Re-abro este blog donde publicaré mis ideas sin censura. Han pasado años desde octubre de 2010, cuando empecé “Hombre en las nubes” y después de cinco meses me vi obligado a dejar de actualizarlo. A todos los blogueros, en Cuba, se nos acusaba entonces de “cibermercenarios”, ¿alguien lo recordará? Decir “bloguero” —con el sentido de autodeterminación y espontaneidad que suponía esta práctica fuera del control estatal— causaba más miedo que decir “zombi” (en la película Juan de los muertos, del mismo año, hay una escena muy ilustrativa que ha quedado como testimonio.)
Hubo campañas incluso por la televisión nacional. Muchos de quienes me conocían en mi pequeña ciudad —desde gente de mi familia hasta un cura—, y algunos que me brindaban acceso en secreto a Internet, me cerraron las puertas, o cruzaron la calle en busca de otra acera. Y “Cerrado por demolición” fue el último post que publiqué (el 31 de marzo de 2011), despidiéndome de los lectores. Aquel episodio lo dejé sin retocar en el sitio original, porque se explica por sí mismo: www.hombreenlasnubes.blogspot.com
La imagen “estar en las nubes” se usa con frecuencia para señalar la falta de sentido práctico de una persona. Desde mi infancia, cuando me empecé a interesar por la poesía y la lectura, ya sufría tales acusaciones. Pero, el “sentido práctico” generalizado, desde que tengo uso de razón, a veces se limita a las habilidades malsanas para alguien adaptarse socialmente, como la sumisión, la mentira, la simulación, el egoísmo, y muchas formas de cobardía civil. He crecido viendo confundir el llamado a la virtud con la obediencia de callar, posponer los sueños y las ideas propias.
Vuelvo, ahora con una nueva dirección electrónica (www.francissanchez.net). No soy el mismo, después de varios años. Sin embargo, continuaré donde empecé, porque voy a seguir escribiendo lo que pienso (y publicaré las fotos que haga), sobre lecturas, arte, sociedad, la realidad y la imaginación, derechos humanos, y todo lo imprevisible que late dentro de un larguísimo etcétera. No puedo calmar a nadie ni calmarme anunciando qué va a pasar o de qué voy a escribir mañana. En realidad no lo sé, ni quiero. Solamente estoy atento.