Abanderados de la censura, comparten en las redes sociales el deseo de que Cuba sea purificada. ¿Cómo? Prescindiendo de la existencia del artista Luis Manuel Otero Alcántara.
Un par de letreros de un pintor en su muro de Facebook, me dejan sin palabras. Sus consignas llevan a recordar la peor época de los actos de repudio, turbas movidas por el gobierno para esparcir el terror en las calles a los gritos de "Escoria" y "Pin pon fuera, abajo la gusanera". Precisamente imágenes de esas turbas, apaleando ciudadanos en La Habana, fueron las que el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC) desautorizó en el documental "Sueños al pairo" sobre el trovador Mike Porcel, cuya exhibición fue censurada hace poco en una muestra de cine joven.
"Yo prefiero una Cuba sin alcántara", ha publicado el pintor Ernesto Rancaño usando un fondo rojo con corazoncitos, y escribiendo el nombre del joven artista que está preso en la isla, por supuesto, en minúsculas. "Abajo alcántara", posteó seguidamente.
"Nos unimos a tu reclamo, somos muchos los que preferimos esa Cuba, gracias", reaccionó algún burócrata detrás del muro del Instituto Cubano de la Música, compartiendo la misma pancarta.
Y, por supuesto, Fernando León Jacomino, viceministro de Cultura, con una banderita en su foto de perfil, retomó la misma pancarta de odio.
Me parece increíble este nivel de ostentación del fascismo cotidiano, tanta banalización del mal.
Hablan sobre abolir seres humanos como si nada. Una actitud y un pensamiento conectados con la agenda de la policía política que hace el trabajo duro y sucio en la calle, pero también con momentos de los más nefastos en la historia de la humanidad, que deberíamos creer definitivamente cerrados, al menos como para que cualquier alto funcionario se cuide de abrirlo a título oficial.
Sin embargo, esa ha sido la política de éxito de la élite en Cuba, deshumanizar a los contrarios políticos, como coartada para encarcelar, desterrar e incluso matar, reservándose el derecho a decidir quién forma parte de la vida de la nación y quién se queda o es arrojado al más allá. Métodos profilácticos que buscan vaciar al país de mentes y almas incómodas.
Más que intolerancia, más que totalitarismo, parece fascismo duro y puro. Una política situada en las antípodas del mejor derrotero humanista, lo que en la historia cubana significa el referente de José Martí que pedía una "Cuba con todos y para el bien de todos".
¿Y esa es su demostración de la superioridad patriótica, su catalogación científicamente superior de los seres humanos como entes "para" una patria? ¿Creerse una "raza psicoideológica" superior, autorizados a sugerir que la solución de conflictos sea la eliminación de las "razas inferiores"? ¿En serio?
Nunca podría desearle algo peor a un artista, a un intelectual, que verlo alejarse por ese pantano venenoso, condenado a hundirse mientras más se mueva o exponga esa filosofía de la vida, mientras más daño intente contra sus semejantes o diferentes. Pero, no se los deseo, a ellos ni a nadie.
Ojalá la vida les alcance, al artista Rancaño, a Jacomino, y a cualquier burócrata de una maquinaria de control, para un día reconciliarse con la humanidad que pueda quedar por donde pasen.
Dicen "yo prefiero una Cuba sin...", como quien habla de modas, el quita y pon de la ropa. Así han jugado por décadas a corregir la sociedad y editar la historia de la cultura cubana, dejando afuera obras, escritores, músicos, etc., por interés de los ingenieros del totalitarismo, como si el garrote lanzado al cielo no fuera a caerles inevitablemente en la cabeza. Esa rifa de sus preferencias entre la vida y la muerte para los otros, pueden jugarla a sus anchas porque hay un aparato político y militar que tiene tomadas las calles, las instituciones, la sociedad, y de hecho las vidas, en la isla "sin".
Parecía un colmo que, a través del uso de la fuerza, la policía se reservase el derecho a decidir qué es arte o quién puede considerarse artista en Cuba. Tratando de desautorizar a Alcántara como artista, se veía venir que en realidad pretendían borrar su voz disidente, sacarlo de la vía pública. Hemos visto un uso ideológico, diabólico, de las herramientas del poder en el terreno del arte.
Pero, ¿los que salen detrás de las tonfas, apuntando con la varita mágica de su "yo prefiero", desde su luna de miel con el poder, no se dan cuenta que lo hacen contra un joven ahora mismo acorralado por un Estado monolítico, contra un individuo en el fondo de un calabozo?
Si invocan a la bestia, ojalá nunca la vean realmente aparecer, cuando sus caras no estén borradas en la masa histérica de una turba, es lo que puedo desearles. Por el bien colectivo.
Hay un lugar bajo el sol para todos. Cuba es diferente: aunque tengamos un clima privilegiado con sol los doce meses del año, las élites que gobiernan en la isla creen que hay cubanos que sobran, y así lo demuestran con sus acciones y su lenguaje supremacistas.
Luis Manuel Otero Alcántara, desde la oscuridad de la prisión, sigue ocupando un espacio muy propio como artista y cubano. Ese espacio frágil, mientras más lo atacan, se expande, atrae y devora diversos significados solidarios, invitándonos a ponernos en su piel y cumplir la promesa de que podemos caber todos en un futuro donde se conjugue el nombre de Cuba "con" el de la Libertad.