En la mañana de hoy fue declarado “sin lugar” el proceso de Habeas Corpus solicitado ante el Tribunal Provincial de Villa Clara por un familiar del escritor y preso político José Gabriel Barrenechea Chávez. Tal resultado era esperado aún por los más entusiastas. La enmarañada selva que la dictadura ha inventado para los procesos judiciales otorga a la fiscalía poderes extremos que ata de pies y manos a reos, defensores y jueces. La solicitud del familiar se centraba en que José Gabriel Barrenechea Chávez lleva 206 días en la prisión La Pendiente, de Santa Clara, sin que el ministerio fiscal haya sido capaz de presentar su acusación de manera formal. Hasta el momento todos los cargos son solo rumor. La fiscalía no tiene nada sólido, probado, real, de qué acusarlo. Pero a su vez, según el fiscal, posee todos los poderes para dictar “prisión provisional” por el tiempo que estime como medida cautelar.
Cómo durante la detención se redactó el acta y se llevaron a cabo todos los elementos burocráticos del caso, no existe detención arbitraria. Incluso, el fiscal reconoció que la manifestación pública sucedida el 7 de noviembre de 2024 en Encrucijada fue pacífica y numerosa, y que solamente estaban detenidos los que ellos consideraban “protagonistas” del suceso.
En su fallo el tribunal esclareció que incluso el acusado contaba con representación legal, argumento que mostraba la legalidad del proceso; que lo que cabía en dicha instancia era solicitar un proceso de “revisión judicial”, que permitiera considerar si era viable un cambio de medida cautelar. Al no asistir la defensora, tanto el familiar como José Gabriel terminaron desamparados en pleno campo de batalla. No fue posible esclarecer el motivo la ausencia de la letrada, que por lo menos hubiese servido para dar el espaldarazo necesario a su cliente y refrescarle al fiscal y al tribunal las múltiples veces en que ha solicitado el cambio de medida cautelar y otras vías legales y solamente ha encontrado negativas como respuesta. Tal como terminó el proceso, los pocos asistentes, menos familiarizados con el desempeño de la defensa, sentieron que ha estado de brazos cruzadas.
Realmente fue una mañana simbólica. La sala a oscuras, en apagón. La jueza con un pericón abanicándose a la vez que movía con insistencia el cuello seguramente empapado de sudor. En su rostro se dibujaba la misma mortificación que cubre a los demás ciudadanos de Villa Clara (de Cuba) a causa de la falta de sueño por las noches y madrugadas sin poder descansar debidamente, por las altas temperaturas y la falta de corriente eléctrica. Resultaba paradójico para ella (es imaginable) estar juzgando la permanencia en prisión de un sujeto que solo defendió públicamente el suceso que tanto fastidiaba a la magistrada. Supongo que por eso fue amable. Su tono de voz fue casi maternal.
A José Gabriel no se le permitió siquiera saludar a sus familiares. Vestido con el traje gris del preso común y sus imprescindibles lentes, caminó con paso firme hacia el banquillo. Está pálido, ojeroso, desimantado. Cuando la presidente le dio la oportunidad de hablar, prefirió guardar silencio. Sabe en lo más profundo de su corazón que no habrá piedad para él; que la dictadura se cebará en su contra, que no le permitirán salir de ese injusto cautiverio tan fácil. Esta vez fue basado en artilugios legales y cuando ya no quede ninguno al que puedan echarle mano, se inventarán algún decreto de esos tantísimos que existen en el revolcadero que es la ley penal cubana.