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Foro Intemperie | Palabras de Francis Sánchez en la presentación del libro “La immagini infamanti”

Francis Sánchez, editor del libro, presenta “La immagini infamanti” en el marco del Foro Intemperie 2.

El escritor cubano Francis Sánchez sostiene el libro La immagini infamanti durante la presentación del libro.
El escritor cubano Francis Sánchez sostiene el libro La immagini infamanti durante la presentación del libro. | Imagen: Árbol Invertido

El libro La immagini infamanti. Arte, Burocracia, Peregrinaje y Violencia en Cuba (Ediciones Deslinde, Madrid, 2023) me ha sorprendido mucho. Es de esos libros que desde Cuba yo siempre notaba su ausencia. Contiene un pensamiento inteligente, culto, comprometido con la realidad, no cínico, no hipócrita, valiente, y con conocimiento de causa de los temas. Desde el arte y la cultura, problematiza lo que es la circunstancia más dominante que ha tenido la sociedad cubana: el totalitarismo, que ha signado, moldeado y aplastado nuestras vidas de una forma u otra y lo sigue haciendo.

Un totalitarismo cuya palabra en si misma está casi excluida de los estudios académicos en Cuba, como están excluidos los actores principales que determinan qué se hace con el arte, qué es el arte, quién es artista o no, como es la Seguridad del Estado, cuya figura no se denomina en ningún estudio académico. En cambio, este tipo de investigaciones suelen hablar de funcionarios transitorios que uno sabe que cumplen papeles secundarios, y que los autores fundamentales conforman el poder y se denominan a través de la Seguridad del Estado, que es difícil ponerle un rostro, documentar sus acciones, pero que han estado siempre ahí signando nuestras vidas.

La immagini infamanti es una figura que proviene de la historia. Cuando se iba a llevar a alguien a la picota pública no bastaba solo con matarlo, sino había que generar una figuración simbólica dónde esa persona significaba mucho más que un culpable o un pecador, sino que significaba un monstruo, el diablo encarnado en persona, y se crearon determinadas imágenes que se circulaban entre la población en un momento en que la figuración de una persona tenía un papel casi sagrado, mítico. Así se establecía la condena. Esa imagen ya quedaba registrada en el imaginario público, de esa persona sacada de la naturalidad y convertida en un monstruo a partir de esa imagen que se determinaba desde el poder para despersonalizarla.

Entre los valores que veo en este libro es el estudio de cómo el poder y la burocracia en Cuba han ejercido la “violencia revolucionaria”. Henry Eric Hernández utiliza el término violencia divina para referirse a este tipo de violencia que es inapelable, es inconsultable, empieza por abolir todos tus derechos para emplazarla, para responderle, para exigirle una argumentación, es una violencia arquetípica, casi que prenatal, es el derecho absoluto de la Revolución a defenderse y abolirte a ti, y todo el entorno social se pliega a esa divinidad. Es lo que no se habla, lo que no se menciona, al condenado nadie se le puede acercar a preguntarle, a exigirle un argumento. Se supone que ese poder divino conoce unas verdades profundas, ocultas, de por qué esa persona ha sido excomulgada, ha sido llevada al patíbulo.

Este libro se divide en cuatro ensayos fundamentales que recorren etapas críticas de la relación entre artistas y poder en Cuba, y a partir de casos puntuales que son muy bien descritos: lo qué les pasó, como se movió la crítica en torno a ellos, cómo le dieron la espalda sus amigos, como es el caso del grupo Art De y la figura de Juan Sí González.  También se toca la figura de Mike Porcel, un trovador que pasó también por esta imagen infamanti, a otro artista como Ítalo Expósito, el caso de Heberto Padilla, que es un telón de fondo que ha tenido toda esta situación desde el inicio de la Revolución hasta el día de hoy y cómo emergió el tratamiento a la figura de Padilla en el 2007 con la llamada “guerrita de los e-mails”, y cómo las élites culturales habaneras, o de El Vedado específicamente, trataron de aprovechar esa discusión o ese falso debate para establecer una corrección política y erudita sobre cuáles eran los términos correctos del debate, quiénes eran los culpables a emplazar, y adoptaron las mismas actitudes cínicas e hipócritas de siempre, es decir, no mencionaban a Fidel Castro, no mencionaban a Raúl Castro, mientras criticaban a figuras que eran simplemente comisarios como Pavón o Quesada.

