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Opinión | Mitos y leyendas en política

Reflexiones en torno a los cambios necesarios y el futuro de Cuba a propósito del pesimismo y frustración común en los cubanos.

Dibujo en la pared: "A Cuba ponle corazón" en La Habana, Cuba.
Dibujo en la pared: "A Cuba ponle corazón" en La Habana. | Imagen: Alberto Garrandés

Conversando sobre los cambios necesarios y el futuro de Cuba me encuentro, frecuentemente, con mucho pesimismo y frustración. La frustración nace de las falsas expectativas y de la mentira institucionalizada. Cuando entramos a debatir los argumentos que sostienen ambas posturas: la de los que creemos que el cambio es posible y los que creen que eso nunca va a pasar en Cuba, me sorprende y me preocupa que esas razones no lo sean, sino que se basen en la falsedad de mitos y creencias.

Mencionaré solo algunos de esos mitos y creencias en Cuba expresados en frases muy frecuentes:

  • "El cambio nunca ocurrirá porque llevamos más de 60 años diciendo que va a ocurrir: el mito del pasado".
  • "Mientras esto esté aquí, Cuba nunca va a cambiar: la serpiente que se muerde la cola".
  • "Yo no creo que los cubanos podamos cambiar esto: ´creer´ en política".
  • "A los cubanos con un poco de comida y bebida nos mantienen apaciguados: pan y circo". 

Si nos fijamos, hay muchos mitos y creencias más. Pudiéramos decir que Cuba se sostiene hoy de mitos y supersticiones. Estos males sociales como la impiedad, la superstición y el fanatismo, ya los denunciaba el Venerable Padre Félix Varela en sus Cartas a Elpidio, monumento ético y cívico que sirvió de útero al nacimiento de la nación cubana:

Los que empiezan por mentir en la misma promesa, ¿podrá creerse que tienen ánimo de cumplirla? Preséntanse como creyentes y juran como ellos, dando a entender que tienen las mismas ideas y los mismos sentimientos, al paso que en su mente contrarían cada una de sus mismas palabras; resultando que ni ellos se creen mutuamente, ni nadie los cree, por muy bien que desempeñen su papel cómico-político. Difundida, pues, la impiedad en el cuerpo social destruye todos los vínculos de aprecio, y a la manera de un veneno corrompe toda la masa y da la muerte. El honor viene a ser un nombre vano, el patriotismo una máscara política, la virtud una quimera y la confianza una necesidad. (O.C. Volumen III, Carta II, p. 15).

Los mitos y las supersticiones no caben en la política

Hoy día se ha resignificado el concepto de mito. Pero aquí uso el concepto peyorativo o fantástico de la palabra mito que según la Real Academia Española significa: Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene”.

En efecto, la mentira, los mitos y las falsas creencias que nos alejan fuera de la realidad y del tiempo histórico, no pueden sostener lo político, ni sirven para analizar la política, aunque le pueden servir de instrumentos enajenantes a los que necesitan manipular y engañar a los pueblos.

"En ocasiones las ideologías y las revoluciones se convierten en mito y superstición. En la política verdadera solo acierta quien usa los instrumentos del análisis político y no vive de ´creer´ en la política o en los políticos"

Es como quien quiere hacerse un análisis de sangre y va a que le tiren las cartas. He aquí una confusión peligrosa y manipuladora. No podemos analizar la política, ni la economía, ni la sociología, con herramientas de la mitología o la superstición. Ese no es el camino. Esos no son los métodos. Y los métodos deben ser tan éticos y objetivos como el fin. Ningún fin, por muy bueno que sea, puede justificar la creación de mentiras, mitos y supersticiones.

Por eso, por vivir del cuento, por confiar en los mitos y por creer en la política, es que nos equivocamos, es que logran desanimarnos, es que solo vemos una solución: escapar. Es una reacción común huir de los fantasmas, aún más cuando ese fantasma no nos deja desarrollar un proyecto de vida digno y próspero. Es posible que sucumbamos ante el mito de lo inmutable. Incluso es legítimo creer sin ver.

Lo que no es normal es que viendo y tocando no creamos. Lo insólito es que desconfiemos y dudemos de la fe verdadera en la religión y nos traguemos los mitos y creencias en la política. Y no solo que nos lo creamos firmemente, sino que desanimemos a otros predicando los mitos y las supersticiones que nos han hecho creer en el plano político, económico y social. Es como algunos grupos que fijan fechas para el “fin del mundo” y llegada esa fecha la posponen y, sin embargo, hay muchos que siguen creyendo en los plazos y promesas. Es asombroso que algunos cubanos, creo que cada vez menos, sigan creyéndose que esto va a mejorar, que los planes de lo mismo se van a cumplir, o que los plazos, repetidamente fijados, esta vez sí se cumplirán.

Cada vez que un cubano le dice, le escribe, le comenta en las redes, a sus amigos o a conocidos, cosas como estas, está trabajando para afincar el mito, para apuntalar el sistema, para desalentar el cambio. Yo recibo decenas de comentarios de personas que estoy convencido quieren y se han sacrificado por el cambio en Cuba pero que, con gran convicción, me alertan, me aclaran: “muy bonito lo que escribe, Dagoberto, pero eso nunca ocurrirá en Cuba.” “Me gusta la visión que propone pero, lamentablemente, eso nunca se podrá hacer en Cuba…”.

Respeto, por supuesto, la opinión diversa e incluso el desaliento de tantos que han sido golpeados, apresados, reprimidos, por sus opiniones u opciones políticas, lo que me gustaría es que a cada advertencia de que el cambio no podrá ocurrir se especifique que esa es la tesis de los que no quieren el cambio. Solo que me gustaría que a cada golpe que asestemos al optimismo, a la esperanza y al realismo de lo que estamos todos experimentando a diario, le acompañara un argumento desmitificador de la política. A cada comentario que nos haga poner los pies en la realidad le acompañara una invitación a alzar la vista y a levantar el ánimo, no sobre otros mitos y falsas esperanzas, sino usando la realidad como punto de partida y el análisis político como herramienta apropiada y objetiva para “ver”, “evaluar” y “actuar” la realidad.

