¿Qué tiene de malo este pelado? Mi hijo se ha vuelto hacia mí, delante del espejo, me ha hecho esta pregunta, y tuve que morderme la lengua una vez más para no menospreciar la supuesta autoridad de la institución docente. Quisiera que Dios bajara y me lo explicase. Verdad que no lo sé. Comenzó el curso escolar en Cuba, y en el primer día ya le han dicho que tiene que volver a pelarse si quiere entrar al aula. Vivimos la misma tragedia todos los años, a través de la primaria y la secundaria. A veces él ha pasado por el barbero hasta dos o tres días seguidos intentando defender una mínima línea de derecho a su vanidad adolescente.
“No puede haber diferencia entre la altura del pelo aquí y aquí”, me dice una funcionaria escolar en un tono de la más torpe música urbana, tocándose la sien y la parte alta de la cabeza. Hay prescripciones estrictas para prevenir cualquier insumisión del rebaño contra la disciplina capilar. Pareciera que el sistema educacional cubano no encontrara otra forma de repartir metas ostensibles, medibles, entre diezmadas tropas de maestros con preparación muy precaria, que convertirlos en celosos guardianes de unos milímetros de cabello o de ropa. Invierten en esta censura una gran parte de toda la energía dedicada a la formación de jóvenes. Mientras, el lenguaje de los verdaderos valores parece algo demasiado abstracto y difícil de comunicar, al lado de la repetición machacona de consignas, fechas y nombres de interés político. Las reuniones con los padres y los llamados de atención se reducen al desafío de las modas juveniles, porque lo que les preocupa es la apariencia, y lo que buscan empecinadamente es la uniformidad.
No les basta con el uso obligatorio de la misma ropa, además de imposiciones como el color de las medias en las hembras. Y yo mismo que he tranquilizado a mis hijos justificando el uso del uniforme, con tal de evitar que los niños más pobres se hallen minimizados por las diferencias económicas en el vestir, no logro identificar ningún pretexto razonable, humanista, detrás de semejante obsesión por controlar el cabello. Sin duda prima el interés por neutralizar el crecimiento de los gustos, la individualidad y la diversidad. ¿Pero acaso la imposición de un modelo tan superficial y homogéneo no será el verdadero problema en la sociedad cubana de hoy?