Aunque alejado de la costa norte, Guayacanes,un pueblo que nunca es noticia, perteneciente al municipio Majagua —muy cerca de la carretera central que atraviesa Cuba, y a 18 kilómetros de la ciudad de Ciego de Ávila—, también padeciólos daños ocasionados por el huracán Irma, aunque no con la intensidad de otras regiones del país. Las casas aledañas al arroyo quedaron inundadas parcialmente.En otras áreas del poblado hay viviendas destruidas y algunas con severos daños en sus fachadas y techos.
El arroyo que cruza al pueblo, desde hacía meses completamente seco y enyerbado, volvió a tener agua hasta alcanzar el nivel del puente del Ferrocarril Central que se eleva a una considerable distancia del cauce. Tierras muy productivas, y con una población de campesinos tradicionalmente laboriosos que clamaban por la llegada de lluvias para lograr buena cosecha, pero seguramente no tantas. Este es, quizá, el único beneficio que dejó Irma tras su paso.
Junto a la baranda, la curiosidad de los vecinos también se desborda. Algunos de ellos, los más jóvenes, no recuerdan haber visto al arroyocon un volumen de agua semejante. Se detienen a observar el espectáculo del empuje de la corriente y hacen numerosas fotos, a la vez que encuentran por fin una especie de entretenimiento en un lugar donde año tras año reinan el tedio y la inmovilidad.
Roberto Carlos Armas Díaz, joven residente en Guayacanes, asegura: “En este poblado hubo pocos preparativos por parte de las autoridades para enfrentar el huracán: no se podaron los árboles próximos al tendido eléctrico, las velas que se vendieron no alcanzaron para todos. Yo nunca había visto una cola tan grande en el bar cafetería ‘El bambú’; donde solo se está vendiendo arroz con morcilla a cuatro pesos”.
Encomiable ha sido la labor de los trabajadores de la empresa eléctrica del municipio, quienes con celeridad,han logrado restablecer el servicio eléctrico en gran parte del poblado. Hasta altas horas de la noche han sido vistos estos jóvenes linieros de un lado al otro luchando contra postes acostados, árboles caídos y transformadores dañados. Todo esto en medio de una vorágine de quejas y desentendimientos de una población que exige resultados poco realistas en un periodo de tiempo muy corto.“Primero tenemos que restablecer el servicio en todas las comunidades del municipio y luego encargarnos de atender los problemas domésticos como los metro contadores caídos y los cables tumbados”, refiere un joven trabajador de estas brigadas mientras acepta y agradece un vaso de agua que le ofrece un vecino de la comunidad.
Y mientras el ánimo de los pobladores de Guayacanes transcurre en una aparente resignación, muchos son los que esperan que, como mismo llegó Irma con sus ráfagas poderosas y sus lluvias, brote, de la tierra ávida, el milagro.