Alguna vez, en Cuba, Fidel Castro los llamó «ejército de batas blancas»; hoy, en México, la gente les grita comunistas… si bien les va. Sucedió en Venezuela, también en Brasil y ahora amenaza con repetirse la misma historia en tierra azteca. Médicos cubanos son víctimas de coacciones, críticas, amenazas y acosos que, tarde o temprano, pueden terminar en agresiones de distinta índole.
Esta vez el dilema se veía surgir incluso antes del primer aterrizaje. La bienvenida a la delegación de galenos cubanos que arribó a México para prestar sus servicios, esta vez justificados por la pandemia del COVID-19, no fue exactamente como se esperaba.
Si bien el gobierno mexicano abrió sus brazos para recibirlos con anunciado beneplácito, la sociedad rápidamente dividió sus opiniones. Hubo quienes aprobaron la acción solidaria, escudados tras la añeja imagen del excelente sistema de salud que, supuestamente, subsiste en la mayor de las Antillas. Pero no faltó, asimismo, quienes denunciaron un trasfondo político inmerso en este publicitado gesto humanitario.
Las trifulcas en redes sociales —espacio idóneo para desbocar pasiones extremas— no tardaron en aparecer. La universalidad del medio permitió que convergieran voces tanto del ámbito local, como internacional. Cubanos y mexicanos encontraron eco en la comunidad venezolana, brasileña, argentina, dominicana, estadounidense... imposible mencionarlas todas. Y a pesar de que la ayuda existe y el riesgo de contraer la enfermedad es real y siempre está latente para estos galenos, el punto de mayor debate no ronda el tema de la salud, sino de la política. Los llaman «changos comunistas», «camarilla castrista genocida» y hasta el título de este artículo es referencia a una declaración pública.
La comunidad internacional cuestiona y juzga constantemente la intervención cubana en Venezuela, los efectos que ha traído así como la forma taimada en que ha obrado, para echar el grito al cielo. Pero no se trata solamente de la población. La prensa tampoco es benévola con estos profesionales. Leonardo Kourchenko los trata de “médicos cubanos”, así, entre comillas, y de hipotéticos trabajadores de la salud. Para el reportero de El Globo se trata una «brigada de elementos de salud, mezclados con agentes y operadores políticos, cuya función es construir comités revolucionarios de base». No son pocos los medios de comunicación que se oponen a la medida y piden más oportunidades para los profesionales mexicanos, cuando no alertan sobre intenciones ocultas en esta emergente medida de colaboración.
La realidad es que el gobierno de México está adoptando las peores prácticas de su homólogo cubano. La falta de transparencia ya resulta atroz. En estos momentos no se conoce con exactitud la cantidad de galenos criollos que laboran en tierra azteca como parte de estas misiones. Las cifras varían según la fuente y van desde 585 hasta 800. Tampoco se ha emitido comunicado alguno en relación al tiempo que estarán prestando sus servicios. Corrijo… prestando no, cobrando.
Y es que el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) le pagó alrededor de 6.2 millones de dólares a La Habana para contratar los servicios de sus profesionales. Por supuesto, nadie sabe a ciencia cierta la manera en que Miguel Díaz-Canel y su séquito repartirán esa tajada. Pero si nos guiamos por experiencias previas con otros médicos cubanos que hicieron lo mismo, por ejemplo, en el programa internacional "Mais Medicos" (Más Médicos) en Brasil —se me antoja el caso más representativo y similar— ya sabemos a quién le corresponden los billetes y a quién las limosnas… si acaso las hay. Recordemos que, centavos más, centavos menos, Cuba cobraba cerca de 4 mil 300 dólares mensuales por cada uno de los más de 8 mil médicos que mantuvo en el gigante sudamericano hasta finales de 2018. De ese monto, del 80 al 90 por ciento iba a parar a las arcas del gobierno.
Lo curioso es que el propio Insabi, desde su reciente imposición por la administración de Andrés Manuel López Obrador, ha sido blanco de constantes críticas a causa del déficit de recursos. Debemos aclarar que, a diferencia de otros organismos, el Insabi es financiado por la federación y tan mal le ha ido en esta empresa que ha recurrido al cobro de algunos servicios a sus derechohabientes, cuando estos eran gratis hace poco más de un año atrás. Entonces, se preguntan con razón los mexicanos: ¿cómo es posible que el Insabi no tenga dinero para llevar a cabo hemodiálisis o radioterapias, pero sí para pagarle a extranjeros que se hospedan en el Hotel Imperial y el Fiesta Americana, en pleno Paseo de la Reforma de la Ciudad de México?
No es la primera vez que médicos cubanos vienen a prestar servicio de apoyo a México. En 2007 estuvieron por el norteño estado de Coahuila, como parte de la Operación Milagro, para atender casos de catarata. Colaboración que fue aprobada por el entonces gobernador Humberto Moreira a quien le encantaba mostrar una foto que se tomó junto a Fidel Castro. Eso, claro está, fue mucho antes de que lo detuvieran en España por lavado de dinero, malversación de recursos públicos, organización criminal y cohecho. Si bien el entonces presidente Enrique Peña Nieto movió rápido sus fichas para traerlo de vuelta a México, todavía el ex gobernador es cuestionado por los 36 mil millones de pesos que debe Coahuila desde su mandato.
En aquel entonces, partidos de oposición criticaron la cercanía política del gobernador con Cuba y levantaron sus voces en contra. El problema, ahora, es que no se trata de un estado, sino de todo el país, empezando por la capital del mismo. A nivel nacional, el miedo al comunismo ha logrado revivificarse desde que Obrador asumió el poder sin disimular su afecto por las causas de izquierda. Y aunque México no llegará a imponer de manera oficial el socialismo —ni siquiera su versión del siglo XXI que hoy mantiene hundida en sangre y ruinas a Venezuela— muchos temen que de forma subrepticia sí se desarrollen estrategias de control económico, político y social, al estilo de Cuba o Corea del Norte.
Y mientras el agua va y viene, los médicos cubanos en tierras foráneas —los verdaderos— tienen que seguir haciendo su trabajo, a sabiendas de que es una oportunidad para mejorar durante un breve tiempo sus magras condiciones económicas aunque nunca escapen de la presión constante que los mantiene en jaque desde las dos orillas. En Cuba les recuerdan que tienen un patrimonio que cuidar y una familia que proteger. Así que deben portarse bien si la quieren volver a ver. En México, algunos podrán dormir en un hotel de primera, pero siempre con un ojo abierto porque nunca se sabe si el próximo que toque a su puerta viene por sus servicios o por su vida.