entrado en ese lugar, nos había desalojado y además había ido disfrazada de salud pública diciendo que era una emergencia sanitaria.
El cambio. Tomar el espacio
Siempre dejas claro que tu lenguaje primigenio es la escritura, la poesía. En esa dimensión política de lo que significa en un régimen totalitario hacer poesía desde la libertad, quisiera saber si dentro del MSI te sentiste incómoda por asumir el activismo desde tu oficio o tu condición de poeta.
Son límites que todavía me cuestiono. Cuando muchas personas se agarran de la situación política para afirmar que su literatura o su poesía, per sé ya representa un problema político para la Seguridad del Estado. No estoy de acuerdo con eso. Si estuviésemos en los años 70, en los 80 o en los 90 se acepta, pero a estas alturas se han corrido esos límites y lo que se considera peligroso es cuando tomas el espacio público donde verdaderamente se pueden cambiar las cosas. Mi activismo comenzó cuando empecé a tomar el espacio público en el año 2019.
No teníamos una agenda política. Todo era un poco improvisado sobre la marcha.
Decidí asistir con una camiseta contra el Decreto 349 a una lectura de poesía dentro de la institución de la AHS. Por esa razón, fui violentada por una compañera de estudios que era también la organizadora del evento. Aquí se mezclan lo personal con la ignorancia cívica y política, se mezclan las libertades y el respeto a las libertades de otros. Fue realmente el momento más violento que he vivido. En esa lectura la poesía fui a hablar de algo que estaba sucediendo. No cambié mi lectura de poesía por un discurso político o por otro tipo de performance. Yo fui a leer, pero hice un prefacio -como todos los que leían sus poemas- en el que denunciaba. En ese momento se supone que hablas de lo que te motivó a escribir ese texto ?¿no? pues hablé precisamente de lo que estaba sucediendo con el 349.
Eso marcó un antes y un después en mi vida. Cuando eres violentado cambia completamente tu empatía hacia la violencia. Todo era diferente cuando veía como detenían a las Damas de Blanco y las apaleaban. Justo en ese tiempo estaba circulando el documental de José L. Aparicio y Fernando Fraguela: “Sueños al Pairo”. Imágenes de violencia, protestas y actos repudio. Veía esas imágenes de una manera completamente diferente a como lo hubiese visto un año atrás. Empecé a hacer activismo porque mi sensibilidad hacia la injusticia cambió.
Durante esta conversación hemos hecho varias veces referencia a la violencia. Ese límite entre la libertad de la poesía y la libertad cívica te ha llevado a tener un pulso con el poder en la isla. Quería preguntarte por el precio que se paga en cuestiones de salud mental. ¿Te has planteado alguna vez distanciarte del tema Cuba rotundamente?
Nosotros teníamos una muletilla cuando estábamos en el momento caliente y era que nuestro mayor conflicto, lo que menos podíamos manejar era a nosotros mismos y el modo en que nos relacionábamos. Estábamos lidiando con nuestros propios egos y nuestros impulsos. Teníamos una relación muy estrecha porque muchos éramos amigos. De pronto, estábamos en una situación extrema y teniendo todos esos encuentros y desencuentros de personalidades de artistas, etc., eran sumamente complejos.
Los activistas siguen siendo los conejillos de indias de la política mundial
Abandonar, desertar del tema Cuba era algo que nos planteábamos en momentos de crisis. No estábamos preparados para eso, no somos funcionarios. No teníamos una agenda política. Todo era un poco improvisado sobre la marcha. En algunos intervalos uno se deprimía o creía que otro estaba intentando imponerse sobre los demás y había malos entendidos. Era realmente un caos ponerse de acuerdo y ser proactivo, pero creo que lo hicimos bastante bien o al menos abrimos un camino.
Todo eso se extrapola a nuestra vida cotidiana dentro y fuera de Cuba. Seguimos siendo exactamente los mismos. Entre los 20 y los 30 una está todavía madurando y tratando de lidiar con su propia cabeza, que ya es demasiado heavy. Además del sentimiento de culpa que viene con tener amigos presos en Cuba y sentirnos culpables porque los abandonamos, porque nosotros conseguimos escapar. Muchos sentimos la angustia de no poder hacer todo lo que realmente pudimos hacer y de no quedarse allí quemado y luchar por otra persona que está sufriendo.
