Confieso haber leído muy poco las crónicas de Mónica Baró antes de que hubiera ganado el “Premio Gabriel García Márquez” de periodismo, en la categoría texto, por su reportaje “La sangre nunca fue amarilla”. Sin embargo, sentí un intenso placer cuando escuché la noticia. Es el periodismo independiente, una de las zonas más acosadas de la sociedad cubana. No solo viven en la ilegalidad, también sufren decomisos, arrestos, prohibiciones de salida del país, intimidación a la familia, amenazas, etc., por parte del gobierno de la isla.
Y aunque el Estado no se jacte de que los asesina, como sí ocurre en México y otros países de Latinoamérica, los mantiene en un nivel de estrés y desasosiego que hace muy difícil no ya realizar periodismo, sino vivir en Cuba. Por eso confieso que el premio otorgado a Baró, fue también un poco mi premio.
Es en esa “Cuba paralela”, como la llama el biólogo y activista Oscar Casanella, donde he aprendido realmente los significados de solidaridad y colaboración, y a esa también pertenece Mónica. Por eso me alegró mucho el haberla podido conocer en Madrid, en medio de un concierto de Haydeé Milanés, otra que ya se suma a la misma comunidad de personas solidarias con las nobles causas.
Mónica es sonriente, algo etérea. Habla despacio, como si cada palabra contara. Y es que ya me lo he dicho muchas veces, las palabras son poderosas, y eso Mónica lo sabe.
Es menuda, y es la última que termina de comer en la mesa. Le gusta el vino, aunque le da un poco de sueño.
Le gusta bailar y es curiosa. No sé cómo tome Mónica este texto mío, algo impresionista; ella que es detenida, profunda y siempre hurga buscando las esencias.
Baró forma parte en Cuba de esa nueva generación de periodistas independientes que sale de la academia. Su trabajo desde este sector comenzó en Periodismo de Barrio, y en la actualidad colabora con la revista El Estornudo. Ella tiene la certeza de que solo desde lo alternativo al sistema puede desarrollar una labor medianamente sincera.
Conversar con esta muchacha llena de sueños, es estar un poco cerca de lo que uno quiere para Cuba. Periodistas con la libertad de investigar en asuntos en los que el Poder pone su manto de ocultamiento y desprecio.