El anuncio de la ONU de que la capa de ozono –que protege a la humanidad de la radiación ultravioleta– va camino de recuperarse ha sido como un soplo de aire fresco en un mundo sobrecargado de malas noticias. Es el primer gran éxito ambiental de escala mundial fruto de un convenio internacional.
La capa de ozono es una parte delgada de la atmósfera terrestre que absorbe la mayor parte de la radiación ultravioleta del sol. Cuando se agota, esta radiación puede llegar a la superficie y causar daños potenciales a los humanos y a otros seres vivos.
Los rayos ultravioleta pueden dañar el ADN y causar quemaduras solares, lo que aumenta el riesgo a largo plazo de padecer enfermedades como el cáncer de piel. El llamado agujero en la capa de ozono de la Tierra llegó a ser catalogado como el peligro ambiental más temido al que se enfrentaba la humanidad.
El problema del agujero de la capa de ozono ha sido solucionado gracias a la aplicación del protocolo de Montreal (1987), con el que se prohibieron las sustancias destructoras, a la vez que fueron sustituidas por otras inocuas para la atmósfera de forma paulatina.
La capa de ozono comenzó a agotarse en la década de 1970. Esta pérdida se atribuyó a los clorofluorocarbonos (CFC), que se encuentran comúnmente en latas de aerosol, refrigeradores, aislamiento de espuma y acondicionadores de aire.
Los científicos descubrieron el gran agujero en la capa en 1985. Solo dos años después, se firmó el Protocolo de Montreal, en el cual 46 países se comprometieron a eliminar gradualmente los químicos dañinos. Posteriormente, el acuerdo se convirtió en el primer tratado de la ONU en lograr la ratificación universal, y casi el 99% de las sustancias prohibidas que agotan la capa de ozono ya se han eliminado.
Un acuerdo ecológico que funcionó
Ahora, un informe coproducido por agencias de la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea dice que el Protocolo de Montreal está funcionando como se esperaba. Señala que, si se mantienen las políticas actuales, la capa de ozono se restaurará a los valores de 1980.
Como tal el agotamiento del ozono no es una causa importante del cambio climático. Sin embargo, salvar la capa de ozono ha tenido un efecto colateral positivo sobre el calentamiento global porque algunos de los químicos dañinos que fueron eliminados son poderosos gases de efecto invernadero. Esa eliminación habrá evitado hasta un grado centígrado de calentamiento para mediados de siglo.
Un acuerdo ecológico con estos resultados evidencia que una acción internacional rápida para evitar las crisis ambientales puede funcionar. Es una noticia que muestra las posibilidades de recuperación de nuestro planeta, y la capacidad del humano para adaptarse, cuando son tomadas las acciones adecuadas.
Casi todas las sustancias químicas destructoras de la capa de ozono prohibidas por el Protocolo de Montreal han sido eliminadas, pero algunos gases nocivos siguen utilizándose. Los hidroclorofluorocarburos (HCFC), sustitutos transitorios menos nocivos, pero aún perjudiciales para el ozono, siguen utilizándose en algunos países.
Los HCFC también son potentes gases de efecto invernadero que atrapan el calor y contribuyen al cambio climático. Aunque los HFC representan una pequeña fracción de las emisiones en comparación con el dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, su efecto sobre el calentamiento del planeta provocó una adición al Protocolo de Montreal, la Enmienda de Kigali, en 2016. La enmienda, que entró en vigor en enero de 2019, pretende reducir el uso de HFC en más de un 80% en las próximas tres décadas.
Mientras tanto, empresas y científicos trabajan en alternativas respetuosas con el clima, como nuevos refrigerantes y tecnologías que reduzcan o eliminen por completo la dependencia de los productos químicos.