Entre las complejidades de la vida que más he disfrutado está aquella de buscarme amigos que no se venden, que no se rinden, que están dispuestos a sufrir y a morir y a resucitar por sus sueños. Entre ellos hay cuatro que han cruzado el perímetro de la amistad ligera y desde hace años llegan a casa a la hora que desean, se descalzan y hasta exigen que Eleonor les cuele café. Mis hijos les llaman tíos y mi adorable y feroz Tina les mueve la cola y luego se vira panza arriba de un modo tan conmovedor que a la larga termina por ponerme celoso. Se llaman Adrián Pastor Quezada, Jorge Luis Mederos Betancourt (Veleta), Francis Sánchez Rodríguez y Rafael Vilches Proenza. Los cuatro muy distintos entre sí. Los cuatro absolutamente fieles. Los cuatro ampliamente abanicados por la honestidad y la decencia. Francis y Vilches, indudables militantes anticomunistas; Adrián Pastor militante comunista, fidelista, revolucionario hasta dormido; y Veleta militante del mismo partido que yo: El Comité Internacional Para la Conquista de Mujeres que siempre dicen NO.
Cada éxito de ellos es fiesta en mi casa y sus pérdidas nos entristecen en lo más hondo. Por ello, cuando nos llegó la noticia de que Rafael Vilches había obtenido el premio de poesía en el certamen Dulce María Loynaz que convocan —desde los Estados Unidos de América— El Club de Escritores Independientes de Cuba (CEIC), Neo Club Ediciones y el proyecto Puente a la Vista, hicimos fiesta.
Hicimos fiesta porque fuimos testigos de la persecución permanente a la que fue sometido durante el par de años que vivió en Santa Clara.
Hicimos fiesta porque fuimos testigos de los días que pasó en calabozos por expresarse según sus ideales y sentimientos.
Hicimos fiesta porque fuimos testigos de cómo les cerraron todas las puertas y ventanas para que no pudiera trabajar ni ganarse la vida honradamente.
Hicimos fiesta porque, a pesar de ser un hombre bueno, decente, serio y un excelente poeta, trataron de silenciarlo con amenazas y mezquindades.
Hicimos fiesta porque ese premio le devolvía un tilín de luz a su vida tan lastimada no solamente por «los eternos centinelas de la aurora», sino también por un gremio literario que le dio la espalda, que se amparó en cobijas tibias y no tuvo el coraje de asumirlo tal cual es, tal y como piensa.
Durante los días posteriores al anuncio del galardón busqué en las redes una entrevista al poeta en la que él pudiera comentar sin censuras sobre las esencias del libro y la última desgarradora década que le ha tocado vivir en la Isla. No encontré nada.
Entonces, ante el descuido o la pereza de los periodistas dependientes e independientes, que salvo dignísimas excepciones desandan detrás de lo carnavalesco cuando de política se trata, decidí publicar la siguiente ronda de preguntas y respuestas que propiciaran al lector conocer un poco más sobre el hombre sencillo, pero firme, que es el Aramís de mis cuatro mosqueteros.
Obtuviste el premio "Dulce María Loynaz" 2018 con el libro La luna entre nosotros, ¿de qué trata?
La luna entre nosotros es un poemario con cierta carga erótica, donde abordo otros temas de la cotidianidad. Me hundo en lo amatorio para sacarme toda la mierda, el dolor que en los últimos años me propinaron a lo largo de la patria. Aquí está el amor a la muchacha que duerme a mi costado para sanarme, amándome, la miseria con la que me tropiezo a diario. Lo amatorio no es un pretexto para encubrir mi voz, mis denuncias tras una máscara, no: es la cura al resentimiento por todo el veneno inoculado. Un libro lírico porque así lo sentí y salió. Textos comprometidos con la verdad que vivo, poemas disidentes, que discrepan con todos aquellos que ahogan y desangran la Isla. En este libro está el dolor de saber el silencio cómplice de tantas voces importantes, estranguladas.
¿De qué manera ha impactado la cesura en tu creación poética?
La censura y los censores me han hecho ver la cara del horror. Vivir el “insilio” te hace aguzar los sentidos. Cuando mi amigo, el poeta Luis Felipe Rojas, me hablaba de las cosas que le sucedían y le hacían padecer los esbirros, yo quedaba mudo. Atónito, lo acompañaba por las calles de Holguín o San Germán. Algunos amigos comunes huían de nosotros como de la peste, todo porque él estaba censurado, marcado como los judíos en la Alemania nazi. La escena parecía sacada de un filme de terror. Puede parecer irreal, pero cuando comencé a sufrir mi cuota por haberme revelado y el padecimiento fue en carne propia, pude constatar toda la maldad y humillación sufrida por Luis Felipe, que tuvo que marchar al exilio, con la familia, para salvar a sus hijos de un manicomio. Ya Malcolm, el mayor, presentaba daños sicológicos serios, había presenciado varios de los castigos a los que sometieron a su padre, que solo era un defensor de los Derechos Humanos en Cuba. La censura ha hecho de este país lo que es hoy: una farsa.
