Hace mucho tiempo que el béisbol no sacaba a relucir lo peor de nosotros. Sí, lo peor. El fenómeno se ha desatado y, luego de ir más allá de lo meramente deportivo, sigue extendido como pólvora por las redes sociales, comentarios en la calle, esquinas calientes, Parque Central.
El play off de la Serie 57 de béisbol terminó para el equipo de la capital, Industriales, en lo deportivo, pero no a nivel social. El dolor de tener que esperar al menos hasta la próxima campaña ha tocado a más de uno en lo personal, y ha tenido sus repercusiones.
Más de uno no ha podido dejar al muerto morir en paz y ahora todos, hasta el eliminado equipo, están pagando las consecuencias de un mal que se dice enterrado, pero esta vez la pelota lo ha sacado a flor de piel, tan fuerte que puede palparse, amarrarse de una correa y sacarse a pasear.
Porque al habanero se le ha salido el regionalista y ya casi su olor se respira, como mismo el cadáver aún insepulto del equipo capitalino. Si por muchos de nosotros fuera (porque también soy capitalino y no lo voy a negar), ahora mismo comenzarían las deportaciones en masa, como lo hicieron católicos, turcos, alemanes y soviéticos en su tiempo.
“¡Palestinos, a su tierra!”, proclamamos enardecidos con sólidos argumentos ante la incapacidad de soportar el dolor de la eliminación. Que si “Industriales estaba maldito desde el principio por no tener un director habanero”, que si “con tanto refuerzo oriental chivaron el equipo”, y una larga lista de etcéteras son ya las consecuencias culturales de un proceso mucho más viejo e internacionalizado que son las migraciones y la saturación de la ciudad con gente “de afuera”.
La Habana, como ciudad turística, de cierta forma cosmopolita y capital de Cuba, no escapa a esto, y desde hace tiempo que fue el centro por excelencia para buscar fortuna. Lo que sucede es que antes el Latinoamericano se llenaba de industrialistas y había solo una comisión de embullo del visitante. Pero, ahora, muchas veces se aprecia una clara división en el estadio entre dos bandos: el azul y el que le va en contra.
El asunto es que no importa qué equipo esté jugando en contra de los de casa en la capital, el anti-industrialista le va ir lo mismo a Santiago que a Holguín, y viviendo en La Habana va a hinchar contra los locales. Le va a gustar todo de La Habana menos su equipo, y eso es lo que no le gusta al habanero.
“ESTÁ PÁGINA ES DE INDUSTRIALES Y PARA LOS INDUSTRIALISTAS, PALESTINO PONTE DE LA PARTE DE AFUERA, SALE DE MI CASA”. Carteles como este, y peores, han aparecido entonces en las redes sociales, con personas incitando ya casi que a la “guerra total” contra los inmigrantes orientales. Claro, que como ya no son solo los orientales los que repudian al conjunto de Víctor Mesa, las demás idiosincrasias provinciales van en el mismo saco.
“Si son tan orientales, por qué no se van para su provincia” es otro de los argumentos, que quizás se han buscado por el aquello que enarbolan los del este ahora de que “no importa quien gane, el campeón será oriental”, en franco desprecio, jugada de contraataque a los insultos habaneros. La última frase me deja dudas: ¿en serio da igual quién gane? ¿Dónde está la identidad de cada cual? Y no me lo invento, lo dijo una trabajadora de museo entrevistada en Granma por Tele Rebelde.
Este es el reflejo en el plano deportivo de un tira y encoge nacional, la vieja rivalidad entre santiagueros y habaneros que viene desde hace siglos y en los últimos 30 años se ha acrecentado muchísimo, pues el éxodo desde oriente hacia occidente sigue, y de occidente al exterior también. No son pocos los que dicen que “cada vez somos menos”, refiriéndose a los pocos habaneros que quedan en la principal urbe del país.
¡Ah! Pero los del este también son un poco despectivos en su trato a los capitalinos, pues frases como “el habanerito este”, denotan un alto contenido de resentimiento, del que los giraldillos tenemos en buena parte la culpa, pero no somos los únicos instigadores.
Cómo ya decía, el tira y encoge deportivo ya anda pasado de eso, y va a lo cultural, lo social. Se asocia en La Habana al inmigrante con lo malo, con el bicitaxista borracho, el bisnero, el que planta un llega y pon y que gracias a él progresan los barrios insalubres (que ya existían y no eran de orientales). Y en Oriente se dice, por otro lado que el que se va es “el oriental que no sirve”, pues el que de verdad se siente “palestino” nunca se va de allá.
Al final, es una guerra, un caos, en el que el inmigrante interno queda atrapado en el fuego cruzado, pues cuando viene a ver no lo quieren acá ni allá. No importa si le va a Las Tunas o a Industriales.