Ancianos sentandos en una parada en Cuba.
El abandono en Cuba también se refleja en las jóvenes generaciones de cubanos que dejan la Isla. | Imagen: Alina Sardiñas

Recuerdo a un amigo argentino que hace muchos años a cada crítica que yo hacía sobre los problemas en Cuba, él refutaba argumentando que en el capitalismo de la Argentina era de otra forma, pero igual de peor. Le respondí a mi amigo que era verdad, que en este mundo no hay sistema perfecto, ni paraíso en la tierra, pero que lo mejor para nuestra amistad era que nos propusiéramos un doble servicio a la verdad: que él me desmitificara el capitalismo y yo le desmitificara el socialismo. A partir de ese día los mitos cayeron y creció la amistad en la verdad. 

"El mito político puede ser útil para la dominación, pero no para la libertad. La superstición política puede servir para manipular y desalentar, pero no para liberarnos del miedo"

Propuestas 

  1. Cada vez que en nuestras conversaciones cotidianas surjan el “nunca”, o el “siempre” ha ocurrido así y por eso seguirá ocurriendo así, tratemos de desenmascarar el mito y superar la superstición señalando que la fe es para el plano religioso no para lo político. En lo político no se cree, se analiza, se comprueba, se evalúa, se critica y se transforma.
  1. Cada vez que el argumento sea “El cambio nunca ocurrirá porque llevamos más de 60 años diciendo que va a ocurrir”. Tratemos de reflexionar en eso recordando que precisamente, porque han transcurrido más de 60 años, es que se acumula el deterioro, la crítica, la prueba convincente de que esto no funciona. Todo lo político sufre un desgaste inevitable con el tiempo. Mientras más tiempo pasa se debilita, no se fortalece. Eso ocurre en todas partes. El tiempo pone todo en su lugar pero a nosotros nos toca contribuir a ello.
  1. Al criterio de que “Mientras esto esté aquí, Cuba nunca va a cambiar: como la serpiente que se muerde la cola”, podríamos responder que nada es eterno en esta vida. Que no hay mal que dure cien años… Que todo ha cambiado en el resto del mundo, unas veces para bien y otras para mal. No puede ser que los cubanos de la Isla y de la Diáspora, seamos diferentes al resto de los seres humanos. Decir que en Cuba es diferente es una apreciación, por lo menos, racista o discriminatoria para con los cubanos como si todos sin distinción, y como destinación inmutable, fuéramos “carneros”, o suponer que actuaremos siempre como “rebaño”.
  1. Ante la supersticiosa y falsa creencia que se expresa con frecuencia, como: “Yo no creo que los cubanos podamos cambiar esto”: deberíamos argumentar que el verbo creer no sirve en política. Creer o no creer solo sirve para nuestra relación con Dios o para ser ateo o agnóstico. La fe en política es alienante. Es opio de los pueblos. En política no se cree, se comprueba, se superan las supersticiones, se desenmascaran los mitos. En Cuba desde hace años, pero especialmente desde las manifestaciones del 11 de julio de 2021, han caído muchos mitos.
  1. Ante la denigrante afirmación de que “A los cubanos con un poco de comida y bebida nos mantienen apaciguados: pan y circo”, deberíamos responder que no somos animales de crianza, somos seres humanos que reclamamos sobre todo libertad, patria y vida en democracia. Vida y libertad para poder, con nuestro propio esfuerzo, ganarnos el pan de cada día, mantener dignamente nuestras familias, tener y cumplir un proyecto de vida, y también descansar, disfrutar y divertirnos. Vivir en esta agonía cotidiana no es vida propia para un ser humano. Cuba no necesita pan y circo, sino pan, justicia, libertad y democracia.
  1. Pongamos atención a la advertencia que el Padre Varela, fundador de la nación cubana, nos hizo: la impiedad en el cuerpo social destruye todos los vínculos de aprecio, y a la manera de un veneno corrompe toda la masa y da la muerte. El honor viene a ser un nombre vano, el patriotismo una máscara política, la virtud una quimera y la confianza una necesidad. Trabajemos para remediar esos males: fortalecer los vínculos de aprecio entre los cubanos; ante la masa corrompida y moribunda, construir comunidad de personas libres; revalorar el honor cívico perdido en la simulación y la doblez; fomentar el verdadero amor a la Patria diferenciándola de cualquier ideología y partido; cultivar la virtud sin la cual no hay patria sino rebaño; y sembrar confianza entre cubanos dignos, para que Cuba se reconstruya sobre la verdad, la bondad y la belleza.
  1. En resumen, uno de los aportes éticos y cívicos de mayor impacto en nuestras vidas sería que los cubanos tanto de la Isla como de la Diáspora nos alentáramos, nos ayudáramos a superar los mitos políticos de cualquier color. Mito y política son excluyentes. Superstición y política son incompatibles. Cuando la política crea mitos es porque los hechos no la legitiman. Cuando la política fomenta la superstición es para distraer, alienar y adormecer a su pueblo. Solo la razón, el corazón y la verdadera religión pueden sostener y alentar a la verdadera política en su auténtico significado: política es “la búsqueda del bien común en su más alto grado”.

Desmitificar para alcanzar la verdad. La razón contra la superstición. La verdadera religión para elevar el espíritu. La auténtica política para buscar el bien común. He aquí una propuesta para Cuba.

Publicado originalmente en Convivencias.

 

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Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

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