Me llamaron por teléfono con urgencia: "Rápido, pon a Pánfilo". Fue suficiente para no perder más tiempo hablando. Siempre estamos al tanto del programa humorístico "Vivir del cuento" y su estrella, Pánfilo, ese viejito que vive o trata de vivir lo más legalmente posible en Cuba, dependiente de su amada libreta de racionamiento, quien con cada chiste sugiere un sinfín de verdades reprimidas.
El horario de este programa es el ratico de liberar presión, cuando los cubanos se pueden "enterar" de qué ocurre en el país o qué piensa mucha gente sobre algunos temas medio tabúes. Así, mientras los noticieros oficiales hacen más propaganda que otra cosa, un espacio como “Vivir del cuento” viene a ocupar el vacío dejado por la prensa. No por gusto Obama asistió a esta casa cubana, durante su visita a la isla, y jugó dominó con estos personajes.
En la cuadra de Pánfilo y su amigo Chequera, y en su propia vivienda, como en cualquier familia cubana, se vive siempre al límite de la legalidad, se inventan negocios y otras formas para ganar dinero, viajar al extranjero o salir vanguardias en una emulación socialista. Todo se resume en un verbo muy cubano: “luchar”, no contra enemigos externos, sino por sobrevivir, día a día, a pesar de leyes, inspectores y delatores.
Pero, lo de este lunes 18 de diciembre, tengo que reconocerlo: “me mató”, como diría el personaje de la novela El guardián en el centeno. Pues resulta que en la casa de Pánfilo, esta vez se les ocurrió hacer nada menos que… ¡un periódico independiente! Aún no salgo del asombro.
Tan sencillo como que Facundo Correcto, típico “dirigente de base”, llegó con esta idea buscando para su barrio o CDR (Comité de Defensa de la Revolución) la distinción de Modelo. En realidad, por supuesto, él solo quería ganarse un viajecito “de sacrificio” al extranjero, aunque, debido a la trascendencia política y social de su idea, hay que aceptar que esta vez “el medio” sí justifica el fin.
Ha sido una nueva lección de iniciativa privada para romper la inercia de la ciudadanía, sí, pero ahora en el sector estratégico de la información. Ruperto colaboró con las noticias deportivas, Pánfilo asumió la sección de quejas de la población. En otras palabras, allí estaba un barrio cubano autogestionando sus propias informaciones.
Y del dicho al hecho, no hubo gran trecho. Bastó conseguir hojas en el mercado negro, “donadas” por alguien, y ya, el periódico se imprimió y repartió entre vecinos. El mayor esfuerzo que medió fue el “proceso de edición”, aunque en ese momento la casa de Pánfilo dejó de ser representativa del sector independiente, gracias a los trucos del arte, y se transformó en una imagen de cualquier periódico oficial cubano, subordinado al aparato ideológico, con un Facundo resuelto a convertir los reveses en victorias, manipulando a sus reporteros y al público.
Lo más curioso, sin embargo, y lo que más me llamó la atención, fue cómo se tuvo cuidado de no incluir en el guion de este episodio ninguna referencia a los obstáculos que pudieran surgir en el camino para hacer prensa por cuenta propia en Cuba, ni a los riesgos de cárcel u otros daños menores. Facundo y Pánfilo ni siquiera se preguntaron si existían o no vías legales para lograr el proyecto.
¿Por qué? ¿Por qué esta vez no vimos aparecer, como en otras situaciones de “inventos caseros”, a los inspectores del ramo y los “compañeros que atienden” al sector? A veces lo que no se dice tiene mucho más poder de significación que cualquier palabra.
Pánfilo y amigos, aunque no podían darse por enterados, ni de lejos, sobre los castigos a que se exponen quienes intentan hacer periodismo independiente de verdad en Cuba, sí dieron a entender, con el respeto que trataron este tema, que había por encima de ellos una sombra muy seria empañando su sentido del humor. Aquí los obstáculos estaban mucho más allá del barrio. La Constitución cubana es muy clara, en el artículo 53: “la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masiva son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada”.
El mismo amigo periodista que me avisó por teléfono, me ha contado que su mamá, ajena a una cuestión de trasfondo, le dijo en el clímax del proceso editorial que ocurría en la pequeña pantalla: “¿Y tú por qué te ríes tanto, si hoy no está tan cómico?”
Proponerse “hacer realidad” un periódico por iniciativa personal es, como se dice, meterse en candela. Luego había que pasar más bien de tontos para no arrojar pólvora sobre el guion. Por eso, a pesar de un argumento desordenado y sin mucha gracia, asistimos a algo ya tan insólito, viendo esa pequeña “masa” con impreso en mano y caras de yo no estoy aquí, que algunos casi morimos de un ataque de risa. Quién lo diría. En nuestro barrio, el de “Vivir del cuento”, al fin un periódico cubano se fabricó y distribuyó por la libre como beberse un vaso de agua.