Henry Eric Hernández va analizando distintos hitos hasta llegar al Movimiento San Isidro, así que pienso que estos cuatro ensayos hacen un recorrido cronológico pero también evolutivo de ese pensamiento político y esa conciencia crítica desde el arte. Venimos de estas generaciones que fueron educadas, adoctrinadas, domesticas a raíz del caso de Heberto Padilla, pasamos por generaciones críticas como las de los 80 y los 90, donde establecieron y discutieron con las instituciones su derecho a pertenecer a ellas, a tener un discurso crítico, como fue el caso de Juan Sí González, y terminamos en el Movimiento San Isidro, que a mí me parece una especie de culminación de este proceso, cuando ya no le exigen al estado en términos artísticos, el derecho a ser artista, lo que me parece una parte de hipocresía porque sabemos que todo este fenómeno se está dando en la sociedad cubana porque ni el artista ni nadie tiene derecho al espacio público, tiene cuota de poder en la sociedad, como sucede en los estados totalitarios, y estos jóvenes del Movimiento San Isidro se alejan un poco de los criterios artísticos y de las academias y le hablan al poder.

Por eso creo que el Movimiento San Isidro ha sido fundamental en encausar todo este malestar que ha arrastrado la sociedad cubana durante tantos años y ha emergido en los sucesos del 11 de julio, porque hablaban de los problemas de la gente común de a pie, y para mí eso es una evolución muy seria de esta discusión.

El autor hace un análisis que faltaba en este tipo de estudios, y quiero subrayar que es un estudio muy claro y muy académico donde las fuentes están muy bien documentadas, muy bien citadas, y hay un manejo de fuentes que van desde ensayos que son canónicos sobre el tema hasta grabaciones personales que tiene el autor de cuando la Seguridad del Estado lo estaba interrogando y él a su vez grababa a la Seguridad del Estado. Correos personales de él con estos artistas, que le van transmitiendo sus testimonios y le cuentan como sufren el desasosiego de que haya pasado el tiempo y la Seguridad del Estado y el poder han secuestrado la memoria. No les quedan prácticamente documentos que atestigüen ese proceso de calvario que han pasado, pero esos testimonios emergen en estas cartas y nos permiten conocerlos en primera persona.

Quería, por último, decir que no solo es emplazado el poder, sino que son analizadas algunas figuras importantes que el autor describe muy bien, como es el peregrinaje político, esa izquierda internacional que está emplazada en otra realidad, que tiene otras premisas, otras necesidades, y peregrina y se desplaza a un espacio que no es el suyo, que es lo cubano, y encuentra en lo cubano ese espacio sagrado en el cual pueden hacer validar las necesidades morales que tienen allá. Como que se reencuentran con un estado de pureza de lo que sería el izquierdismo, la utopía, esas cosas que ellos han carecido en sus propias realidades. A esas figuras del peregrinaje político Henry Eric las emplaza como cómplices de la burocracia del poder que ejerce esa censura, esa discriminación y esa violencia contra el artista cubano.

Otra figura que aparece en el segundo ensayo es el amigo totalitario, fundamental también porque en este caso se trata del colega, el artista, que adopta determinadas posturas que pueden ser más cínicas o más desconectadas, propias del autismo o el ascetismo, que los convierte en cómplices también, pues se pliegan a establecer determinados rumores, cuestionar a las víctimas, y al poder totalitario cuando quiere matar a un artista le viene muy bien ese testimonio del colega, del crítico, del experto, del académico, para hacer recaer la culpa no en ellos mismos, sino en el sector profesional al cual ellos mismos pertenecen. Vemos que esto ha pasado con Luis Manuel Otero Alcántara a través de artistas que se han dejado utilizar por el poder para justificar la violencia ejercida sobre él, que ahora mismo está justificada en que no es artista o en que no es graduado de una academia.


Palabras pronunciadas por Francis Sánchez, editor del libro, durante su presentación en el Foro Intemperie 2, celebrado en Madrid entre el 23 y 25 de febrero de 2023.

Francis Sánchez

Francis Sánchez

(Ceballos, un poblado de la provincia Ciego de Ávila, Cuba, 1970). Escritor, Editor y Poeta visual. Máster en Cultura Latinoamericana. Perteneció a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba desde 1996 hasta su renuncia el 24 de enero de 2011. Fundador de la Unión Católica de Prensa de Cuba en 1996. Fundador y director de la revista independiente Árbol Invertido y también de la editorial Ediciones Deslinde. Se exilió en Madrid en 2018. Autor, entre otros, de los libros Revelaciones atado al mástil (1996), El ángel discierne ante la futura estatua de David (2000), Música de trasfondo (2001), Luces de la ausencia mía (Premio “Miguel de Cervantes de Armilla”, España, 2001), Dulce María Loynaz: La agonía de un mito (Premio de Ensayo “Juan Marinello”, 2001), Reserva federal (cuentos, 2002), Cadena perfecta (cuentos, premio “Cirilo Villaverde”, 2004), Extraño niño que dormía sobre un lobo (poesía, 2006), Caja negra (poesía, 2006), Epitafios de nadie (poesía, 2008), Dualidad de la penumbra (ensayo, 2009) y Liturgia de lo real (ensayo, premio “Fernandina de Jagua”, 2011). | Escribe la columna "Aquendes" para Árbol Invertido

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