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Turiguanó ya no tiene quien lo escriba

Estatua de Kafka en Praga. Foto: Francis Sánchez

Se nos ha marchado Ibrahím Doblado y la literatura avileña está de luto. Luto callado, de quienes lo conocimos. Aprendimos de él, lo admiramos, y sabemos que su partida silenciosa, una noche lluviosa de junio, sin la compañía y honores póstumos que su estatura merecía, no tiene nada que ver con la huella tremenda que deja en la cultura cubana.

Fundador de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) avileña, merecedor con creces de la Distinción por la Cultura Nacional que al fin un día, tardíamente, le entregaron; ejemplo de promotor, alma del despertar de la literatura avileña en los años 70, junto a su hermano y también escritor y promotor, Raúl, Ibrahím es más que un nombre en nuestra literatura.

No sé si allá en el Hogar de la Iglesia Metodista que lo acogió en sus últimos meses recibió el 6 de agosto de 2011, en ocasión de su 70 cumpleaños, el homenaje que se le debía. No sé si el deber de atención que reclamaba su dimensión como creador a todas nuestras estructuras del trabajo cultural llegó a concretarse en alguna llamada, alguna visita, en ese tiempo en que las manos caritativas y humanísimas de sus compañeros de fe le hicieron agradable el comienzo de la vejez.

El viernes 22, tras unas breves horas de estancia en la funeraria de Calzada y K, acompañado de su hija Samira, partió Ibrahím hacia la eternidad. Todos sus amigos y colegas de Ciego de Ávila nos enteramos tardíamente, y no nos lo perdonamos ni lo perdonamos. Tampoco supimos de sus cinco días de convalescencia en el hospital, anuncio de un desenlace que a nadie debió sorprender.

Ahora queda su obra. Él sabía, desde su humildad, y su conciencia de escritor, que era la riqueza con la que nos llevaba amplia ventaja.

En 2001, cuando cumplió 60 años, adolorido yo por el modo en que se había ignorado su onomástico, escribí unas palabras que el periódico Invasor recogió el 25 de agosto. Él las aceptó agradecido, como si ya hubiera aprendido que no tenía suerte con los homenajes, que siempre le llegaban tarde.

Hoy que su luz agostina más que apagarse se eleva para iluminarnos mejor, las añado a esta despedida. Mucho de lo que dije allí no haría más que repetirlo, un poco más conmovido hoy.

Félix Sánchez Rodríguez

Escritor Félix Sánchez. Foto en revista cubana Árbol Invertido

(Ceballos, Ciego de Ávila, Cuba, 1955). Narrador, ensayista, escritor para niños, investigador y editor cubano. Cursó estudios de Ciencias Sociales en la antigua URSS (1987-1990). Máster en Cultura Latinoamericana (2007). Se ha desempeñado como profesor de Ciencias Sociales, Historia y Filosofía, especialista literario, promotor cultural y editor. Fue miembro de la UNEAC desde 1987, hasta su renuncia en 2009. Ha publicado, entre otros, los libros de cuentos La llave pública (Premio Roque Dalton, Ed. Ávila, 1991), Bifurcaciones (Premio Regino E. Boti, Ed. Oriente, 1995), El corrector de estatuas (Premio Eliseo Diego, Ed. Ávila, 1999), Cielo doblado (Premio Oriente, Ed. Oriente, 2000), Los huéspedes deben llegar temprano (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara, Ed. Capiro, 2006), Los confines de la muerte (Premio Internacional Julio Cortázar, Ed. Letras Cubanas, 2010), La suerte de Diana (Premio Fernandina de Jagua, Ed. Mecenas, 2011), Detrás de las palabras (Premio Milanés, 2012), y las novelas Juegos de diciembre (Premio Emilio Ballagas, Ed. Ácana, 2001), La estación perpetua (Premio Juan Clemente Zenea, Ed. Ávila, 2005), Zugzwang (Premio UNEAC, Ed. UNIÓN, 2005), Tulio y los elefantes verdes (Ed. Oriente, 2009) y Las ruedas de la fortuna (Premio Guillermo Vidal, Ed. UNIÓN, 2011). En 2018 recibió el premio Alejo Carpentier.

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