La censura y los golpes me han hecho dedicarme a escribir y denunciar, a observar mejor mi entorno, valorar cada momento padecido. Me pasé estos últimos años residiendo en Santa Clara, donde la policía política y cultural me atacó día y noche, en ocasiones me amenazaron de muerte. En esos años villaclareños disfruté de algunos amigos, opositores, poetas, narradores, artesanos; agradezco a los trovadores de esa ciudad, en su música me refugié para salvarme del horror. Escribí tres novelas y varios libros de poesía.
Otilio, fuiste testigo de la censura que sufriera mi libro Salón del Reino en la Editorial Capiro, en 2013. Su antigua directora, Isaily Pérez, ahora residente en Miami, lo sacó del proceso editorial.
Todo me espanta, me asombra, pero nada me toma por sorpresa. Fueron censurados Gastón Baquero, Virgilio Piñera, Guillermo Cabrera Infante, Heberto Padilla, José Lezama Lima, María Elena Cruz Varela, Ángel Cuadra, Manuel Díaz Martínez, Carlos Victoria, Reinaldo Arenas, Rafael Alcides, Guillermo Vidal, Rafael Almanza, Rafael Rojas, Luis Felipe Rojas, Amir Valle, Ángel Santiesteban, Raúl Rivero, Antonio José Ponte, Armando Valladares, Zoé Valdés, Carlos Alberto Montaner, Francis Sánchez… Los poetas de Omni Zona Franca, qué más da que me censuren a mí.
¿Cuál es tu percepción sobre la libertad para la creación literaria en la Cuba actual?
¿Libertad? ¿De cuál libertad me hablas? ¿La del artículo 349? No veo libertad para el escritor por ninguna parte.
Estuviste en Estados Unidos para presentar tu libro Café Amargo durante el año 2016, ¿cómo fue esa experiencia?
Sí, gracias a Café amargo, publicado por Neo Club, 2014, pude salir del país por vez primera y visitar Estados Unidos y Puerto Rico. En 2018, por la misma casa editorial, tuve la oportunidad de visitar Colombia, donde presenté mi novela Ángeles desamparados e intercambié con amigos conocedores de la literatura que se escribe en Cuba, entre ellos, el actual presidente Iván Duque.
Mi estancia en Estados Unidos me hizo ver que las cosas no siempre son en blanco y negro. Pude visitar Miami, conocer y reencontrarme con amigos escritores, pintores, trovadores, familiares, que de otra forma no iba a volver a ver. Visité galerías y museos, disfruté de conciertos de trova, leí mis poemas para un público atento y conocedor. El trovador Alito Abad me presentó a la cantante Nicol Chirino (hija del gran Willy Chirino), muchacha elegante y con una voz preciosa. Compartí con Ángel Cuadra, un poeta que en Cuba casi no se conoce, pero en el exilio sigue siendo una de las grandes voces de este país. Departí con los poetas Waldo González, Juan Carlos Valls, Legna Rodríguez, Ray Faxas, Omar Vázquez Portales, Nuvia Inés Estévez, y otros. Pude conocer a Félix Luis Viera, a quien admiraba desde mi estancia santaclareña, allá por los años ‘90 del pasado siglo. Dejé de ver a María Elena Cruz, Carlos Pintado, Juan Carlos Recio, Michael H. Miranda, Marcial Lorenzo Escudero y José Kozer, deudas imperdonables.
Aquella ciudad hermosa me fue mostrada por Idabell Rosales, Armando Añel, Alito Abad, Camilo Carbonell, José Fernández Pequeño, Thelma Guadalupe, Neomar, Yeline Zamora, Mari de Las Tunas, Idolidia Darias, Doris y René Vilches. Me mostraron una ciudad maravillosa, donde la libertad existe.
¿Por qué regresaste a la isla a pesar de tu incompatibilidad con el gobierno comunista?
Para mí el comunismo es gemelo con el fascismo. Ningún ismo es bueno. Regresé al encierro porque este país también es mío, aquí están las cosas y la gente que amo, y porque si todos los inconformes nos vamos, quién da testimonio del horror.
Qué opinas sobre la poesía cubana, tanto la que se escribe en Cuba como la que se crea fuera de la isla.
Hay malos y buenos poetas donde quiera. Cada día me admiro al leer textos poéticos inéditos, que logran asombrarme, los tuyos por ejemplo, los de Rafael Alcides, José Kozer, Jorge Olivera, Rafael Almanza, Tony Borrego, Ogsmande Lescayllers, Argel Fernández, Francis Sánchez, Ileana Álvarez, María Liliana Celorrio, Diusmel Machado, Eduard Encina, Ghabriel Pérez, Ana Rosa Díaz, Frank Castell, Carlos Esquivel, Freddy Laffita, José Alberto Velázquez, Hugo Fabel, Nuvia Estévez, Atilio Caballero, Luis Alberto Pérez de Castro, Víctor Manuel Domínguez, Julio Gómez Molinete, Eliecer Almaguer, Rubiel Alejandro González Labarta, Alain Martínez Ríos, David Montero… Siempre hay nombres, poetas que no hacen el juego al sistema y logran dar con el hallazgo, hacer la luz donde solo hay lodo.