El pasado sábado 22 de abril fue celebrado internacionalmente el Día de la Tierra. Más allá de publicaciones en redes y algún que otro comentario a través de la prensa, tuvo lugar en Londres un suceso de proporciones más que atendibles. Organizaciones como Extinction Rebellion y Greenpeace, entre muchas otras, se dieron cita en la capital británica para llevar a cabo una serie de protestas masivas bautizadas como “The Big One”, computándose en ellas más de cien mil participantes.
Durante cuatro días, del 21 al 24 de abril, más de 200 grupos activistas, ONGs y sindicatos, se organizaron en el centro de la ciudad para reclamar de forma pacífica, ordenada, e incluso artística, el cese de la utilización de combustibles fósiles, así como para visibilizar otras demandas.
Los alrededores de las Casas del Parlamento y de la Abadía de Westminster, la postal londinense por excelencia, fueron los sitios seleccionados como núcleos de todo el evento. Allí, se habilitaron espacios para colocar casas de campañas y baños portátiles con el fin de facilitar la estancia de los manifestantes durante estos días.
Una buena cantidad de científicos se sumaron a la convocatoria, mostrando el compromiso de este sector con el bienestar ambiental y la transición ecológica.
Pete Knapp, especialista en contaminación del aire: “la contaminación del aire (…) y el amoníaco procedente de la agricultura están creando una neblina primaveral sobre Londres. Todo esto proviene (…) de los combustibles fósiles.”
Uno de ellos, Pete Knapp, especialista en contaminación del aire, declaró que el “Gobierno está tratando de aprobar más de 100 nuevas licencias para la extracción de petróleo y gas”, al tiempo que “la contaminación del aire (…) y el amoníaco procedente de la agricultura están creando una neblina primaveral sobre Londres. Todo esto proviene (…) de los combustibles fósiles.”
¿Por qué hacen esto los activistas climáticos?
A pesar de la masividad del suceso, muy pocos medios de prensa se hicieron eco de la noticia. El gobierno británico, por su parte, ha guardado total silencio al respecto.
Muy probablemente, muchos recordemos los sonados “escándalos” de aquellos ecoactivistas que “atacaron” célebres obras de arte alrededor del mundo. Esa fue, precisamente, la meta perseguida por dichos manifestantes: captar nuestra atención.
Van Gogh, Picasso o Da Vinci constituyeron algunas de sus “víctimas”. Durante varias jornadas, tales acontecimientos devinieron trending topic en las redes y suscitaron intensos debates al interior de ciertos sectores de la sociedad. Algunos justificaban y apoyaban el hecho, la significación de la performance; otros emplazaban a sus agentes y los tildaban de extremistas y radicales.
Sea lo que fuere, lo cierto es que estamos frente a la concentración ambientalista más relevante del siglo XXI y, hasta ahora, los medios parecen haber decidido relativizar el impacto del evento.
Las organizaciones aquí reunidas presentaron una hoja de reclamos que incluía, esencialmente:
- la declaración de una emergencia climática y ecológica por parte de los gobiernos, trabajando con otras instituciones para comunicar la urgencia del cambio,
- la actuación gubernamental inmediata para detener la pérdida de biodiversidad y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2025,
- la creación de una Asamblea Ciudadana en cada nación que decida con autonomía sobre los asuntos relativos al clima y la justicia ecológica.
Así, con Extinction Rebellion a la cabeza, los activistas y científicos que se congregaron en Londres para honrar el Día de la Tierra hicieron ruido, presentaron un plan de acción y motivaron manifestaciones semejantes en ciudades como Washington D.C. y Berlín.