Cuando se haga la lista de los escritores cubanos excluidos del Premio Nacional de Literatura habrá que colocar a la cabeza a Rafael Almanza Alonso. Un intelectual demasiado católico en su ética, muy vanguardista en su labor y excesivamente cívico en su actividad social como para ser promovido por las instituciones culturales.
En su casa de la calle Rosario, en la ciudad de Camagüey, Almanza ha tejido su propia cosmogonía de tertulias, debates y escritura, a veces firma bajo el seudónimo de Ráfaga. Ha sido desde poeta hasta investigador de la obra de José Martí, narrador, crítico literario y de arte, libretista de ópera, animador cultural, curador, periodista independiente, editor, realizador de videos y maestro de escritores, artistas o reporteros.
Sin las palmas oficiales, Almanza fue galardonado la pasada semana con el Premio Nacional de Literatura Independiente Gastón Baquero, que estimula "la independencia literaria", explican los organizadores del galardón: el Instituto La Rosa Blanca, el Club de Escritores Independientes de Cuba y el proyecto Puente a la Vista.
Sin embargo, con una pícara sonrisa, el autor confiesa que no estaba ni siquiera enterado de que el premio existía antes de recibirlo. "Lo acepté porque tengo mucha confianza en los amigos que me recomendaron y porque me han dicho que el premio se justifica por la obra y la actitud ante la vida".
A punto de cumplir 61 años, el camagüeyano sigue siendo un niño. Cada cosa que hace o dice tiene la huella de una travesura infantil. "Me gusta que se haya basado en la actitud, pero si incluye la obra, mejor, porque la mayor parte de lo que he escrito se mantiene inédito o se ha publicado en Estados Unidos en ediciones prácticamente simbólicas que pocos han podido leer".
Se refiere al proyecto Ediciones Homagno, organizado por amigos y escritores que colaboran sin fines de lucro en la publicación de sus volúmenes y los de otros autores.
Hijo de un panadero y una maestra normalista, sus primeras lecturas fueron a los seis años en las páginas de La Edad de Oro, una revista para niños fundada por José Martí. Cuando cumplió nueve ya estaba convencido de que sería escritor. Se propuso al propio Martí como modelo para permanecer "atento a los problemas del país".
Así lo explica: "Desde que era prácticamente un niño he creído que un escritor debe tener una actitud cívica. No soy un político ni creo tener condiciones para serlo. De haberlas tenido tal vez a esta hora estaría preso o muerto".
Pero Almanza no confunde su falta de ambición política con la indiferencia. "Mi función es intentar hacer buena literatura con enorme exigencia y al mismo tiempo tener una dignidad. El mero hecho de manejar palabras e ideas, de estar mejor informado que la mayoría de las personas establece una exigencia intelectual a la que hay que obedecer."
Cree que la mayoría de los grandes escritores cubanos han sostenido una postura cívica, incluyendo el propio Gastón Baquero. "A mi juicio fue el representante de la generación del grupo Orígenes que tuvo una mayor intención de comunicar a la gente sus ideas de cómo debía ser la nación y sus ideas sobre el mundo ideológico de su época."
El poeta no se anda por las ramas: "En un país como este donde se vive en una total pasividad moral los escritores tenemos una función que cumplir. Personas como Ángel Santiesteban o Rafael Alcides han demostrado que es posible cumplir con ese deber, incluso a precios enormes y además, quedándose en Cuba, en lugar de salir a buscar un porvenir que tal vez sea mejor, pero que puede alejarnos de los deberes cívicos".
Para responder a la clásica pregunta de cómo este premio lo estimula en su labor responde tajante: "No voy a dejar de escribir con premio o sin premio. Pero cuando un grupo de cubanos libres me reconocen, eso constituye un enorme estímulo. Yo he elegido ser absolutamente marginal, ser un desconocido, pero la marginalidad no tiene que ser perpetua".
Con la permanente insinuación de una sonrisa que se le dibuja en el rostro, Rafael Almanza parece un duende juguetón. Su casa, que sufre la vecindad de una bulliciosa panadería, exhibe una ruinosa fachada de nueve metros de ancho con una amplia puerta y el repello a punto del desplome total en varias partes.
Muchos jóvenes con pretensiones literarias llegan a mostrarle al maestro sus logros. Sin embargo, sus contemporáneos no lo visitan. "Tienen un miedo terrible, aunque en realidad tengo que reconocer que no les conviene venir aquí", afirma, y entonces señala orgulloso su heráldica particular, formada por una serie de escudos que jóvenes artistas le han ido regalando. Los tiene colgados del techo del patio interior. Los mira con amor y proclama: "Ahí está mi protección".
A Almanza no le gusta hablar de lo que le queda por hacer, sino de lo que ya tiene concluido. Ahora ha terminado la versión multimedia de su libro de poesía HymNos, que fue publicado originalmente en un ejemplar de 536 páginas en 2014 por Ediciones Homagno.
La colosal obra estuvo cerca de tener un destino editorial de mayor alcance pero, según explica su autor, "a los organizadores de la Feria Internacional del Libro de Miami del año pasado no les gustó; debe haber sido porque son himnos a la gloria de Dios y porque desconocieron que allí había también cosas que no eran precisamente divinas".
Como ya se encuentra en el umbral de la tercera edad algunos podrían confundir a Almanza con un viejito conservador, pero se ve a sí mismo como "un muchacho del siglo XXI" que se complace en usar las herramientas de la modernidad.
Los nueve gigabytes que consume el título HymNos multimedia soportan dos documentales, siete fonogramas, más de cien fotos y 14 videos. El paso que falta es la financiación para imprimir la obra y distribuirla. "Todo cabe en tres DVD. Pudiera pensarse que el DVD está pasado de moda, pero eso será en Nueva York, no en Cuba".
Para quienes dudan que Almanza sigue vivo y coleando después de tanto ninguneo oficial, el escritor no tiene pelos en la lengua: "Si hubiera Viagra colearía. Estoy revisando un artículo para esa excelente revista llamada La Vagancia en Cuba y que debe aparecer bajo el título de Metafísica mulata o Viagra por la cuota".
Como en la revista reina el humor, Almanza plantea que a cada cubano que pase de los 60 años deberían asignarle por el mercado racionado al menos dos viagras mensuales. "En lo que se logra esa conquista me siento satisfecho con mi vida, realizado como escritor y maestro. Esa es la manera de colear que más disfruto, escribiendo, siendo útil y buscándome problemas".