Cuando se estudia un poco la historia de la disidencia en Cuba se ve que sufre ciclos: se reinicia, se olvida y vuelve a empezar. Generaciones anteriores a la mía no pensaban que se fuese a activar un movimiento como en MSI después de 10 años, las personas que estaban dentro de la Primavera Negra no esperaban que sucediera un San Isidro.
En ese punto estamos ahora mismo, en ese instante de incredulidad y de cierto desamparo. Sé que hay muchas personas intentado visibilizar la situación de Cuba ante las Naciones Unidas o el Parlamento Europeo. He estado cara a cara con algunos funcionarios y en ocasiones es como encontrarse con una pared. Hay mucha gente a la que realmente no le interesa lo que está sucediendo en Cuba. Hubo un cambio real en la mirada que tienen sobre Cuba, en Europa. Los europeos están conscientes de lo que es el régimen cubano y lo que está sucediendo, saben de la represión que sufre el pueblo. Por ejemplo, ahora mismo Rusia es una amenaza para Europa y saben perfectamente el papel de Cuba en esa ecuación. Prefieren mantener un status quo entre estos países de la región y cierta armonía para seguir con sus convenios económicos. Los activistas siguen siendo los conejillos de indias de la política mundial y lo que les queda es su propia individualidad, su propia su propia alma como ciudadanos y parte real del pueblo.
"Quedarte despierta y que te dé la necesidad de escribir"
Esta es una pregunta sobrepasada hace muchos años, pero creo que para las cubanas sigue siendo necesaria: ¿Eres feminista?
Creo que desde que mi madre se divorció de mi padre viviendo en la cuidad nuclear y empezó a tener tres trabajos para mantenernos a mi hermano y a mi, yo soy feminista. Verla no dejándose someter por ningún jefe, por ningún vecino. Creo que de ahí me viene mi carácter reaccionario. Es un concepto que no manejo teórica o académicamente pero lo manejo en la vida diaria. Su crianza me legó esta manera de defenderme, de exigir mis derechos. Desde que tengo uso de razón mi madre ha sido de esa manera. Ella no se proclama feminista ni mucho menos, aunque lo es. En Cuba el feminismo todavía se considera, como en todas las dictaduras, algo muy peligroso.
El otro día leí algo muy rosa, en resumen, decía que no importa cuál haya sido el motivo de nuestra emigración, ya sea económico o destierro, estamos siendo movidos por una línea invisible del deseo. ¿Qué desea Katherine Bisquet ahora?
Deseo volver a escribir en cualquier lugar. Volver a tener la motivación de escribir. Creo que ha sido el cambio más drástico desde que salí de Cuba buscar ese incentivo. Quedarte despierta y que te dé la necesidad de escribir. Me pasaba mucho en Cuba, escribir estaba muy ligado a la necesidad de expresarme, por eso mi poesía siempre estaba marcada por lo político. Fuera de Cuba estás entendiendo cosas y aprendiendo todo de nuevo. Muchas veces olvido esa necesidad o la cambio por la de tener que sobrevivir trabajando para poder pagar la renta, alimentarme y mandarle algo de comida a mi padre. Quisiera que en algún punto la literatura fuera mi prioridad, porque realmente es difícil vivir de ella.
La poesía es otro estado de rebeldía.
Soy poeta. Si fuese narradora va y coronara, pero no lo soy. Mucha gente me ha dicho que cambie a la literatura, como si la poesía no fuese literatura o algo por el estilo. He tenido que posicionarme con respecto a eso, algo que siempre he defendido es la poesía. Es el modo que encontré desde muy joven de expresarme y he cultivado un estilo durante años, tengo ya 10 años de carrera aproximadamente.
Publiqué mi primer libro en el 2014, son muchos años trabajando en un lenguaje propio, entonces yo soy fiel a eso. Soy consciente de ese trabajo y no lo voy a abandonar. Puede que escriba narrativa, por supuesto, pero es muy poco probable que deje de escribir poesía. La poesía es otro estado de rebeldía. Saliste de ese sistema que te reprimía si te declaras poeta en una sociedad como la actual y tu resistencia tendrá que ser doble porque has vinculado tu camino a algo que prácticamente no se vende, a los márgenes.
Regresar al inicio